Italia es un país que deslumbra por su inigualable belleza, su rica cultura y por el hecho de atesorar casi la mayor parte del patrimonio cultural de la humanidad. Pero cuando se trata de algunas cuestiones o problemáticas que aquejan al hombre moderno, el hecho de haber sido una de las sociedades más antiguas de la historia - y quizás por albergar en su seno nada menos que a la Iglesia católica- deja caer el velo que la recubre exhibiendo su peor rostro, maquillado de moralina, actitudes pontificadoras y el mas rancio tradicionalismo.
Con ese acervo ideológico y cultural se explica porque mientras que el resto de países occidentales marcan el pulso de la evolución de sus sociedades, muchas de esas cuestiones, en Italia, parecen ajenas o, mucho peor, imposibles de ser sometidas a debate público para que pasen a formar, en algún momento, parte de la agenda de gobierno. Así es como cuestiones como la eutanasia, el matrimonio igualitario, el aborto o el suicidio generan una grieta en la sociedad enfrentando a los mas diversos sectores, produciendo incluso más reacción que otras cuestiones importantes que también los aqueja pero que ya parecen haber institucionalizado como la mafia, el delito o los altísimos niveles de corrupción que históricamente ha sufrido el país.
En su nueva propuesta cinematográfica Marco Bellocchio toma una de esas cuestiones que parecen tabú en la sociedad italiana y con un caso verídico como disparador (el de Eluana Englaro) logra una pieza de un altísimo nivel al confrontarla con tres historias imaginarias (la de Rosa, hija de una diva francesa y que está postrada con los ojos abiertos pero sin dar el más mínimo atisbo de vida – sólo el que delatan los latidos de su corazón conectado a una máquina-, la de una drogadicta que deambula por los hospitales buscando metadona o un arma lo suficientemente filosa como para cortarse las venas y acabar con su vida y la de Uliano Breffardi, un senador del Partido Popolo della libertá quien en el momento de emitir su voto en el senado para aprobar la ley que penalice la eutanasia de Eluana, sufre una crisis de valores ya que, por su propia historia personal, le es imposible votar según la línea de pensamiento del partido que no es otra que la propia voz del por entonces premier Berlusconi, y que por carácter transitivo, supone la de la misma Iglesia católica).
De esa forma Bella adormentata se entromete con la cuestión de la eutanasia como forma para ponerle fin al sufrimiento innecesario de las víctimas (y de los familiares) pero amplía mucho más la cuestión al preguntarse ya no si es válido acabar con la vida de quien no puede expresarse por sí mismo sino que, además, plantea cuán válido y lícito es intentar mantener por todos los medios a aquellos que, sin estar en coma, deciden no continuar con el curso natural de sus existencias amparándose en el expreso ejercicio de la voluntad.
A diferencia de la mirada que expusiera Pedro Almodóvar en Hable con ella (basada más en el aspecto poético del binomio vida-muerte que en el planteo filosófico o partidario de la cuestión) en este nuevo film el italiano coloca a la libertad en un lugar supremo, digno de un intelectual de su estirpe, dejando en claro que el hombre –y sobre todo el moderno- debe ser dueño de su vida y de su cuerpo por que es el que está obligado a permanecer con ella y en él, sin que desde la religión, la política o el esquema social tradicionalista puedan exigirle lo contrario.
Con un elenco que poco margen deja para la crítica (Toni Servillo, Isabelle Huppert, Pierre Giorgio Bellocchio, Michele Rondino y Alba Rohrvacher) y un guión de excelencia, Bella adormentata es una película suprema del nuevo cine italiano. Así como lo hiciera en L´ora di religione, Bellocchio no tiene el menor resguardo en arrojar su ácida mirada sobre la pantalla aún a sabiendas de la reacción que provocará en sus interlocutores que, como es sabido, son las representaciones de poder (ya sea que se trate de personas o instituciones) y la iglesia católica a la cual – de la misma forma que lo hacen otros cineastas de su generación, como es el caso de Nanni Moretti- no duda en catalogar de retrógrada, inquisidora y abolicionista del progreso.
Provocadora y necesaria, Bella adormentata constituye la muestra más acabada de la que es una de las más válidas funciones del cine: la de interpelar al espectador y enfrentarlo con aquellas cuestiones que por el solo hecho de ser humano no puede –ni debe- permanecer ajeno. Una excelente oportunidad para debatir y pensar un tema que produce opiniones desencontradas y reacciones que, quizás por la sensibilidad de las cuestiones que llevan implícitas, generan violencia en algunos de los sectores que aceptan el desafío.
Quizás la respuesta haya que buscarla lejos de los dogmatismos impuestos y haciendo foco en cuál de los dos bienes jurídicos supremos de la humanidad debe estar primero: si la vida o la libertad. Bellocchio ya encendió la llama y de cada espectador dependerá ahora, mantenerla viva o no.
BELLA ADORMENTATA, (Italia RAI 3-2012) Dirección: Marco Bellocchio, Guión: Marco Bellocchio, Veronica Raimo, Stefano Rulli , Elenco: Toni Servillo, Isabelle Huppert, Alba Rohrwacher, Michele Riondino, Maya Sansa,Pier Giorgio Bellocchio, Gianmarco Tognazzi, Brenno Placido, Fabrizio Falco, Gigio Morra, Federica Fracassi, Roberto Herlitzka, Fotografía: Daniele Ciprì, Música: Carlo Crivelli, (115´- Color).