Desde la aparición de la semiología como ciencia independiente dentro del mundo del pensamiento, uno de los postulados que más hondo ha calado en el inconciente colectivo es aquel que dice que “una imagen vale más que mil palabras”. Y esto es por que las imágenes tienen una carga significativa tan grande, que a veces, por sí solas llegan a perfeccionar un mensaje, logrando que se pueda prescindir de las palabras a la hora de poner en funcionamiento cualquier acto de comunicación.
Un buen exponente de que no hacen falta para desarrollar una buena historia, es sin dudas, el director francés Albert Lamorisse, quien a mediados de la década del cincuenta, se apartó de la tendencia sonora que imperaba por entonces y se decidió a rodar El Globo Rojo, una historia carente de diálogos pero cargada de una enorme expresividad, la cual no tardó en convertirse en una de las películas más movilizadoras que haya dado la cinematografía francesa en toda su historia.
Le Ballon Rouge (filmada en el mítico barrio parisino de Montmartre)cuenta la historia de un niño que va camino a la escuela y delante de sus narices, se le aparece un globo rojo, que al igual que un perro perdido comienza a seguirlo por todas partes.
El pequeño lo toma, pero allí descubre que sus maestros lo regañarán si ingresa con él en el aula, así que decide dejárselo en guarda a un vendedor ambulante de la zona, hasta que finalice la jornada. A la hora de la salida, cuando todos los niños se marchan, el globo se vuela del puesto del comerciante y se dirige directamente a la puerta de la escuela, esperando a que el niño lo recoja y lo lleve consigo a su casa.
De esa forma quedará sellada una relación que por momentos parece ser de dueño-objeto y por otras, de una gran unión, como si se tratase de una misma persona. El globo depende del niño y el niño ha encontrado en el misterioso balón, el amigo que tanto necesita y que le cuesta conseguir en las desoladas y oscuras calles de Montmartre.
Pero la comunión con el globo peligrará, cuando un grupo de pequeños vándalos que pasan sus días matando pájaros con su honda, al ver al niño portando semejante globo, deciden quitárselo para acabar con él, pero el globo, como si fuese conciente de que desean aniquilarlo, se devanea de un lado a otro, moviendo su hilo y se les escapa de las manos, volando hacia donde está su dueño, quien desde la ventana de su apartamento, lo toma entre sus manos y lo rescata sano y salvo.
A partir de ese momento, la pequeña pandilla callejera no cesará hasta alzarse con el globo como trofeo de guerra, para lo cual perseguirán al pobre niño hasta el cansancio, obligándolo a esconderse en los rincones más insospechados del barrio.
Con este film, cargado de expresividad y de una estética extremadamente melancólica, Lamorisse elabora un universo de emociones basado únicamente en las actitudes de un niño que se desplaza por la ciudad sin más compañía que la del globo, expresando con sus formas de moverse y con sus miradas, todo aquello que debe callar ante la falta de algún personaje que se detenga a escucharlo o a compartir algo con él.
El globo como símbolo icónico, bien podría ser tomado como la representación supletoria de todo aquello de lo que carece el pequeño. Así es como inmerso en un mundo de adultos, donde los de su mismo género, edad y condición le niegan su amistad, desde algún lugar (no se sabe de dónde), alguien se apiada de él (no se sabe quién) y le envía este “compañero” en forma de balón rojo para que vuelva a conectarlo con el juego y la ingenuidad, dos aspectos fundamentales de la infancia, y que el pequeño había perdido desde hace tiempo.
Desde su estreno y en años siguientes, el film cosechó importantísimos premios a nivel mundial. Incluso, en el año 1956 logró que el jurado del Festival de Cannes incorporara una nueva sección dedicada a los cortos (debido a que no podía competir como largometraje dado que dura 35 minutos) obteniendo así la Palma de Oro en la sección Cortometrajes.
Cuatro años después, ya convertida en una verdadera obra de culto, la Editorial Hachette publicó un libro de 50 páginas, basado en el guión e ilustrado con los fotogramas más representativos del film.
EL GLOBO ROJO. (Francia, 1956) Dirección: Albert Lamorisse. Elenco: Pascal Lamorisse, Renaud Séchan et David Séchan. Director de Fotografía: Edmond Séchan. (35 minutos, Color)