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04 Mar
04Mar

"Termina siempre así, con la muerte. Pero antes hubo vida. Y todo sedimentado bajo los murmullos y el ruido. El silencio y el sentimiento, la emoción y el miedo. Los demacrados, caprichos destellos de belleza. Y luego la desgraciada miseria y el hombre miserable. Todo sepultado bajo la cubierta de la vergüenza de estar en el mundo… Más allá está el más allá. Yo no me ocupo del más allá… por lo tanto que esta novela dé comienzo. En el fondo es sólo un truco, sólo un truco." 

En la década del sesenta Roma era el centro del mundo. Los ecos de la Segunda Guerra Mundial parecían haberse esfumado en el horizonte y a la capital italiana llegaban personajes de todo el mundo para vivir lo que por entonces se conocía como “Il modo di vita italiano” o el “Dolce far niente” acuñado por quienes tenían la posibilidad de vivir la gran vida sin trabajar y sólo intentando el goce a tiempo completo.

Por entonces el genio de Fellini inmortalizó aquellos años donde el mundo miraba a Roma y gracias a un guión insuperable y un elenco único en su estirpe logró La Dolce Vita, una de las películas más emblemáticas de aquel período y que sirvió (y servirá) de documento para testimoniar los años de bonanza y  de presencia a nivel internacional como nunca después volvió a desplegar la cittá eterna. 

Pero los años pasaron y Roma dejó de ser la ciudad del vivir de noche y dormir de día, estar “In vetrina” (como reza la canción de Katyna Ranieri en la banda sonora del film de Fellini) o justificar la vida únicamente para formar parte del “successo” ficticio que creaba estrellas tan fugaces como los talentos que decían tener y que se terminaban en el mismo momento en que los primeros rayos de sol les daba en la cara y les devolvía la realidad como a Cenicientas decepcionadas.Sobre la base filosófica y estética de aquellos años es que Paolo Sorrentino se basó para filmar 

La Grande Bellezza, un film que acaba de ser premiado con el Oscar a mejor film en lengua extranjera 2014 y que, además de ser una pieza interesante, cuenta con todos los elementos para formar parte del panteón de obras de arte de la cinematografía italiana. Ya desde los primeros fotogramas - con las exquisitas tomas del Gianícolo  romano - se evoca la fuerte presencia y la importancia de la ciudad como el espacio en el cual todo es posible, pese a estar a unos cuantos años de la década del sesenta y en medio de una crisis sustancial como la que vive Italia en estos momentos.

La historia de la Grande Belleza transcurre en la Roma actual y tiene como principal protagonista a Gep  Gambardella, un periodista y escritor sesentón, dandy por naturaleza, bon-vivant irrecuperable y que parece ser el fantasma de aquel Marcello de la Dolce Vita (el mismo que bailó junto a Anita Ekberg en las aguas de la Fontana di Trevi) y que parece haber quedado pululando en la Roma actual buscando el más mínimo atisbo de aquellos años en los que Roma era un gran cabaret y allí la vida, a diferencia de lo que sucedía en el resto del mundo, era preciosa.

La nostalgia por aquellos años puede verse desde los primeros minutos del film, en la intensa escena de la fiesta en la que suena una versión remixada de “A far l´amore commincia tu” (el gran éxito de Rafaella Carrá ahora remixada por Bob Sinclair) donde el periodista, pese a sus años, aparece como el alter ego de cada uno de los asistentes al evento el cual por  momentos se alza como una verdadera kermesse enclavada en el corazón de la Roma antica, con una vista inigualable del Coliseo Romano.

Pero más allá de las fiestas, el glamour, el modo de vida principesco y los aires de intelectualidad que con el paso de los años van quedando en evidencia como una gran farsa, Gep atraviesa uno de los peores momentos de su vida ya que acaba de tomar conciencia de la vida artificial que vive y que – como lo dice en charla de amigos a la luz de la luna- lo único que le queda es pasar el tiempo con ellos intentando dulcificar la mala vida que les ha tocado vivir pese a que muchos la crean como el paradigma de la felicidad.

En ese discurrir por los sitios y rincones más bellos de la ciudad Gep recibe la noticia de que su primer amor murió amándolo en silencio y es allí  donde comienza a replantearse cuestiones inherentes a la condición humana y utilizará para ello el corolario de amigos y contactos que lo hacen uno de los hombres mas envidiables y seductores de la farándula (entre los cuales no quedan fuera ni siquiera los miembros más altos del clero ni “ La Santa”,  una monja de 104 años con poderes espirituales que, sobre el final de la historia, pone frente a sus ojos el gran secreto de la vida, que es mucho más sencillo que esa “Gran Belleza” que él pasó su vida buscando y que lo hizo llegar hasta ese punto en esas condiciones de infelicidad )

El film abunda en elementos que justifican el haber sido galardonado con la máxima estatuilla al mejor film en lengua extranjera. Así como ya había sucedido con Cinema Paradiso de Giuseppe Tornatore y con La Vita é bella de Benigni, La Grande Bellezza es una película que merece estar ubicada entre las mejores del cine italiano.Si bien mucho se podría hablar de los aspectos técnicos (impecables todos ellos partiendo de  la adecuada dirección, el guión, las actuaciones, la música inolvidable y la excelente fotografía) el elemento que quizás más la posicione en el lugar de italianísima es el extenso homenaje que Sorrentino le hace a Fellini al tomar la posta de la Dolce Vita y revivirla en la Roma actual, decadente e hipócrita en partes iguales. 

En cada una de las escenas se puede ver el espíritu díscolo de Fellini reflejado tanto en la ética (ejemplificada en las largas charlas filosofando sobre la vida o los diálogos profundos que demuestran diferentes estadios de la vida de Gep) como en la estética (vista en el vestuario, la delicada composición de escenas con reminiscencias fellinescas o la incorporación de las más importantes obras de arte que forman el patrimonio cultural e histórico de Roma).

Cuando la historia concluye y los títulos pasan lentamente sobre una música que emociona y descomprime la carga dramática de la última escena, al comenzar el largo travelling que sobrevuela el Trastévere desde la mirada de un pájaro uno como espectador tiene una doble sensación: por un lado que vió una de las películas más bellas que haya dado el cine italiano en su historia y, la otra, es la sensación de que si Fellini viviera, sin lugar a dudas, filmaría como Sorrentino. 

LA GRANDE BELLEZZA (Italia, 2013). Dirección: Paolo Sorrentino, Elenco: Toni Servillo, Carlo Verdone, Sabrina Ferilli, Giorgio Pasotti, Serena Grandi. Músicalización: Lele Marchitelli, Vestuario: Daniela Ciancio. (142´- Color)

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