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04 May
04May

Mientras una parte del mundo piensa que varios países de Europa son una especie de carrousell animado en el que nunca pasa nada y todos viven en la más absoluta felicidad, la otra parte se ocupa de mostrar que la realidad es bien diferente. Tal es el caso de la directora francesa Sophie Letourner, quien se animó a contar, desde París, un cuento existencialista que expone la infelicidad de una pareja que promedia los cuarenta y que parece haber sido arrastrada por la ola de la resignación y la pérdida del sentido.

Sobrevivientes de una clase media atomizada, con un hijo (al que nunca se le ve la cara y sólo se escucha su voz en segundo plano) y habitantes de una París que hace lo imposible para no transformarse en una princesa harapienta, esos dos seres imaginados por Letourner se materializan en pantalla como el mejor ejemplo del fracaso que resultó la generación nacida a finales de los años setenta y que, luego de la caída del Muro de Berlín, parece haber detenido el crecimiento y en la actualidad deambula como zombi en un mundo al que cada vez entienden menos y el que se parece cada vez más a una condena que a un sitio donde desarrollar las cualidades y aptitudes inherentes al hombre.

Es así como alienados por la rutina, el hijo que cada vez les pesa más, las obligaciones que no paran, la infelicidad agobiante, el ajetreo ensordecedor del tránsito frenético y las sombras que cada uno porta en su interior, los lleva a pensar en la posibilidad de que una escapada de pocos días a cualquier lugar de Europa podría significar una buena opción para sacudirse ese destino en el que creen estar encerrados y que ya no los deja seguir viviendo. Pero fiel a designo de oráculo griego - ycomo reza un viejo dicho “cambian su cielo los viajeros, pero no los problemas”-  una vez instalados en la monumental isla de Sicilia (lugar al que llegan luego de varios días de discutir intensamente) desplegarán la nube negra que los rodea y bajo su intermitente lluvia intentarán todos los caminos que se le ofrecen al turista como la panacea invencible en la búsqueda de la felicidad. 

Así es como, mientras dura el fin de semana la atribulada pareja engulle lo más típico de la comida italiana, ascienden a un antiguo volcán, se bañan en lodo en una playa pintoresca, merodean restos arqueológicos monumentales y observan en silencio atardeceres de película sin que nada de ello los sensibilice o los vuelva a conectar el impulso vital perdido. Si bien la idea de viaje como oportunidad iniciática o como posibilidad de cambio no es nueva en el cine o la literatura, pero pocas veces aparece tan destinada al fracaso de antemano como sucede en esta historia. 

El hecho de que la pareja esté pendiente de la llamada de la abuela para recibir el parte de lo bueno y lo malo que hizo el hijo durante el día le indican al espectador que aquello que se vende en la sinopsis como oportunidad, no sólo no sucederá, sino que determinará la evolución dramática que atraviesa la trama hasta llegar a la resolución del conflicto que estará diametralmente opuesto al de un final feliz. 

La utilización del tiempo fragmentado bajo la forma de flashbacks denota que la directora- al momento de pensar el guion- creyó que sería beneficioso para el relato, pero cuando se lo analiza en función del resultado obtenido se transforman en un elemento que hace más ruido que lo que aporta. Quizás las ansias de contar la historia de un modo novedoso y que rompa con las estructuras clásicas propuestas para la escritura del guion, deberían haberse equilibrado con las sensaciones a las que es expuesto el espectador cuando la pareja entra en escena y se materializa la función vicaria que toda manifestación artística conlleva.

Viaje a Italia es un film que parte de una propuesta potente y que, de no contar con los errores que sucedieron al momento de pensarla (los cuales no son sólo de guión sino también de elección de espacios, montaje y algunos otros relacionados con el universo audiovisual) podría haber sido una gran película. Sin embargo, las actuaciones poco memorables de los protagonistas (Letourner además de guionista y directora es la protagonista de la historia) y la vertiginosidad visual con la que fue filmada, la alejan de la posibilidad de ser una pieza memorable quedando sumida al listado de “una más del montón” de las tantas que son exhibidas en festivales internacionales y que pasan de manera veloz sin pena ni gloria.

 VOYAGES EN ITALIE  (Francia, 2023) Dirección: Guion: Laetitia Goffi, Sophie Letourneur, Elenco, Fotografía: Jonathan Ricquebourg, , Coproducción con Tourne Films, arte France Cinéma, ARTE France, CNC. Distribuidora: Météore Films (Duración 91´- Color) 

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