“...Cada grupo, amén de la lucha que emprende contra la naturaleza por su existencia, debe afrontar una competencia contra cualquier otro grupo con el que entra en contacto; se producen rivalidades y choques de intereses, y cuando éstas últimas degeneran en disputa por la fuerza le damos la designación de guerra” Maurice Davie, La guerra en las sociedades primitivas.
Los orígenes de la mafia en Italia son difusos. Algunos los ubican en el siglo XII cuando se fundaron sociedades secretas que intentaban combatir el avance del Sacro Imperio romano y otros advierten en el término alguna raíz de origen árabe. Pero lo cierto es que más allá de las interpretaciones históricas fue en 1866, en Sicilia, cuando un cónsul británico habló de la mafia como el grupo que “se repartía el sueldo de los trabajadores, tenía trato con los marginados y ponía a los malhechores bajo su protección”.
Desde entonces la mafia adquirió el carácter de verdadera institución y, si bien intentó ser combatida (dicen que Benito Mussolini fue quien más duro trabajó en la elaboración de un plan que fue frustrado cuando perdieron la Segunda Guerra Mundial y los americanos ingresaron en el continente), jamás dejó de figurar en la primera plana de los diarios, tanto que pasó a ser uno de los elementos que se creen, aún hoy, formadores del “ser italiano”.
En cambio al cine la mafia tardó algunos años más en llegar, siendo Los mosqueteros de Pig Alley, de Griffith (1912) y Razzia en Saint Pauli del alemán Werner Hochbaum (1932) los primeros filmes en aparecer en las pantallas del cine americano y del tardío expresionismo alemán, respectivamente. Así es como desde entonces muchos films se realizaron con ella como tema central pero es indudable que fue con la saga del Padrino (filmada por Francis Ford Coppolla y con Marlon Brando en la piel del inolvidable Don Corleone) cuando la mafia se dio a conocer de manera masiva y cuando al mundo entero le quedó en claro que no se trataba de una organización criminal aislada sino de una verdadera institución que se desarrolló y, sobrevive hasta hoy, gracias a la connivencia con el poder político de turno y el de la Iglesia que, con su omisión de criminalizarla abiertamente, desde siempre pareció mirar hacia otro lado quizás movida por intereses particulares.
Ahora bien, más allá de la cadena de complicidades posibles y del goce de una vida que parece, se extenderá en un futuro por tiempo indeterminado, la mafia sigue siendo para los italianos una problemática con la que conviven a diario y que les modifica la realidad cada mañana cuando, en la primera plana de los diarios o en los noticieros, aparece alguna noticia relacionada con su accionar. Y el cine, como buen reflejo de las sociedades de su época siguen contando historias relacionadas con ella dado que afectan, inevitablemente, la realidad italiana a lo largo y a lo ancho de la península.
Anime nere de Francesco Munzi resulta un verdadero espejo y retrato de la "nueva mafia", la del nuevo milenio, esa que demuestra que con impunidad y la connivencia de los poderes políticos de turno logró “aggionarse” y valerse de las nuevas tecnologías y los objetos que pueblan el mercadeo moderno para seguir desplegando las antiguas prácticas como el tráfico, la protección de la delincuencia, el cumplimiento de un honor distorsionado, el sostenimiento de una familia por sobre todo, el ejercicio de una vida religiosa (ambas cuestiones que resultan totalmente esquizofrénicas si se las compara con la actividad que despliegan sus miembros) y una concepción más que particular sobre la vida y la muerte que encuentra en todos los elementos descritos anteriormente, la razón de ser de la organización.
Munzi sitúa su lente en una banda de calabreses que se dedican a traficar droga desde Marbella hasta Milano, verdadero centro de consumo (en todos los aspectos) y de distribución hacia otros destinos. La organización está conformada por los Carbone, un grupo de hermanos que, al parecer, heredaron la célula de su padre, menos uno de ellos (Luciano, el mayor) que, ante la negativa de formar parte de la vida criminal predestinada vive desde hace años como pastor en un pueblo alejado en Calabria.
Desde su alejamiento Luciano llevó a cabo una vida decente, sensata y con una serie de valores que le inculcó a su único hijo pero que, al cumplir éste la mayoría de edad, parecieron no haber surtido efecto ya que le comunica que quiere viajar a Milano para unirse al resto de la familia ya que se cree parte de un destino en común y que desea abrirse camino en la gran ciudad.
Ante la noticia el padre entra en crisis pero, ante la mayoría de edad y la decisión tomada, no puede más que dejarlo volar del nido no sin antes decirle que las puertas de la casa siempre estarán abiertas y que se cuide, ya que sabe que en la organización priman otros valores y que la vida, mas allá de estar "en familia" pasa a un segundo plano. De esa forma, el joven por primera vez en su vida se sube a bordo de un tren de alta velocidad y luego de recorrer las escasas horas que separan Calabria de la moderna capital lombarda, cambia su vida de la noche a la mañana.
Al llegar a Milán es recibido por sus familiares quienes le agradecen enormemente haber decidido seguir el mandato familiar y, en pocos días, pasa a formar parte de la organización. Si bien todos los hermanos inciden en plantear el “modus operandi” de la célula, es Barreca (el más preparado y con una estética cercana a los galanes cinematográficos de la década del 20) quien ejerce el rol de líder y quien prepara las tácticas y estrategias para llevar a cabo las operaciones que llevan a diario.
Pero como sucede con toda organización mafiosa, los enemigos son varios y siempre se dan luchas intestinas entre los diferentes grupos, sobre todo a la hora de determinar cuál es el que detenta el poder ya sea a nivel económico o territorial. Y los Carbone no son ajenos a ellas. De ese modo, en una de las luchas que se despliegan con otros mafiosos, el seductor e inteligente Barreca es asesinado, siendo su sobrino, la reciente incorporación a la banda, quien tome la postura del vengador, poniendo su vida por delante de la de toda su familia, a la que cree herida en su honor y buen nombre.
Y a partir de ese momento es cuando el film deja de ser una semblanza de familia mafiosa para convertirse en una verdadera tragedia en la que la muerte y la venganza serán las verdaderas protagonistas de la historia.Con Calabria (título en español) Munzi parte de la mafia calabresa como tópico y a través de ella se entromete con el costado más negro del alma humana (no es casual que el título original del film sea ANIME NERE), el cual somete al escarnio del espectador y lo expone en todas sus aristas, ya sea bajo la forma de nepotismo, soberbia, machismo (el sometimiento que muestran las mujeres que forman parte de la familia se opone al ideal de mujer italiana del nuevo siglo) y el sostenimiento de un mandato familiar mafioso que entendido como fin último, parece justificar todos los medios, incluso la autodestrucción.
ANIME NERE (Italia, 2014) Dirección: Francesco Munzi (Basada en la novela homónima de Gioacchino Criaco), Elenco: Marco Leonardi, Peppino Mazzotta, Fabrizio Ferracane, Anna Ferruzzo, Barbora Bobulova, Giuseppe Fumo, Pasquale Romeo, Vito Facciolla, Aurora Quattrocchi, Fotografía: Vladan Radovic, Música: Giuliano Taviani, (Duración: 103´- Color)