"El infierno de los vivos no es algo por venir; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Hay dos maneras de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es arriesgada y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quien y que, en medio del infierno, no es infierno y hacer que dure, y dejarle el espacio"
ITALO CALVINO, Las ciudades invisibles
Hacia dónde va el mundo posmoderno es una de las cuestiones que les quitan el sueño a más de un filósofo, sociólogo e historiador. Muchos de los países que tuvieron a lo largo de su historia importantes gestas, revoluciones e incluso guerras que involucraron a la comunidad mundial entera, lo hicieron persiguiendo ideales claros o bien bajo interesantes modos de entender la forma de hacer política pero lo cierto es que, pasada la década del 80, a finales del siglo XX, dichas identidades comenzaron a opacarse y dejaron paso a un espacio de incertidumbre que caracterizaron la Real-Politik del nuevo siglo.
El caso ruso es uno de los más emblemáticos de esa problemática. Reconocidos en la historia por ser uno de los pueblos que llevó a cabo una de las mas grandes revoluciones de la historia y mentores de uno de los sistemas económico e ideológico más importante de los últimos años, luego de la Caída del Muro de Berlín cayeron en un agujero negro caracterizado por un vacío de valores, ideas y proyectos, los cuales parecen estar puestos más al servicio de alcanzar en poco tiempo las mieles del más rancio capitalismo que en sostener algunas de las bases ideológicas y culturales que los identificaron frente al mundo.
Pero allí no termina la cuestión de la actual situación rusa ya que desde el ascenso de Putin al poder el país parece haber entrado en un período que representa un claro retroceso respecto de las formas de hacer política, ya que si bien luego de la caída del muro intentaron abrirse hacia las formas democráticas y desprenderse de muchas de las aberraciones políticas sufridas antaño, la actual forma para llevar a cabo la política desplegada por Putin, en algunos aspectos no parece ser muy distinta a aquella que se daba en los años del soviet.
Con esa compleja realidad rusa encima y la sensación de no saber hacia dónde va el destino del país, el director ruso Aleksei German Jr. Decidió filmar UNDER ELECTRIC CLOUDS, una pieza de extraña catalogación (¿Es un drama surrealista? ¿O es surrealismo de la más pura cepa atravesado por una temática histórico-política?). Si bien la respuesta la tendrán que buscar los expertos en literatura o semiología, desde lo cinematográfico, la pieza bien vale que se la vea ya que expone de modo claro y sencillo el actual sentimiento del pueblo ruso y las incertidumbres respecto de hacia dónde va el futuro de su nación.
Para contar el actual drama de su pueblo German elige una ciudad rusa semi-abandonada (sin mención geográfica alguna ni indicio que pueda dejar entrever su identidad) en el paradigmático año 2017, en el cual se celebra el primer centenario de la Revolución Bolchevique.
El lugar parece ser un espacio de ciencia ficción, con edificios abandonados, construcciones dinamitadas, carteles de neón que parapadean como si fueran un enfermo que pelea por no abandonar este mundo, todo enmarcado bajo un cielo gris y la agobiante lluvia y el hostil frío característico en ese rincón del viejo mundo. El Apocalipsis aparece como un personaje omnisciente y durante todo el film se tiene la sensación de que, sino llegó ya, en cualquier momento hará su arribo y terminará con la anhedonia, el malestar, la incertidumbre y la falta de sentido que padecen en sus vidas los personajes que, poco a poco, y como aplastados en un medio visual hostil, van apareciendo y dándole sentido a la historia.
Los primeros que aparecen son unos trabajadores que se encuentran abocados a la destrucción y posterior derrumbamiento de un grupo de estatuas colosales de los años del comunismo y que hoy deben ser quitadas para crear o fundar allí “otra cosa” (jamás se hace alusión a que es lo que se colocará en su lugar), por otro lado, a unos kilómetros de allí, un hombre asesina a una mujer sobre la superficie de un lago congelado y toma conciencia de que la vida vale menos que el cuchillo con el que le fue arrebatada la vida a la víctima.
No muy lejos de la escena del crimen, una antigua mansión de la época de los Romanov emerge soberbia entre la niebla y deja en el espectador la idea de que algo del pasado aún sobrevive en aquel espacio distópico e innominado. Pero a los pocos segundos la idea parece diluirse cuando un contingente de turistas japoneses llega al lugar y son recibidos por un grupo de personas vestidas con trajes típicos de la época pero que, lejos de encontrar en ellos un modo de pertenencia a su pasado y a la cultura en la que les tocó nacer, significan un mero uniforme que les permite hacer dinero a costa de un pasado que, para ese entonces, parece ser lo único capaz de poder proveerles.
Con el cruzamiento de esas historias el director logra diseñar un mosaico en el cual deja en claro algunos de los problemas que aquejan al actual pueblo ruso. A un siglo de aquella revolución que acabó con el zarismo y posibilitó la llegada del campesinado al poder (con la posterior implementación de la dictadura del proletariado devenida en comunismo) los rusos se encuentran en el primer casillero nuevamente, sin rumbo fijo, conminados a un capitalismo que esperaron detrás de la cortina de hierro durante más de 4 décadas y que hoy descubren como una de las más grandes mentiras del hombre político de los últimos años.
Lo interesante del film radica en que si bien el director toma el caso ruso (por las connotaciones de las fechas y por ser su propia nacionalidad) y cuenta su historia en un pueblo ruso del 2017, ese pueblo funciona como cualquier ciudad, provincia, nación o estado actual que viene sufriendo desde su implementación las inclemencias del capitalismo.
El estado de desolación e incertidumbre que presentan los personajes que ven transcurrir sus vidas bajo las nubes eléctricas, es el mismo que padece el hombre moderno de cualquier otro lugar del mundo en el que se lo quiera ubicar ya que la decena de crisis mundiales (europea, americana, asiática) ya sea por causas económicas, políticas o ideológicas, terminan hermanando a la raza humana bajo el lema marxista que rezaba que “nada de lo humano me es ajeno”.
UNDER ELECTRIC CLOUDS (Rusia-2014), Dirección: Aleksey German Jr, Elenco: Louis Franck, Viktoria Korotkova, Merab Minidze,Chulpan Khamatova, Anastasiya Melnikova, Piotr Wasowski, Música: Andrei Surotdinov, Fotografía: Sergey Mikhalchuk, Evgeniy Privin, (Duración: 138´- Color)