“Quien posee poder tiende a abusar del poder”. Cuantas veces hemos escuchado esa frase y a cuantos ejemplos de la vida o de la historia nos remiten pero lo cierto es que, cuando la que aparece como telón de fondo de esas situaciones abusivas es la iglesia, la problemática se hace mucho más incomprensible y la sensación de rechazo aumenta considerablemente.
Si bien en los últimos diez años el tema de la pedofilia llevada a cabo por sacerdotes de la iglesia católica ha salido a la luz – y hasta analizado por sociólogos, especialistas en teología e incluso con algunas normativas desde el mismo seno de la institución- en el cine no ha sido muy frecuente la utilización del tema para desplegar buenos proyectos fílmicos.
De las últimas intervenciones en el tema vale la pena recordar La Mala educación de Pedro Almodovar o Los niños de San Judas, película irlandesa que, al igual que la de el manchego (aunque sin el estilo almodovariano mezcla de tragedia y kitsch por partes iguales) se entromete con los abusos de sacerdotes hacia niños y huérfanos en los oscuros años del franquismo.
Pero en Odebdiencia perfecta la pedofilia, si bien se consuma de igual modo que en los demás casos, cala mucho mas hondo en la sensibilidad del espectador ya que los abusos perpetrados por el Padre Angel De la Cruz se llevan a cabo sobre adolescentes (algunos aún púberes) que ingresan al seminario luego de haber recibido el llamado de la vocación sacedotal y que, lejos de recibir la formación académica y espiritual que la carrera requiere acaban siendo objetos sexuales que sirven para mitigar a través de diferentes prácticas los “dolores” que el padre sufre y que sólo pueden ser apaciguados por la perfecta obediencia de sus seminaristas.
Los actos de pedofilia en el film aparecen como un continuum pero el director logra visibilizarlos y darle una entidad a través de la historia de Julián, un joven que llega al seminario y, luego de pasar por una serie de vicisitudes con sus compañeros y por el modo de vida monacal requerido para ese ámbito, es “elegido” por el Padre De la Cruz para convertirse en su lazarillo, al cual intentará traspasarle durante un año, todas las enseñanzas y secretos del oficio de sacerdote “por que Dios así lo dispuso”.
A partir de ese momento el cura comienza un proceso de despersonalización ejercido sobre la psiquis de Julián, quien pese a sorprenderse al principio con algunas conductas que le parecen sospechosas, termina legitimándolas ya que hace propias las palabras de su guía quien le aclara que afuera ven algunas cosas del adentro como una locura, moldeando una conducta sexual en el joven que deviene en natural pero que algunos años mas tarde, cuando toma conciencia del abuso sufrido, lo somete a una crisis de valores y creencias más que traumáticas.
Luis Urquiza logró con Obediencia perfecta varios aciertos: por un lado, el hecho de entrometerse con la cuestión de pedofilia en la institución eclesiástica la vuelve una pieza atractiva, reveladora y hasta de exhibición obligatoria para público adolescente e infantil (sujetos de riesgo del delito). En segundo lugar, el hecho de exponer la temática de forma abierta, sin metáforas y con un delicado uso de elipsis para sugerir y no mostrar las situaciones de abuso la vuelven una joya dentro de películas de la misma temática (recordemos que si se la compara con La mala educación, si bien se expone la pedofilia, subyace de fondo una trama de film noir y todo es abiertamente explícito –desde lo dicho y lo no dicho- lo cual no sucede en este caso).
El trabajo actoral junto al de guionado y montaje es uno de los principales elementos que hacen del film una película memorable y una pieza de gran nivel para la cinematografía mexicana contemporánea. La labor de Juan Manuel Bernal (quien encarna al esquizofrénico sacerdote De la Cruz) es para recordarla como una de las mejores que haya dado el cine azteca desde las magnánimas interpretaciones logradas por Daniel Giménez Cacho, actor de gran versatilidad y genio actoral que encarnó a más de un cura pedófilo.
Por ello Obdediencia perfecta es una gran película, muy bien guionada (el hecho de contar con una estructura similar a los capítulos de una novela le da un ritmo y una organicidad mas que interesante) y con unas actuaciones que superan las marcaciones del texto, volviéndola una pieza imprescindible del nuevo cine latinoamericano.
OBEDIENCIA PERFECTA (México, 2014) Dirección: Luis Urquiza, Elenco: Juan Manuel Bernal, Sebastián Aguirre, Juan Ignacio Aranda, Guión: Ernesto Alcocer y Luis Urquiza, (Duración:98´-Color).