Debería existir en cine alguna norma que establezca que cuando una obra haya alcanzado un grado de excelencia insuperable, nadie más tendría que filmarla. Plagado está el mundo del séptimo arte de versiones de films (o de clichés) que supieron ser verdaderas obras de arte y que luego acabaron degradadas por otros realizadores, quienes no sólo deformaron en algunos casos los textos originales sino que, además, en otros, pusieron en riesgos sus carreras a punto tal de tirar por la borda años de trayectoria y de buen nombre.
Cuando se indaga en algunos clásicos del cine de terror, el de Drácula (al igual que Frankenstein u otros del género) es quizás uno de los mitos literarios que más cantidad de versiones ha sufrido a lo largo de la historia. Pero más allá de que nadie pueda negarlo, es probable que los cinéfilos de ley, además de reconocer al de Bela Lugosi como el mejor logrado, seguro opinarían que en el cine moderno, la increíble versión que hiciera Francis Ford Coppola es quizás la que mejor recompuso en imagenes la trama de Stoker y su vampiro enamorado.
Pocos otros directores alcanzaron como Coppola una versión de Drácula tan minuciosamente elaborada y cuidada hasta los más mínimos detalles, tanto que muchos sostienen que es una de las piezas cinematográficas que podrían ocupar un sitio en alguna pared de cualquier museo de arte contemporáneo de las ciudades más importantes del mundo.
Así es como después de su exhibición (y el arrasamiento de premios en festivales internacionales) pocos se animaron a filmar una nueva versión del clásico vampiro y debió pasar un buen tiempo hasta que alguien recogió el guante.Y el valiente no fue otro que Dario Argento, el mismísimo maestro del horror italiano y creador de los clásicos más exitosos del giallo europeo. Cuando la noticia del estreno se hizo pública la prensa mundial y los críticos de cine afilaron sus lápices porque creían que iban a asistir a un film de calidad, refinado y con grandes capacidades para superar a aquel trabajo que Coppola hiciera casi dos décadas atrás.
Pero lamentablemente las expectativas superaron a la obra pese a que ésta fuera promocionada como el gran regreso del maestro italiano y su incursión en el mundo del 3D; dos elementos que en nada incidieron para que no se produzca el rechazo del público, incluso del de aquellos amantes de su obra (entre los cuales me incluyo).
EL PORQUÉ DE LA DESILUSIÓN
De más está decir que jamás la crítica tendría que analizar un film comparándolo con otro, pero, lamentablemente, como bien se dijo antes, cuando la versión que antecede a la última es de un nivel inigualable se hace muy difícil no pedirle a la nueva que supere a la anterior. En el caso de la pieza de Argento varios son los elementos que hacen que el film sea una de las peores experiencias del director y que quedará en su trayectoria como una mancha negra aunque, dado su genio y capacidad de regista, en nada afectara a su figura “de autor”.
Uno de los primeros elementos que hacen ruido en esta nueva versión es la descontextualización geográfica de la historia. Transilvania y su mítico castillo es borrado del mapa y, a cambio, se la ubica en una ciudad ficticia con nombre de tendencia americana. Luego, el personaje de Johnatan Harker (interpretado por el español Unex Ugalde) no es un agente inmobiliario que atraviesa los Cárpatos con la misión de hacer una transacción comercial con el conde sino que, aquí, es un bibliotecario que es contratado por el vampiro para que le ordene la increíble biblioteca que mora en un lujoso subsuelo de estilo medieval.
Asimismo los personajes de Mina (en la piel de la anodina Marta Gastini) y Lucy (Asia Argento) más allá de la altura y el nivel de actuación que implican sus problemáticas, quedan muy por debajo de lo requerido y provocan más gracia (sobre todo en el caso de la bizarra actuación de Asia Argento) que escenas cargadas de dramatismo, como sí logró Coppola con las actuaciones de Wynona Rider y de Keanu Reeves respectivamente.
El otro elemento que llama la atención es la estética que le ha querido imprimir a la pieza (con una paleta de colores virada hacia los ocres y marrones) y la utilización de planos y secuencias dignas de los años de oro del giallo, aunque ni siquiera con ellos se logra amalgamar una propuesta visual interesante que logre captar la atención del público. Respecto a lo actoral, tanto en lo que a dirección de actores como en lo que a actuaciones respecta, en ninguno de los casos llegan siquiera a un mínimo nivel de calidad, necesario para sostener al importante guión y la sombra de clásico indiscutido que es para la literatura internacional.
Es por eso que si se analizan cada uno de los aspectos técnicos y artísticos de la película, se llega (lamentable y tristemente) a la conclusión de que lejos de asistir a una pieza del nivel al que Darío Argento tiene acostumbrado a su público y que más se parece a una película de clase B que a una obra de un realizador consagrado y lleno de laudos en el mundo del séptimo arte.
Quizás no sea Drácula un personaje que pueda adaptarse al modo de pensar de los italianos (sobre todo teniendo en cuenta que no hay versiones de la historia del vampiro en ese país y las pocas alusiones que se hicieron –de parte de autores como Mario Bava- también fueron poco felices y nada aportaron al género ni a la obra).
Al final la historia filmada por Argento deja al descubierto la posibilidad de una secuela con un fin abierto. La música que suena de fondo (en estilo heavy metal) sumada a la estética de dudosa calidad y una tipografía de títulos poco menos que apreciable, invitan al deseo de que no la repita y que dedique su tiempo a crear algunas de esas historias llenas de suspenso, horror y que lejos de necesitar de un monstruo o un ser mitológico que las sostengan surgen del seno mismo de los hombres de todos los días, de carne y hueso y que conviven a diario entre nosotros.
DRACULA (2012-Italia-España) Dirección: Dario Argento, Elenco: Thomas Kretschmann, Unex Ugalde, Rutger Hauer, Asia Argento, Marta Gastini, Miriam Giovanelli. Guión: Enrique Cerezo-Dario Argento, Música: Claudio Simonetti, (110´-Color)