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25 Apr
25Apr

"El estado no es más que un mecanismo de opresión de una clase por otra, lo mismo si se trata de una democracia que de una monarquía". Fredrich Engels 

Zagreb, 1998. Noche/Interior de un tren

Conocí Zagreb en una fría noche de febrero, en camino hacia Budapest y a poco tiempo de iniciado el nuevo milenio. Cuando el tren llegó a la estación y las ruedas se detuvieron frente al cartel que exhibía un mensaje en idioma parecido al ruso, pude ver la contrariedad y el dolor que se reflejaba en la cara de quienes estaban en el andén. Desde hacía un tiempo los bombardeos en la zona se habían intensificado nuevamente y parte de la población, intentando huír de un destino que parecía no darles otra chance que la atomización de su etnia, comenzó a buscar nuevos horizontes y cielos dispuestos a darles cobijo y algún sentido de pertenencia.

Cuando me pidieron el billete en Venecia, uno de los dos guardas del tren me avisó que si en la estación de Zagreb golpeaban la puerta de mi camarote que no abriera bajo ningún punto de vista, ya que mucha gente solía meterse por las ventanas  y así, obligar a los pasajeros a que compartan el camarote y, de ese modo, llegar gratuitamente hacia cualquier ciudad que se encontrara fuera del perímetro de beligerancia en el que estaban inmersos.

Después de casi cuarenta minutos detenidos en la gélida medianoche de Zagreb, las ruedas volvieron a ponerse en marcha. Oí ruidos provenientes del pasillo. Me inquietaron  unos golpes y  gritos en idioma parecido al ruso que en poco tiempo se confundieron con el violento traqueteo que producía el roce de las ruedas en las vías. Abrí la puerta y me encontré a la policía croata deteniendo a una pareja de jóvenes estudiantes que intentaban escapar de la guerra del modo más romántico que podría haber: sin dinero y sin papeles.La joven lloraba mientras intentaba juntar unos libros que al parecer cayeron cuando irrumpieron en el camarote y el joven, esposado y con la cabeza gacha no emitía sonido. 

El tren se detuvo nuevamente en medio del páramo y la policía los bajó del vagón, para subirlos luego de mal modo a un vehículo oficial y así perderse juntos en la húmeda neblina que vislumbré desde la ventanilla de mi camarote. Ante mi estupor, el guarda de la flota se acercó y me dijo que me quedara tranquilo, que lo sucedido no era mas que “uno de los tantos ejemplos de indisciplina que suceden en un país que en cualquier momento va a desaparecer”.

Tres años después en la primera plana de internacionales de un diario argentino leí la noticia de que aquel presagio realizado a kilómetros de Zagreb se había cumplido de un modo inexorable. Yugoslavia ya no existía más. Serbia y Montenegro fueron los últimos dos estados que pusieron fin a aquel conglomerado geográfico y cultural gobernado por el Mariscal Tito. De ambos sólo quedaba el recuerdo y la sensación de que el país del nunca jamás había encontrado en ese rincón de Europa su par en el mundo real.

Cinema Komunisto. BAFICI 2012. Interior/Sala de cine

Aquella noche de febrero en Zagreb fué un Deja-vu inevitable cuando ví la propuesta de Cinema Komunisto publicada en el catálogo del BAFICI 2012. Los documentales de temática histórica siempre fueron una de mis grandes debilidades, y cuando versan sobre temáticas relacionadas con lugares provenientes del este de Europa, aún más (quizás por eso de que es imposible huir del mandato familiar en el que se encuentra buena parte de la historia propia).

El film de la directora Mila Turajlic es un clásico ejemplo de las puestas en escena tan bien desarrolladas por directores del este europeo, donde la estructura de muñecas rusas o cajas chinas (en las que una esconde otra en su interior y ésa a su vez, muchas más) dan lugar a relatos interconectados, relacionables y con temáticas en común.Apenas iniciados los créditos, un trabajador de la industria cinematográfica nacional aparece en pantalla contando que en Yugoslavia funcionaron los estudios de cine mas grandes del este euopeo, sólo comparables a los de Cinecittá en Italia. 

A los pocos minutos aparecen las primeras imágenes de las luchas y enfrentamientos entre los diferentes pueblos que formaban el bloque, para terminar luego en la vida del Mariscal Tito, personaje clave en la historia del país y figura más que decisiva en los hechos que desencadenaron la extinción del Estado.

Y eso es justamente Cinema Komunisto; un film que toma como punto de partida un pasado de gloria cinematográfica (perdido allá lejos y hace tiempo), para contar la historia de un país que ya no existe y, con esos dos elementos, sobrevolar con una mirada omnisciente la intimidad del mariscal Tito y su esposa, los cuales a su vez, entre sobremesas y tertulias de cine, terminan dando un acabado retrato de una forma de hacer política en la región tan temible como dominante (aunque él muriera con el beneficio de nunca haber sido considerado dictador sino, por el contrario, “Presidente perpetuo” del estado yugoslavo).

Así, a  lo largo de la hora y media que dura el interesante y rico relato audiovisual, desfilan frente a la cámara de la directora una serie de personajes que hicieron el cine mismo de aquellos años y que tuvieron el “honor” de conocer al mariscal en persona o, en algunos casos (como el de el proyectista personal), de haber trabajado directamente con él (el momento más emotivo sin dudas es cuando éste último regresa a la residencia del mariscal luego de que fuera bombardeada por aviones de la OTAN y reconociera sólo los cimientos que antaño sostuvieron una estructura palaciega).

El film es muy interesante por varios aspectos. El primero de ellos está relacionado con la posibilidad que brinda el documental de lograr un acercamiento a un momento histórico sobre el cual hay poco investigado, filmado y difundido. En segundo lugar por que expone una situación velada para la mayoría del público que es la información referida al glorioso pasado cinematográfico del pueblo yugoslavo y, por último, por que desnuda a uno de los personajes más importantes de la historia de Europa en el siglo XX y que lo emparenta con otros como Lenin, Benito Mussolini, Adolf Hitler, Francisco Franco, Winston Churchil, Nicolae Ceauceascu, José Stalin y Mijail Gorbachov entre otros. 

Tanto desde lo cinematográfico como desde el punto de vista histórico Cinema Komunisto es una interesante propuesta, excelentemente documentada, con un uso de los recursos cinematográficos explotados al máximo y que, además, en su primera proyección obtuvo una excelente afluencia de público en el BAFICI. 

Seguramente, en un futuro no muy lejano será estrenada en alguna sala dedicada al cine de autor de la Ciudad de Buenos Aires y allí podrán verla todos aquellos que quedaron sin entradas para esta oportunidad. Un film para no perderse si son amantes de la historia y de vital importancia para todos aquellos que en un viaje al viejo continente tengan pensada una visita a cualquiera de los puntos que otrora formaron la Yugoslavia y hoy funcionan como estados independientes (Eslovenia, Croacia, Bosnia y Herzegovina, Serbia, Montenegro y Macedonia).

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