El cine de los años ochenta estuvo claramente influenciado por esa vorágine artística que significó el movimiento pop surgido a mediados de la década del 60. Como sucedió con otros movimientos decisivos en la historia del arte el pop también se valió de ciertas referencias para crear muchas de las obras que lo forjaron como tal y el cine, particularmente, no estuvo alejado de ello. Eso explica que durante esa época muchos cineastas se valieron de algunos clásicos de la cinematografía mundial y de otros de la literatura para generar películas que alimentaran la cultura de masas que pedía en el cine una variedad de piezas que les proporcionaran divertimento, distracción y un espejo donde ver reflejados todos los valores que la sociedad proponía como dogma a seguir en el final del milenio.
Así es como en esa necesidad de producir cine como si se tratara de un producto de fábrica se reflotaron géneros hartamente probados como la comedia y el terror (dos de los que históricamente habían sido de los más taquilleros) y hasta incluso se comenzaron a mezclar muchos de ellos, llegando a conseguir algunos híbridos que quedaron en la historia del cine, como bien podría ser La Historia sin fin (film que mezcla una pieza literaria de nivel, un género fantástico con elementos dramáticos y una serie de efectos especiales que hacían pensar en la perfección alcanzada difícilmente de superar en films venideros).
Y eso justamente es Elvira, la reina de las tinieblas: ante todo una comedia pero protagonizada por un riquísimo personaje en el cual se pueden advertir influencias, homenajes y hasta ciertas parodias a actores, presentadores, sectores de la sociedad tenidos por marginales y todo surgido de la brillante hibridación de la comedia, el terror, el suspenso, lo fantástico y el vaudeville teatral excelentemente ideado por los franceses.
El film cuenta la historia de Elvira, una presentadora de películas de clase B y cine bizarro que tiene una estética muy particular y que concluye cada emisión de su programa deséandole a su público no que tenga buenos sueños sino que tengan “dulces pesadillas”. Por entonces el canal en el cual ella trabaja cambia de dueño, y ante un acoso de tipo sexual, decide abandonar los programas que la posicionaron como la reina de las tinieblas intentando otro rumbo en su vida, alejada de las cámaras (en realidad su sueño era convertirse en una estrella de algún musical de Las Vegas, toda una meca para los americanos).
Lo cierto es que con un pie afuera del canal que la albergó durante muchos años, Elvira recibe un telegrama donde se le avisa que deberá viajar a un pueblo cerca de Massachusetts para asistir a la lectura del testamento que dejó una tía millonaria de la cual ella ni siquiera tenía conocimiento. Así es como, creyendo ir en busca de una fortuna que le permita cumplir su sueño de convertirse en estrella de Las Vegas, parte en su automóvil tan particular que la hace verse por las rutas americanas como una diva vampiresca y bizarra igual a muchas de las que ponían el cuerpo en las películas que ella misma presentaba.
Al llegar al pueblo descubre que el lugar, además de ser un pueblo en el que no hay nada y está alejado de la civilización de la cual ella viene, es por demás ultra católico y moralista, por lo cual comienza a sentir el rechazo y el desprecio de los habitantes, menos de los jóvenes que ven en ella un ejemplo a seguir y quien les traerá la posibilidad de flexibilizar un poco los duros preceptos que los adultos les piden que respeten.
El día de la lectura del testamento se encuentra con su viejo tío Vince, un viejo carcamán que niega reconocerla como familiar y que luego manifestará un cambio de actitud al enterarse de que su hermana al morir le dejó a Elvira su casa, el perro y un antiguo libro de cocina que esconde en sus páginas un secreto mucho más importante que las recetas apetitosas que muchos creen que tiene, incluida la misma Elvira.
El film es antes que nada y a primera vista una comedia muy divertida, con el estilo y la estética pop tan característica de aquellos años (comparable a clásicos como Laberinto, Los Cazafantasmas o Ciencia loca) y una música y efectos especiales dignas del género. Pero si se indaga un poco mas en profundidad como fue concebida la historia y el personaje del film queda al descubierto la categorización de híbrido que hablamos anteriormente. Elvira representa a una presentadora de cine bizarro o clase B y lo hace desde un sillón de terciopelo rojo y rodeada de candelabros, de igual modo que lo hacía Vincent Price, genio del género de terror y maestro indiscutido del mundo de las tinieblas.
En cuanto a su estética, Elvira es claramente una mezcla de Morticia Addams y Lilly Monster, la diva vampiresca interpretada por Ivonne de Carlo en Los Monsters. Pero no es sólo en el plano de la estética que se advierten homenajes o influencias sino que, además, el film está plagado de elementos que denotan la presencia no sólo del pop como el movimiento que atraviesa la época sino un sinfín de otros que evocan a la cultura de masas (como la cantidad de veces que se la ve comer hot dogs con papas fritas y vasos gigantes de gaseosa, los stickers de diferentes grupos de heavy metal que lleva pegadas en su maleta y la alusión burlona de los programas de entretenimiento americanos).
El cine y el espectáculo ocupan un rol preponderante en la película y quizás ese haya sido una especie de homenaje implícito que el director quiso hacer. Ella es presentadora de películas que la mayoría deshecha y el primer amigo que se hace en el pueblo, casualmente, tiene un cine. Luego Elvira pondrá allí una exhibición de cintas clase B que lleva siempre en su auto y les permite a los jóvenes del pueblo que vean un cine diferente al que sus padres y autoridades les permitían ver. Y sobre el final de esa misma escena, cuando se termina el film, ella ofrece un número de baile donde imita la escena de baile de la mítica Flashdance, la cual lamentablemente termina como la escena más recordada de la Carrie de Stephen King.
Cuando se analizan las actuaciones es inevitable no reconocerle a Cassandra Peterson todos los laureles posibles, lo cual deja un sentimiento de sorpresa al descubrir que poco fue lo que realizó luego de la película y que en la actualidad se encuentra retirada y trabajando en una ONG como defensora de los derechos de los animales. Según cuentan sus biógrafos, la dama macabra en 2001 volvió a la pantalla como Elvira en un film llamado Las colinas encantadas de Elvira y luego participó de algunos capítulos de la serie de VH1 dedicada a los años 80.
Con el tiempo Elvira se convirtió en un personaje de culto de la historia del cine y tal fue su importancia que Los Simpsons la incluyeron en varios de sus capítulos (como “Pechuguella” la presentadora de cine macabro de Canal 5) y hasta se llegó a hacer un Reality- show para encontrar quien fuera su sucesora.
ELVIRA, Reina de las tinieblas (1988) Estados Unidos, Director: James Signorelli, Elenco: Cassandra Peterson, Phil Rubenstein, Larry Flash Jenkins. Duración: 96 minutos, Color.