Desde la resignificación del movimiento feminista surgido a principios de este siglo la causa no sólo sumó miles de adeptas en todo el mundo sino que, además, logró universalizarse al punto de llegar a espacios del planeta en los que otrora hubiera resultado inverosímil. Así es como, a partir de la globalización de la cruzada para abolir los límites del patriarcado, miles de mujeres que habitan espacios donde aún son objeto de todo tipo de privaciones, una luz de esperanza comenzó a brillar para ellas.
Intentando visibilizar esa apertura del mundo oriental la directora y actriz Tokio Oohara decidió mostrarle al mundo de qué manera se lleva a cabo la lucha de las mujeres japonesas, quienes, pese a que Occidente las cree parte de una población de primer mundo desarrollado, sufren las mimas vicisitudes, acosos y abusos por el sólo hecho de portar la condición de fémina. De ese modo, la cineasta decidió ponerse bajo a piel de una de las tantas mujeres que habitan la frenética Tokio y, a través de ella, no sólo visibilizar una situación que durante años fue aceptada (o silenciada) por la sociedad japonesa sino, además, expresar una denuncia formal para que el mundo entero sepa que en cuanto a cuestiones de patriarcado y abusos su país no es la excepción a la regla.
Para ello, Oohara elige una figura más que instalada en el inconsciente colectivo y que no es otra que la de las máscaras de pájaros que utilizaban los médicos de la edad media para protegerse del letal virus de la peste negra, aquella pandemia trágica sucedida en 1348 y que aniquiló a la tercera parte de la población de Europa. Así es como munida de la máscara de “rara avis” la protagonista atraviesa la ciudad identificando mirones, obsesos, abusadores, sexópatas y otros psicópatas urbanos a quienes escracha públicamente como único modo posible de reparar sus conductas criminales.
Esa elección en el modo de protesta del personaje no es casual ya que es inevitable pensar que, del mismo modo que aquella peste dejó indefensa y aniquiló a buena parte de la población del viejo mundo, lo mismo sucede con los miles de asesinatos que, en varias oportunidades, son a consecuencia del acoso y el abuso, dos caras de una misma moneda que, en la visión de la cineasta, supone un virus tan silencioso y letal como aquel que se le atribuyó a las ratas en la edad media.
Sin embargo, lo interesante del cortometraje no se agota solamente en la visibilización del tema y la incorporación de la mujer japonesa dentro del colectivo de mujeres afectadas. En ese sentido, la realizadora va un paso más allá al colocar al Estado como el principal negador de dichas prácticas abusivas cuando, en vez de brindarle asistencia y un espacio para que su mujer pájaro pueda canalizar la protesta, aquel advierte en dicha práctica un accionar terrorista prohibiendo las protestas y criminalizando a todas aquellas que osen reclamar el derecho de sus libertades.
Así, el Estado japonés se transforma en el principal protagonista de la historia y deja al descubierto una realidad subyacente aún más dura que la que esconde el acoso y el maltrato: la de la violencia institucional y la omisión de éste a la hora de pensar políticas públicas que desarticulen las conductas patriarcales y equiparen en derechos a hombres y mujeres.
El cortometraje es una excelente oportunidad para pensar el rol de la mujer en el mundo del lejano Oriente, ese que de a poco está despertando y que, a diario, expone pequeños avances respecto de colectivos oprimidos. Los mismos que expresan necesidades ineludibles y la posibilidad de que en esas geografías se reconsideren cuestiones culturales asimismo como la incorporación de un corpus legal de derechos humanos que, hasta el momento, les es mostrado como realidad posible sólo más allá de los límites del antiguo mundo oriental.
Desde lo cinematográfico el corto es de una profunda belleza visual (la incorporación de la mujer enmascarada en un contexto urbano e hipermediatizado operan para que ello suceda) y propone un recorrido psicológico más que interesante al exponer los sentimientos de la protagonista al darse cuenta de que no sólo es víctima de acoso callejero sino, además, de terrorismo institucional.
La mujer pájaro propuesta por Oohara es una pieza clave para entender no sólo cual es la situación actual de la mujer japonesa respecto de su integridad y sus derechos sino, además, para dejar en claro la adhesión de dicho colectivo al reclamo universal por los derechos de la mujer y la abolición de las prácticas patriarcales, lo cual es complejo, ya que ello implicaría la reelaboración de cuestiones psicológicas, antropológicas y culturales. Y habrá que ver si Japón, en ese sentido, podrá estar a la la altura de las circunstancias.
BIRD WOMEN: (Japón, 2023) Elenco y Guión: Tokio Oohara, Duración 21´, Color