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12 Nov
12Nov

Un viejo dicho dice que si el trabajo es un castigo divino, los oficios son las cárceles donde los hombres cumplirán su condena.  Con esa carga mítica y el agregado de que es indispensable para su subsistencia, el hombre a lo largo de su vida deberá estar muy atento al sonido de los dones con los que haya sido dotado y tendrá que perfeccionarlos, pulirlos o darles forma, para ser un ser de bien y llevar a cabo su función que será fundamental para la armonía del universo.

Es así como siguiendo esa línea de pensamiento, no es difícil encontrarse con tantas profesiones y oficios como personalidades y personas hay en este mundo. Algunas son sencillas y tienen un impacto relativamente bajo en quienes las llevan a cabo y respecto al entorno, y en otras, son de tal complejidad que terminan difundiéndose a la vida de aquellos que las ejecutan y, en algunos casos, en el seno mismo de sus familias.El que puede oficiar como uno de los mejores ejemplos para este último caso mencionado es el de los corresponsales de guerra (ya sean éstos periodistas o fotógrafos) que se encuentran cubriendo diferentes situaciones en geografías en guerra o que atraviesan situaciones de extrema injusticia y violencia. 

Y eso es lo que le sucede a la Rebecca que personifica magistralmente la actriz francesa Juliette Binoche: la problemática que aqueja a una mujer que siente una profunda atracción por ser el ojo omnisciente de las realidades que ve a través de su cámara  y que, cuando pone en riesgo su propia vida, recibe el reclamo de su esposo y de sus hijas para que abandone la profesión y se dedique a una vida más normal y más acorde a lo que Occidente (en este caso ejemplificado en la sociedad irlandesa) espera de una madre.

El film arranca con Rebecca tapada con un velo negro (obligado para moverse en cualquier sociedad oriental tradicionalista) y escurridiza tras el lente de su cámara mientras que fotografía como extasiada una comunidad de mujeres afganas. Entre ellas hay una que se inmolará en las próximas horas y ella, única testigo de aquella aberración, cumple a la perfección su papel de reportera y sólo se limita a plasmar aquello que ve sin intentar ningún tipo de mediación con aquellas mujeres que la preparan cuidadosamente para el paso al más allá. Una vez terminada la ceremonia del acomodamiento de las bombas en el torso de la joven, Rebecca le pide al pater de la comunidad si le permiten acompañarla para poder "contar la historia hasta el final”

El hombre acepta y a partir de allí comienza un corto pero intenso viaje en el cual la jovencita ya se mentaliza en que está prácticamente muerta y ella la fotografía sin parar, de modo de poder reconstruir en un futuro, segundo a segundo, los últimos minutos en la vida de aquella mártir.

Pero al llegar a un paso fronterizo, Rebecca se baja violentamente de la camioneta que la portaba y comienza a correr intentando evitar la explosión. Al ver que en ese barrio céntrico de Kabul había gran cantidad de niños, ancianos y jóvenes, la fotógrafa comienza a gritar avisando que la joven lleva bajo su burka un arsenal y que podría volar a cuanta gente se le cruza. Al oir los gritos la joven pulsa el botón que escondía entre la manga y en cuestión de segundos todos vuelan por el aire.

A partir de ese momento Rebecca pierde el conocimiento y lo recobrará en Dubai, cuando despierta del coma en el que estuvo sumida a consecuencia de la explosión y se encuentra con su marido que viajó hasta allí para llevarla de regreso a su casa en Irlanda. Es allí donde la mujer comienza a darse cuenta de que no encaja en la estructura familiar y que está más interesada en lo que sucede con los atentados de Kabul que lo que les pasa a sus dos hijas, ambas en edad escolar, una niña y la otra adolescente.

Con el paso de las horas en su casa y el cuerpo más que debilitado por la conmoción sufrida en medio oriente, Rebecca se sume en un vacío existencial en el cual siente no sólo una atroz angustia por no estar cubriendo aquella situación, sino, también,  la gran culpa que le genera saberse una madre ausente y que nunca ocupará el espacio que la sociedad y su familia le reclaman a gritos.Pero el malestar y la angustia parecen diluirse cuando un amigo suyo, editor de una revista, le propone viajar a un centro de refugiados en Kenya, donde por causas políticas hay miles de familias pasándola mal y viviendo situaciones de desarraigo e injusticia. 

En el mismo momento su hija adolescente ve la posibilidad de acompañarla en el viaje, y, ante la autorización del padre, ambas emprenden el viaje hacia los campos de Kenya.Una vez allí la joven puede ver el entrenamiento y el hondo valor vocacional que esconde el trabajo de su madre, a la vez de que casi muere en manos de unos ladrones furtivos que llegan al campo arrasando con casi todas las  familias que allí estaban y que su madre pareció no temerles, ya que en medio de la masacre no paró jamás de tomar aquello que sus ojos veían. 

Aquel hecho cambiará para siempre la vida de ambas y será nuevamente una puerta de acceso para que se reaviven los fantasmas de irresponsabilidad y de poco temor a la muerte.Cuando regresan a Irlanda  se desata finalmente   el conflicto y Rebecca tendrá que optar entre su profesión (que para ella significa mostrar las injusticias de este mundo y lograr con sus fotos que los organismos encargados de velar por la justicia la lleven a cabo) y su familia que, para esa altura, es poco menos que lo que supo ser alguna vez. 

Con esta interesante historia Erik Poppe logra una película maravillosa desde el punto de vista filosófico y existencial. La vocación de Rebecca se contrapone manifiestamente a todas las expectativas que las sociedades en Occidente les exigen a las mujeres (sobre todo a aquellas que está casadas y tienen hijos) y deja al descubierto una serie de conductas y planteos que versan sobre cuál es el límite que habría que imponer al ejercicio de tales profesiones.

En cuanto a las actuaciones, hablar de las cualidades actorales de Juliette Binoche sería un despropósito ya que en este film aparece como la versión veinte años después de aquella Teresa de La insoportable levedad del ser, con la diferencia de que en esta historia cambia las calles de Praga durante la invasión rusa por los ocres teñidos de sangre de las paredes de Kabul. El que sorprende gratamente y emociona es el trabajo de Nikolaj Coster Waldau (quien logra despegarse muy bien de aquel rey incestuoso de Game of thrones que lo hizo popular) e interpreta al marido de Rebecca con un gran despliegue actoral.1000 veces buenas noches es un excelente film dramático, cargado de escenas muy bien interpretadas, con una trama que seduce y con un aporte documental acerca de la situación actual de la sociedad afgana y de los campos de refugiados de ACNUR en Kenya más que interesantes. 

Un film para ver, analizar y debatir el límite de algunas profesiones y las cuestiones vocacionales, parte indispensable e indivisible de la vida del hombre.

1000 VECES BUENAS NOCHES (Irlanda-Noruega-Suecia, 2014) Dirección: Erik Poppe, Elenco: Juliette Binoche, Nikolaj Coster Waldau,  Maria Doyle Kennedy, Larry Mullen Jr.,Mireille Darc, Lauryn Canny, Adrianna Cramer Curtis, Mads Ousdal, Música: Armand Amar, Fotografía: John Christian Rosenlund. (113´-Color)

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