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28 Mar
28Mar

Algo está cambiando en el cine francés de los últimos tiempos. Si bien es sabido que históricamente  fueron ellos quienes marcaron los cánones éticos y estéticos del mundo occidental (al menos desde el siglo XIX en adelante así lo fue) desde hace poco menos de una década que el nuevo cine francés comenzó a materializar en pantalla historias relacionadas con cuestiones de sexualidad y hasta se animaron a poner en ellas escenas de sexo explícito que antes hubieran sido impensadas.

Esta tendencia queda reflejada en films como L´inconnu dulac (donde se relata la historia de un crimen que sucede en una isla alejada de la ciudad a la que asisten homosexuales en busca de amantes ocasionales) Les rencontres d´aprés minuit (en la cual un grupo heterogéneo de seis personas se da cita en una casa alejada para llevar a cabo una orgía) o en la decena de cortometrajes que se exhibieron en el French Film Festival de este año y donde los traumas referidos a cuestiones sexuales y el avance islámico sobre la región fueron el eje temático de los trabajos que conformaron la muestra (De hecho, una de las grandes candidatas en la sección largometraje fue Eastern boys, historia de amor gay con un trasfondo social en el que la nacionalidad de algunos de los personajes son puestas en pantalla  como un estigma directamente proporcional al de sus elecciones sexuales).

Una de las claves del cine comercial (a diferencia de lo que sucede con el cine de autor) es que las historias de amor convencionalmente son pensadas para un público heterosexual y aquellas que versan sobre personas del mismo sexo quedan sujetas a la voluntad de algunos realizadores de renombre que se jueguen a mostrarlas sin tener la sensación de que pueden abortar sus carreras antes de comenzarlas. 

Pero lo cierto es que,  cuando un director decide contar una historia de amor entre personas del mismo sexo, por lo general, lo hace con protagonistas masculinos y no con mujeres.Quizás la clave para entender esa elección esté relacionada con la visión religiosa y sacra que Occidente  tiene de la mujer donde la ubica en el rol de madre, esposa o, generalmente,  puesta al servicio de la familia o del hombre que la acompaña.

Siguiendo la línea ideológica basada en los principios de igualdad, fraternidad y libertad hubiera sido inentendible que no fuera en territorio galo donde apareciera la primera historia de amor de dos mujeres alejada del punto de vista pontificador y sectario que en muchos países del mundo occidental aun persiste (una película asi en Italia o en muchos países de América latina hubiera sido impensada). Y fue nada menos que Abdelatiff Kechiche quien tomó la posta para redimirse con un colectivo social que esperaba desde hacía años una producción cinematográfica que estuviera al nivel de la cuestión sobre la cual intentaba echar luz.

El director de origen tunecino (pero nacionalizado francés) hizo de las cuestiones de género y la discriminación los temas centrales de algunas de sus piezas anteriores. En 2007 filmó La graine et la mulet (drama que tiene como protagonista a una familia del norte de Africa que sufre la exclusión y la xenofobia) y,en 2010, cautivó al público europeo con su Venus negra, drama de tipo antropológico en el que contaba la historia de Saartjie Baartman, una mujer sudafricana que en el siglo XIX fue mostrada como un animal en la Academia Nacional de Medicina de París. 

Es por eso que desde su mirada particular y su compromiso con las cuestiones referidas, La vida de Adele es un film que significa mucho más que una simple historia de amor de dos jovencitas en el seno de una Lille del siglo XXI. Los personajes elegidos por Kechiche son dos chicas de clase media alta como lo es la media de la sociedad francesa en la actualidad. Adele es una joven que está saliendo de la adolescencia y entrando en esa etapa conflictiva que implica el abandonar el secundario y comenzar una vida universitaria, debiendo buscar un trabajo para sobrevivir y tomando conciencia de que se es un adulto. 

Por otro lado, Emma es una estudiante de bellas artes, hija de padres separados, con su sexualidad totalmente asumida la cual vive en plenitud sin temor a sufrir discriminación o ser señalada por la sociedad. Y es en ese contraste de personalidades donde la historia de amor resulta atractiva por el espectador. Adele representa la consecuencia ética y moral de una sociedad que imprime los valores en las personas como verdades absolutas y Emma es quien aparece en su camino para demostrarle que lo instituído no siempre acompaña a los sentimientos y mucho menos en tiempos donde todo parece estar sometido a duda y a revisión.

Así es como Adele se ve seducida por la libertad y la sinceridad de Emma y a poco de iniciada la trama acepta aquello que le sucede, olvidándose de los mandatos y los preceptos que le fueron impresos para vivir una historia de amor aun cuando sabe que será blanco de discriminación por parte de quienes formaban parte de su círculo íntimo.La relación entre ambas logra un grado de simbiosis tal que Adele experimenta ante  los ojos del espectador un gran crecimiento y logra afianzarse en su carrera de docente sin sentir que es discriminada o puesta en evidencia a causa de la elección de vida que realizó. 

Pero como sucede en toda historia de amor, ninguna de las dos protagonistas estará alejada de las de las infinitas  posibilidades que ofrece la vida amorosa (incluidas la experimentación de nuevas situaciones o la infidelidad) y eso las llevará a replantearse – como sucede en cualquier relación humana independientemente de las cuestiones referidas a la elección sexual- la continuidad de la pareja y la concreción de una vida en común.

Abdelattif Kechiche logra una pieza excepcional, llena de situaciones que dejan al descubierto la fragilidad y la inseguridad a la que están sometidos los seres humanos, despojadas de la mirada culposa o discriminatoria que generalmente sobrevuelan las películas que cuentan historias de este tipo. Tanto Adele como Emma son dos jóvenes que representan la posibilidad de someter a juicio el canon ético y moral de la sociedad moderna y dejan al descubierto la distorsión que existe entre la vida real y aquella que culturalmente se intentó imponer a lo largo de la historia como infalible y valedera.
Muchos críticos – e incluso espectadores- creyeron ver en La vida de Adele sólo una historia de amor entre dos jóvenes lesbianas (Sin mencionar aquellos que sólo focalizaron en las escenas de sexo explícito, las cuales podrían llegar a ser junto a la extremada duración de casi tres horas, los únicos elementos discutibles del film). 

Pero lo cierto es que es mucho más que eso. La vida de Adele es básicamente un tópico para  plantear un debate más profundo y que tiene que ver con la concepción de libertad en la vida moderna, de la cual se desprenden, entre otras, las cuestiones de sexo o de género.

Premios
2013: Festival de Cannes: Palma de Oro (Mejor película) y Premio FIPRESCI
2013: Premios César: Mejor actriz revelación (Exarchopoulos) 8 nominaciones
2013: Globos de Oro: Nominada a Mejor película extranjera
2013: Critics Choice: Mejor film de habla no inglesa y Mejor intérprete joven
2013: Premios BAFTA: Nominada a Mejor película de habla no inglesa
2013: Premios David di Donatello: Nominada a mejor película europea

LA VIDA DE ADELE (Francia, España,Belgica-2013), Dirección: Abdelattif Kechiche, Guión: Abdellatif Kechiche, Ghalya Lacroix (Novela gráfica: Julie Maroh)Elenco: Adèle Exarchopoulos, Léa Seydoux, Salim Kechiouche, Mona Walravens, Jeremie Laheurte, Alma Jodorowsky, Aurélien Recoing, Catherine Salée, Fanny Maurin,Benjamin Siksou, Sandor Funtek, Karim Saidi, Fotografía; Sofia Elfani, (180´- Color).

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