La primera vez que ví un film de Marco Bellocchio fue en un BAFICI hace un par de años y quedé tremendamente impactado. Recuerdo que la película llamaba La Hora de la Religión (L´Ora di Religione, en italiano) y contaba la historia de un pintor italiano que, alejado de su familia por cuestiones personales, un día recibe el llamado de una tía que le avisa no sólo que su madre ha muerto sino que, además, le han pedido a la Iglesia que la tengan en cuenta para un posible proceso de canonización, dado lo que tuvo que sufrir en vida con sus dos hijos que nunca se hicieron cargo de ella.
De esa forma, el pintor regresa al seno familiar, y pese a ser ateo, comienza obligadamente a formar parte de las reuniones clericales, en la cuales no tardará en descubrir el corrupto entramado de la iglesia católica a la hora de seleccionar y someter a análisis a quienes, en un fututo, les otorgarán la condición de santos.
Si se tiene en cuenta ese antecedente filmográfico - e investigando un poco acerca de su compromiso político y social desde su marcada postura izquierdista- no asombra para nada que en su último film, Vincere, haya decidido a jugarse por uno de los personajes más controversiales e icónicos de la historia italiana, tal cual como lo es Benito Mussolini. Pero lo cierto es que Bellocchio con su film no sólo se entromete con el hombre más amado y odiado por el pueblo italiano, sino que además, redobla la apuesta al dejarlo al descubierto como nadie lo había hecho hasta ahora en toda la historia del cine mundial.
Siguiendo la tendencia que inciara Oliver Hirschbiegel cuando dirigió La Caída (obra magistral sobre los últimos días de Hitler antes de su suicidio y de la derrota de Alemania) Bellocchio toma en su caso a Mussolini y lo somete ante el público como lo hizo Poncio Pilatos con Cristo ante el Sanedrín, desnudándolo, (incluso en el sentido más literal y amplio de la palabra) de modo tal de que, luego de ver la película, al espectador no le cabe ninguna duda acerca de por que Mussolini se transformó en el déspota dictador que todos conocimos, dado que en ella, quedan al descubierto cada uno de los elementos de su patológica ansia de poder.
Como es de imaginarse, contar la vida de tamaño personaje – sobre todo teniendo en cuenta el carácter paternal y tradicionalista de la sociedad italiana- no es ninguna tarea sencilla, pero Bellocchio, con su experiencia y sus conocimientos, lo consigue de un modo magistral, dejando en evidencia que cualquier persona puede ser ambivalente y contradictoria, sobre todo cuando de poder y dominio se trata.
Al inicio de la obra (cuando se comienza a contar el romance con Ida Dalser en la década del 20, cuando él era un simple redactor de un diario socialista y ella su amante incondicional) el director presenta a un Mussolini cargado de ideales, visceral, comprometido con un proyecto de Italia que la sacara de las cenizas, lo cual no hace más que provocar un sentimiento de identificación con el personaje, a punto tal que en determinados momentos, uno, como espectador, duda si está viendo una biofilm de uno de los dictadores más repulsivos de la historia, o una novela rosa al mejor estilo Corín Tellado.
Pero lo cierto es que a medida que van pasando los minutos - y el conflicto se va acentuando- es inevitable no experimentar el pasaje de la identificación romántica al más despreciable rechazo, sobre todo por las conductas que presenta la historia, las fibras que toca en el espectador y los sentimientos que importan las situaciones que se plantean (traición ideológica, negación de un hijo, uso de doble moral, abuso de poder, engaños, ardides, la manifestación del más alto de los cinismos, etc)
Dejando de lado la significación de los personajes que la llevan a cabo, desde el guión no se transita una historia novedosa o con cualidades sorprendentes (de hecho es una historia más de encuentros, desencuentros, engaños y pasiones desencontradas, tantas como abundan en la vida cotidiana), pero donde sí es necesario focalizar es en la forma y los recursos de los que se valió Bellocchio para contar la historia, ya que ellos sí fueron el veradadero acierto del film.
Desde su estructura, el film está contado en forma lineal y siguiendo una cronología de hechos precisa y documentada tal cual como sucedieron, lo cual la hace una pieza respetable y con un cierto rigor histórico preciso. Ahora bien; los grandes aciertos del film fueron sin lugar a dudas, los diferentes recursos que utilizó el director para contar la historia, dándole a la pieza un carácter hipertextual más que interesante y que no abunda en los nuevos directores, sobre todo del cine italiano (basta pensar nomás en la pobreza estética de las películas de Nanni Moretti, por ejemplo).
Estos recursos son los que durante las casi dos horas que dura la película, logran una pieza consolidada tanto en lo narrativo como en lo estético (asombran, por ejemplo: el uso de tipografías de la época par aumentar el poder discursivo, la utilización de imágenes de archivo, la incorporación de pequeñas líneas de diálogo trabajadas como piezas operísticas y la música, excelentemente seleccionada para la ocasión).
Respecto a las actuaciones, las de los personajes principales (Filippo Timi encarnando a Mussolini padre y a Benito Dalser en su adultez y, la de Giovanna Mezzogiorno como la atribulada Ida Dalser) son de un gran nivel representativo y no hacen más que evidenciar el importante trabajo de selección que habrá tenido que realizar Bellocchio para dar con quienes le pusieran el cuerpo a sus criaturas.
Los otros elementos que caben destacar son el excelente trabajo de Fotografía (a cargo de Daniele Cipri pero con acentuado estilo Bellochio, logran que muchas de las imágenes se asemejen a pinturas de algunos de los grandes maestros de la historia del arte, sin contar la capacidad de composición que tiene, la cual lo ubica en el podio de los mejores del cine italiano) y el de vestuario, a cargo de Sergio Ballo, el cual sirve de verdadera ambientación y hace en muchas ocasiones de escenografía.
Pese a todo lo expuesto no se puede decir que Vincere sea un film fundamental para comprender la historia del fascismo- o que ayude a desentrañar algunas cuestiones relacionadas con la vida política o social de Italia- pero sí cabe destacar que es una propuesta más que interesante ya que logra sacar a Mussolini del rol de personaje netamente histórico y acercarlo al mundo real, exhibiéndolo como un ser humano común que vivió todas las pasiones y experimentó las zonas oscuras a las que está sometido cualquier hombre que habite este planeta, indistintamente del tiempo, el espacio o la condición que le toque en suerte.
VINCERE (Italia, 2008) Dirección y Guión: Marco Bellocchio, Elenco: Giovanna Mezzogiorno, Filippo Timi, Fausto Russo Alessi, Fotografía: Daniele Cipri. Vestuario: Sergio Ballo, Montaje: Francesca Calvelli. (Color, 90 minutos)