La plataforma de contenidos audiovisuales Octubre (dependiente del mulimedios Octubre y aue comprende al Diario Página/12 y la radio AM750) acaba de subir a su programación gratuita una selección de los mejores capítulos de ALTA COMEDIA, aquel ciclo inolvidable que duró más de dos décadas (1970 hasta fines de los años 90) y que desde la pantalla de Canal 9 no solo representó los textos mas importantes del Teatro universal y argentino sino que, además, contó entre sus elencos rotativos con las figuras mas emblemáticas de la escena nacional.
De todos los países de Latinoamérica que sufrieron las inclemencias del Pan Cóndor en los años 70, Paraguay fue uno de los que menos catarsis posterior hizo. Mientras que la mayoría de las dictaduras promovidas por EEUU – pensadas para frenar el avance comunista- terminaron apenas iniciados los años 80, Paraguay la continuó hasta 1989, año en el que Andrés Rodríguez Pedotti destronó a Alfredo Stroessner, dictador que se había perpetuado en el poder durante treinta y cinco años en los que cometió un sinfín de violaciones a los derechos humanos y perpetrando uno de los casos de terrorismo de estado mas sangrientos de la historia actual latinoamericana.
El 17 de diciembre pasado la llama votiva que encendió a una de las más grandes actrices de Iberoamérica, se apagó de repente. Quien portaba ese fuego alimentado a base de talento y deseo era ni más ni menos que Marisa Paredes, la mujer que no sólo le puso el cuerpo a los personajes más recordados y adorables de la cinematografia en español (fue miembro de la Academia de Cine de España) sino que, además, supo llevar a su país a ocupar un sitio de privilegio en la historia del cine para siempre. Hija de padres de clase media (siempre recordaba que llegó a ser una estrella siendo la "hija de la portera") en su juventud comenzó a hacer teatro vocacional y, desde entonces, nunca más se detuvo hasta convertirse en una verdadera leyenda.
Que Hollywood y el star system americano fueron, son y serán una picadora de carne nadie lo puede negar. Sobre ese tópico trillado hasta el cansancio y una necesidad innegable de mostrar las filias y fobias de las que padece el corazón del mundo del entretenimiento es que la directora francesa Coralie Fargeat construyó una de las películas más interesantes de los últimos tiempos no sólo por la renovada y particular forma de abordar el tema sino por cómo experimentó con el lenguaje cinematográfico. En La sustancia Demi Moore interpreta a Elisabeth Sparkle, una famosa profesora de gimnasia que desde hace años lidera la audiencia con un programa de esos que abundan en las mañanas y que tienen a las amas de casa como fieles seguidoras.
En la Europa destrozada por la Segunda Guerra Mundial, Roberto Rossellini dirigió Europa 51: un drama junto a su esposa Ingrid Bergman en el cual contaba la historia de una mujer de la alta sociedad que tras el suicidio de su hijo sufre una posterior crisis existencial como pocas veces se ha visto en el mundo del séptimo arte. Casada con un importante empresario e inmersa en una vida llena de banalidades y sinsentidos, la muerte de su hijo la sume en un baño de realidad que la hará tener en cuenta el sufrimiento de aquellos que no comulgan con su estatus social, lo cual se transforma en el motor para que su adolorida existencia encuentre un motivo para seguir adelante.
Una pareja de rusos (Andrei, un escritor y Eugenia, una traductora) llega hasta unos baños termales en la ciudad de Vignoli, una antigua y alejada población de la península itálica. En el lugar, se dan cita los más extraños personajes (poetas, escritores, artistas plásticos, personas con desequilibrios emocionales) y conviven diariamente pasando sus días en la más apacible de las estancias.El motivo por el cual Andrei viajó desde su Rusia natal, es poder recabar la mayor información posible acerca de Ravel Sasnowsky, un compositor de música clásica que por el 1700 habría usado los baños como sitio elegido para inspirarse y llevar a cabo su prolífica obra. Eugenia, la mujer que lo acompaña y que debe oficiar de traductora, está enamorada de él, pero Andrei ni siquiera lo intuye.
El genocidio perpetrado en 1915 a manos de los turcos para eliminar a buena parte del pueblo armenio significó, desde entonces, un tópico para el desarrollo de diferentes manifestaciones artísticas. Si bien una enorme cantidad de pintores, músicos, escritores y poetas trasladaron a sus artes uno de los más traumáticos episodios de la humanidad, fue el cine quien alcanzó –por su efecto de masividad y su cualidad para trascender fronteras lingüísticas y culturales- el reconocimiento mundial de la tragedia vivida por el colectivo armenio.
En 2019 Pedro Almodóvar estrenó su película número veintiuno bajo el título Dolor y Gloria y allí contó la historia de Salvador Mallo, un cineasta sesentón con varios problemas de salud y al que se la ha vuelto casi imposible seguir filmando. A partir de ese conflicto existencial (para muchos quizás no lo sea, pero para un cineasta el no poder filmar, sí lo es) y con el correr de la trama, el espectador acaba descubriendo que el Salvador de la historia en realidad es él y que su pelo canoso, los afiches de los años 80 y esa nostalgia que arrastra fotograma tras fotograma no habla sino de lo que le está sucediendo en ese momento, ya con su madre recientemente desaparecida y con una serie de patologías lo alejaron de los sets durante un largo tiempo.
Redactor/Editor
Periodista, Crítico de cine y docente. Desde 2004 edita el presente sitio y realizó coberturas de festivales de cine nacionales e internacionales, además de colaborar con diferentes medios gráficos y radiales de habla hispana. Actualmente dicta cursos de cine a través del sitio www.cursosdecineonline.com