Pese a que muchos críticos de arte minimizaron este trabajo de Fellini, no caben dudas que fue un hito histórico en su carrera, ya que con el ingresó al mundo del technicolor dejando atrás aquellos claroscuros tan representativos que marcaron su estilo en el mundo de la cinematografía. Este film cuenta la historia del Doctor Antonio Mazzuolo (Peppino de Filippo) un médico con una marcada moral fascista, que no encuentra su lugar en una Roma que se ha posicionado como una de las más grandes capitales del mundo y por lo tanto se ha convertido –según él- en la meca del libertinaje y “lo impuro”.
Durante las noches, el reprimido doctor recorre las afueras de Roma en su Fiat 600, patrullando los parques e intentando “rescatar” a aquellos que desde sus autos gozan de los placeres que su rígido modelo católico ve como los causantes de la perdición de las sociedades modernas. Pero un hecho sorpresivo logrará sacar dentro de sí, todos aquellos sentimientos que existen ocultos en su inconciente reprimido.
El conflicto surgirá el día en que una de las empresas más importantes de leche de Italia decide colocar enfrente de su casa, un gigantesco cartel en el que Anita Ekberg (símbolo femenino de aquellos años) reposa sobre un sofá, insinuando parte de sus senos y portando en sus manos (enfundadas en guantes de raso negro) un vaso de leche que se ilumina ante la intermitencia de un cartel que dice “Bebete piú latte” (Beban más leche).
Ante esta aparente muestra de libertinaje, el Doctor Mazzuolo comenzará a peregrinar por cuanta sacristía y oficina ecuménica haya en la ciudad intentando exigirle a la Iglesia que intervenga y haga quitar el pecaminoso cartel, pero como en el fondo la publicidad dará muchos millones a la empresa, nadie se hace eco de sus pedidos (ni siquiera el nuncio apostólico de Roma).
A partir de ese momento, la vida del atribulado médico se convierte en un infierno, llegando a generar una enfermiza obsesión con la figura de Anita Ekberg. Así es como una noche, totalmente desesperado, se dirige hacia el cartel y le ruega a la diva rubia que lo deje en paz, que se retire de sus pensamientos. Pero como su deseo inconsciente no se condice con sus palabras, lo único que logra es que la exhuberante Anita se materialice, abandone el cartel para unirse a él y le haga vivir una de las experiencias más emocionantes que haya tenido en toda su mustia vida.
Lo interesante de la historia es que desde el comienzo hasta el fin está narrada por una niña, especie de cupido, mezcla de ángel y diablillo, que todo el tiempo le cuenta al espectador como se van desarrollando los hechos y se burla de cada una de las acciones que realiza el personaje e interviniendo sobre el final como una especie de moraleja viviente, que invita a la reflexión de qué es lo que les sucede a aquellos que no logran vivir como piensan.
Como en otros tantos films que componen su obra, la historia está cargada de simbolismos tanto en lo conceptual, lo ideológico y en lo estético. Al inicio del film, dos monjas vestidas de blanco caminan juntas y al llegar al centro de la escena, se separan (una a cada costado) dando la idea de que se corre un telón. Una vez fuera del cuadro, dejan al descubierto una decena de niñas, vestidas de blanco y amarillo (colores de la bandera papal) que de espaldas a la cámara saltan emocionadas admirando las cúpulas de la ciudad antigua de Roma que permanece inmóvil al fondo, como testigo y escenario de lo que sucederá.
También la posición que ocupa el afiche de Anita Ekberg está puesta en la historia con una fuerte carga simbólica. Al ubicarlo frente a las ventanas del cuarto, el cartel se transforma en una especie de espejo en el cual el doctor ve reflejadas sus más bajas pasiones e instintos, las cuales no puede exteriorizar debido a su educación y moral cristiana.
Con esta pieza, Fellini logra una vez más, entrometerse con los resabios del fascismo, el doble discurso, la doble moral, las consecuencias de vivir una vida reprimida y la necesidad de adaptación que deben sufrir sus personajes en la vertiginosa “Ciudad eterna”, que debe recuperar en poco tiempo, aquel lugar que ocupó durante aquellos años del renacimiento. (Este film forma parte de Bocaccio 70, el trabajo que Fellini compartió junto a Mario Monicelli, Vittorio de Sica y Lucchino Visconti en 1962)
BOCACCIO 70 (1962, Italia). Directores: Mario Monicelli, Federico Fellini, Lucchino Visconti y Vittorio de Sica. Elenco: Anita Ekberg y Peppino de Filippo