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22 Oct
22Oct

El genocidio perpetrado en 1915 a manos de los jóvenes turcos para eliminar buena parte del pueblo armenio significó, desde entonces, un tópico para el desarrollo de diferentes manifestaciones artísticas. Si bien una enorme cantidad de pintores, músicos, escritores y poetas trasladaron a sus artes uno de los episodios más traumáticos  de la humanidad, fue el cine quien alcanzó –por su efecto de masividad y su cualidad para trascender fronteras lingüísticas y culturales- el reconocimiento mundial de la tragedia vivida por el colectivo armenio. 

En 1919, cuando el doloroso acontecimiento aún estaba recientemente vívido, el director norteamericano Oscar Apfel (más que comprometido con la causa armenia) decidió llevar la historia a la pantalla con Ravished Armenia, un film que si bien narra de modo ficcional lo ocurrido por aquel pueblo, terminó transformándose, con el tiempo, en una verdadera fuente histórica a tal punto que cuando se la observa hoy en día cuesta discriminar la delgada línea entre el registro documental y el de la ficción. 

Pero lo cierto es que si bien aquel film está considerado como la primera manifestación cinematográfica que se haya realizado sobre el tema, adopta un sentido mucho más profundo cuando se descubre el dato –para nada menor- de que la pieza fue representada por Aurora Mardiganian, una sobreviviente del genocidio armenio que llegó a Estados Unidos poco tiempo antes de transformarse en protagonista de aquella pieza y que lejos de aceptar la participación siguiendo una finalidad especulativa o que le brindara el acceso a lo más selecto de la sociedad neoyorquina de entonces, lo hizo no sólo para mostrarle al mundo la tragedia silenciada que había sufrido el pueblo al cual pertenecía, sino, además para recaudar fondos y construir orfanatos que salvaguardaran la vida de los miles de niños que dejó como saldo la bestial empresa llevada a cabo por los turcos. 

Así es como Aurora, pese a los demonios que habitaban en su memoria, logró atravesar y finalizar el rodaje y se hizo finalmente ciudadana americana. A lo largo de su vida fue una embajadora incansable de la causa armenia y a través de su testimonio sentido y cargado de reivindicación se alzó como un verdadero referente para la comunidad armenia atomizada en diferentes lugares del planeta. Sin embargo, más allá de la enorme cantidad de entrevistas, charlas, reportajes y presencias que realizo a lo largo de su existencia el mundo del cine en muy pocas ocasiones se volvió hacia su vida y su obra, perdiéndose, con aquella omisión, una biografía de enorme riqueza y que serviría como eslabón de lujo dentro de la cadena que se supone es la historia del pueblo armenio. 

Ahora bien, la historia demuestra que los reconocimientos, reivindicaciones o tomas de conciencia a veces tardan en llegar, pero también deja en claro que, más tarde o más temprano, terminan llegando. De ese modo, la vida de Aurora Mardiganian no fue ajena a ese designio y gracias al trabajo de la directora armenia Ina Sahakyan no sólo fue visibilizada, sino que, además, a través de su testimonio como sobreviviente y como resiliente en el exilio americano, se logró una de las películas más bellas sobre el genocidio armenio y de cómo, ese pueblo atomizado como consecuencia de una situación aberrante, no sólo afianzó sus lazos como comunidad sino que logró, además, demostrar que a través de la memoria la identidad puede volverse inmortal. 

Luego de verlo, el film de Sahakyan aparece como una verdadera rareza dentro del listado de películas dedicadas a difundir y analizar la temática del genocidio armenio ya que, al estar hecha sobre la base de imágenes de animación (en la cuales se observa el delicado y preciosista trabajo que llevó a cabo por el equipo de diseño que colaboró en el rodaje) logra mostrar de un modo extremadamente bello y eficaz muchas de las emociones y sentimientos que experimentó el pueblo armenio, pero esta vez, enfocados a micro escala e iluminando la historia familiar de Aurora y del derrotero que debió sufrir hasta llegar sana y salva a Estados Unidos.

Más allá de la enorme riqueza visual que se despliega en pantalla (y en la que la música magistralmente creada por Christine Aufderhaar juega un rol preponderante en el desarrollo de la trama) el film de Sahakyan posee un elemento que sobresale por todo el resto y tiene que ver con el rescate de la memoria como única posibilidad para seguir existiendo. En cada una de las escenas que suceden de un modo dinámico y preciosista se va acumulando una serie de datos biográficos de los personajes que operan de modo subrepticio para que al final de la experiencia el espectador logre comprender el verdadero valor de la memoria y de cómo, algo tan etéreo e intangible como ella, puede ser la clave para que un pueblo entero se haya podido sostener, reafirmar y redefinir como una civilización que supone un ejemplo y una enorme enseñanza para toda la humanidad. 

Para lograr esa característica Sahakyan apeló muy acertadamente a la hibridación de géneros y no dudó en mixturar el registro documental (con una entrevista a Aurora realizada por el Zoryan Institute) el cinematográfico (ya que en la historia aparecen dieciocho minutos de imágenes inéditas de Ravished Armenia encontrados en los años 90) y el de animación (mediante el sistema de Rotoscopio) con el que logra imágenes de insondable belleza con texturas de acuarelas y una estética art nouveau al estilo del pintor checo Alfons Mucha. 

En ese sentido, uno de los momentos que más conmueven al espectador es cuando, sobre el final del film -y con los fotogramas extraídos de la entrevista que le realizara el Zoryan Institute en 1984- aparece en pantalla una Aurora ya anciana, con el póster original de Ravished Armenia entre sus manos y con un signo aparente de emoción en sus cansados ojos. Con el tono ligeramente elevado de aquellos que saben que representan una causa que le pertenece a la humanidad toda, mira a la cámara y explica que no desea para los turcos venganza a cualquier precio, sino que, por el contrario, lo único que pide es que acepten la comisión del genocidio y que sean juzgados por ello (un verdadero manifiesto en tiempos en los que la violencia parece ser la única forma posible para dirimir diferencias o antinomias políticas) 

Por todo ello, Aurora´s Sunrise se ubica en el listado de películas imprescindibles para entender algunas de las atrocidades que configuran la ética y la estética del ajetreado siglo XX. A partir de la historia de una pequeña familia que habitaba un pequeño pueblo armenio logra pintar el enorme lienzo del Genocidio Armenio, uno de los hechos más aberrantes, vergonzantes e impunes que se haya visto en la historia de la humanidad.

El film ya siguió un importante derrotero por los festivales internacionales más importantes y fue proyectada en una buena parte de instituciones educativas y culturales relacionadas con la armenidad en todo el mundo. En Buenos Aires aún no tiene fecha de estreno, pero es muy probable que forme parte de la programación del BAFICI 2025 o del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata del próximo año.

Calificación: ***** (Excelente)

AURORA´S SUNRISE (2023-Armenia) Dirección: Ina Sahakyan, Fotografía: Vardan Brutyan,  Música: Cristine Hauderhaar, Coproducción Armenia- Lituania- Alemania, Bars Media, Artbox, Gebrueder Beetz Filmproduktion, Duración: 96 minutos, Color. 

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