Cuando cada año llega la fecha de semana santa, los espectadores de casi todo el mundo se preparan para llevar a cabo un extraño ritual repetitivo en el cual dedican unas cuantas horas de su fin de semana largo, para rever algunos de los Films clásicos que se han hecho a lo largo de la historia sobre la vida de Jesucristo.
Mientras en Argentina siempre algún canal abierto transmite la versión completa de Jesús de Nazaret (aquel film protagonizado por Robert Powell y dirigido por el magnífico Franco Zeffirelli), en otros lugares del globo, millones de personas asisten desde las pantallas de sus televisores a ver piezas como Rey de Reyes, La Historia más grande jamás contada, o bien a sufrir con la manipulada y excesivamente morbosa La Pasión de Cristo, llevada al celuloide por Mel Gibson.
Es por eso que – teniendo en cuenta esta tendencia mediática abiertamente globalizada de proyectar películas probadas hasta el hartazgo- quiero recomendarles para estas fechas que vean una propuesta diferente: El Evangelio según San Mateo, un film controvertido y polémico de Pier Paolo Pasolini, pieza que si bien alcanzó poca repercusión a nivel masivo, fue una de las mejores versiones que se hayan hecho jamás sobre la vida de Jesucristo, llegando incluso a ser reconocido por el Concilio Vaticano de Juan XXIII como una de las grandes obras maestras que echaron luz sobre el mito del Nazareno.
Asi es como en ella, lejos de influenciarse por la corriente de directores que desde siempre han llevado a cabo sus versiones de la vida del hijo de Dios, Pasolini tomar como punto de partida uno de los cuatro evangelios que forman parte del Nuevo Testamento, y a partir de allí, se dedicó a recomponer los nodos argumentales más significativos del mayor mito de la historia universal.
Y la diferencia con el resto de los Films de esta temática puede advertirse ya desde los primeros fotogramas de la pieza. La primera escena muestra a una joven María - notoriamente embarazada – que intenta comunicarle a su esposo José la noticia de que va a ser madre, y, el fotograma siguiente, revela a un arcángel San Gabriel (con cualidades más aniñadas que de adulto) portando al carpintero la buena nueva de que en pocas horas va a convertirse en padre de nada menos que el hijo del creador del universo.
José se acerca a la virgen y, a partir de allí, comunicados únicamente a través de primerísimos primeros planos de sus ojos y sus sonrisas, comienzan a andar el camino conocido por todos para encontrar un lugar donde la joven madre pueda dar a luz al pequeño Cristo. De esa forma, en pocos minutos, la cámara del director viaja en el tiempo y presenta al hijo de Dios en la flor de la juventud.
Pero lo cierto es que en este film la figura de Cristo difiere bastante de los cánones estéticos y hasta melodramáticos a los que nos acostumbró el cine desde sus orígenes, ya que el Cristo de Pasolini no tiene pelo largo ni ojos claros ni una voz que empalaga cuando habla y, mucho menos, muestra condescendencia con el prójimo a la hora de manifestar la voluntad divina de aplicar los mandamientos y una conversión de espíritu para todos aquellos que quieran ingresar al reino de los cielos.
El Cristo de Pasolini más se asemeja a un revolucionario que a un emisario elegido para desplegar un mensaje de amor y redención. Desde su actitud seria, tosca, y hasta autoritaria por momentos, su Cristo se desnuda ante la mirada del espectador como un hombre de carne y hueso que se encuentra arrojado a la misión de inmolarse como un redentor de la humanidad y que, lejos de encontrar en ello una excusa para aumentar la carga dramática de su situación, se ufana en conseguir la mayor cantidad posible de conversiones hacia el bien, aunque en ello sabe positivamente que le va la propia existencia.
Incluso, cuando el destino inevitablemente hace que lo aprese el ejército romano y sea llevado ante el fatídico tribunal del Sanedrín, el Cristo de Pasolini se perfecciona más como el portador de un mensaje revolucionario antes que un simple mártir cargado de cualidades románticas, las cuales - según los ojos del cineasta - lo apartarían de sus y virtudes ideológicas, que en el contexto y en la historia fueron mucho mas importantes que las anteriores.
Y el tratamiento que le da al final de la historia quizás sea el mejor ejemplo que devela lo que la figura de Cristo representaba para Pasolini. Totalmente despojada de sensacionalismo, castigos exagerados o detalles que se quedan en la parte más morbosa de la historia, la cámara sólo se dedica a mostrarlo de espaldas en la cruz y ya nunca mas lo vuelve a hacer hasta el milagro de la resurrección, en el cual se vale de un fotograma en negro con una voz en off para sobresaltar el mensaje y la palabra antes que la imagen degradada del mito.
En cuanto a los aspectos técnicos, de más estaría decir que esta pieza abunda en aciertos y son los que la tornan un poema cargado de lirismo antes que una simple película en formato de 35 Mm. Excelentes ejemplos de ello son la acertada utilización de planos (primeros planos de los rostros y primerísimos de las miradas, a los cuales les otorga una identidad expresiva que logran suplir lo que de otra forma hubiera implicado extensas líneas de diálogo), el cuidadoso uso de la intertextualidad a la hora de pensar la fotografía (muchas de las escenas han sido compuestas basándose en las principales pinturas de la humanidad) y la inclusión del paisaje (teñido por una fuerte carga metafórica) como elemento constitutivo y casi imprescindible a la hora de descomponer el relato en imágenes.
Respecto de las actuaciones, el espectador podrá sentir que muchas de ellas no están muy bien logradas o que, en algunos casos, carecen de emotividad o expresión. Pero lo que sucede es que, de antemano, hay que tener en cuenta que a la hora de llevar a cabo la elección de los actores, Pasolini quiso respetara rajatabla el principio que dio origen al Neorrealismo italiano, que no era otro que el de tomar actores directamente de la calle e incluirla dentro de un set de filmación, ya que seguro, le darían a la pieza cinematográfica una frescura y un candor realmente genuinos. Es por eso que, a modo de sorpresa sobre los títulos finales se descubra que quien interpreta a la Virgen María no es otra que Susana Pasolini, su propia madre.
Por todo lo dicho, El Evangelio según San Mateo es una obra maestra del genial director italiano. Un film sumamente interesante, despojado de sensiblería y tragedia, que logró apartarse de la clásica mirada sobrenatural impresa por el catolicismo para dejar en claro que la historia, lejos de ser una entelequia inalterable, está abierta a todos aquellos que decidan aportar una mirada diferente acerca de ciertos mitos que, a veces, parecen intocables.
IL VANGELO SECONDO MATEO (1964, Italia) Dirección: Pier Paolo Pasolini, Elenco: Enrique Irazoqui, Margherita Caruso y Susana Pasolini, Marcello Morante, Mario Socrate, Fotografía: Tonino Delli Colli, Música: Luis Bacalov. Duración 142 minutos, ByN)