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27 May
27May

Hay películas en la vida de las personas que son decisivas. Mi adolescencia coincidió con la era de los videoclubes y asistir a ellos era toda una fiesta. Allí habitaban miles de cajas de cartón y de plástico que esperaban ser rescatadas del exhibidor (recuerdo que por entonces se los conocía como Salka, nombre que provenía de la marca) para iniciar el camino hacia nuestros hogares y regalarnos una hora y media de entretenimiento y diversión.

Por entonces ver las novedades era algo muy complicado. Reservar el vhs era imprescindible y se alzaba como la única manera de tener el estreno en las manos, aunque, incluso estando en la lista,  a veces había que esperar hasta un mes para hacerse del tan ansiado título. Es por eso que, ante la dificultad de ver estrenos y tentado por la amplia oferta que ofrecían esas paredes repletas de cajas con fotografías me decidí por alquilar aquellos títulos que estaban muchas veces “fuera” del circuito comercial o más popular. Y para ello usaba la intuición y lo que me proponían los afiches, de los cuales me hice un agudo observador además de fanático, característica que aún hoy conservo.

Así es como gracias a esa elección descubrí un cine que, sin saberlo, era considerado de autor, y poco a poco, también de un modo inconsciente me encontré viendo películas que en su momento no ofrecían mucho (desde la crítica) pero que con el tiempo llegaron a ocupar un lugar de privilegio en la historia del cine. Y ese fue, entre tantos otros, el caso de Aquarius la ópera prima de Michele Soavi y que significó para mí el billete de ingreso al mundo del cine giallo y mi posterior devoción (no es bueno que un crítico utilice este tipo de vocablos, pero éste es un nombre con el cual me lo permito) por Dario Argento, padre indiscutido del género en el cine italiano.

Antes de quedar obnubilado e impresionado por la historia, lo primero que me llamó la atención de Aquarius fue el afiche de la portada en la caja del VHS. Una mano con garras de ave en primer plano clava un cuchillo sobre una superficie y detrás de ella, en segundo plano una cabeza de búho iluminada a medias observa una caja de cristal con una cabeza dentro. Debajo del título en una letra con tipografía sangrienta ponía el siguiente epígrafe “Esa noche sus gritos no fueron escuchados…” y lo cierto es que esos puntos suspensivos, sumados al cartel, hicieron que no dudara y que luego de alquilarla, apurara el paso hasta mi casa y así acabar con la intriga que me habían sembrado todos aquellos elementos visuales.

La historia de Soavi trata de un grupo de jóvenes actores que se encuentran preparando la puesta de un musical llamado HORROR MUSIC (en el cual los neones, el vestuario, los peinados y la excesiva iconografía suponen una muestra del pop Warholiano más puro) y deben parar el ensayo cuando Alicia, la protagonista del musical sufre una torcedura en su pie y debe acudir al hospital más cercano. Como no puede ser de otra forma, afuera es de noche, llueve torrencialmente y la joven se va sola en su auto, dejando al resto del elenco sumido en un descanso obligado y que sirve de excusa para que exhiban frente a la pantalla las miserias y los egos que los caracterizan como artistas.

Mientras tanto la joven llega al hospital (en el cual se encuentra internado Irving Wallace, un peligroso asesino serial) y es curada de inmediato. Antes de abandonar el lugar, sin saberlo, el asesino verá en su llegada una forma de huir del hospital a bordo de su automóvil. Así comienza una verdadera noche de horror, ya que al ingresar al teatro con su auto, el asesino se escurre entra bambalinas y, luego de matar al actor que interpreta al hombre búho del musical, vestido con ese traje comenzará un raíd desquiciado que durará hasta el amanecer y que se irá cargando uno a uno a los personajes del horror show.

Con esa trama y una música genialmente pensada para cada uno de los momentos que se cuentan el film es una verdadera montaña rusa y logra, sobre el final, que Soavi se gane la corona como una de las grandes promesas del género dentro del cine italiano. Pocas veces una ópera prima logró tan alto nivel no sólo en la trama, sino también en las actuaciones, la dirección de arte, la música y la adecuada creación de momentos y atmósferas que provocan un suspenso sólo comparable al estilo de Hitchcock.

Respecto a las influencias, la crítica no ha sido nada benévola con esta pieza y han llegado a decir que Soavi era un soberbio principiante que lo único que había hecho era copiar a Darío Argento e intentar, con esa ópera prima, intentar destronarlo como maestro del giallo y disputarle el cetro que por su talento y trayectoria había alcanzado (cabe aclarar que al momento del Aquarius Argento ya contaba con más de una década en la industria del cine).Pero cuando se analiza la obra que Soavi logró llevar a cabo con el tiempo, queda más que claro que jamás quiso destronar al maestro del terror itálico sino que, además, llegaron a trabajar juntos en proyectos como La Secta y La Chiessa, luego de que fuera su segundo ayudante de dirección en clásicos como Tenebre y Trauma.

Aquarius es un film al que se le pueden objetar muchas falencias. La mayoría hace foco en algunos errores de guión, otros respecto a las actuaciones (que es más que claro que no son parejas y que se hubieran podido equilibrar de haber mediado una dedicada dirección de actores) y aquellas relacionadas con el mote de “film de bajo presupuesto”, como si la falta de dinero fuera una causal para que no se pueda perfeccionar una obra de calidad. 

Sin embargo, más allá de todas esas críticas, la pieza guarda una frescura que pocas veces se volvió a ver en producciones del mismo género. Después de ella nadie filmó como Soavi (salvo Argento) y las pocas o nulas propuestas jamás llegaron a alcanzar el éxito y el fanatismo que logró Aquarius, la cual logró transformarse en una película de culto y difícil de conseguir, incluso, en el mundo del coleccionismo.

Al ser estrenada en varios países y haber sido la estrella indiscutida en varios festivales dedicados al cine de horror (la primera palma la recibió en el reconocido Festival de Avoriaz)fue editada bajo diferentes títulos y es por eso que se la puede encontrar en español como Aquarius (Aullidos de pánico) o Pánico en la escena, y en otros idiomas como Deliria, Delleria, Stagefright o Bloody bird. 

Treinta años pasaron ya desde el estreno en las pantallas del mundo. En muchos países (como el nuestro e incluso en Estados Unidos) pasó desapercibida. En Italia fue desestimada por la crítica y denostada por los amantes del cine de Argento pero es un film que no sólo vale la pena ver sino que además es una pieza fundamental para entender el desarrollo del género en Italia (y no sólo eso sino para entender el género mismo, el cual guarda cierta complejidad).

Además Soavi tiene una deuda pendiente con los fanáticos del film y es que, en algún momento, filme la secuela porque el final lleva tres décadas abierto y sigue esperando que, con su particular mirada e ingenio, nos regale una noche más de suspenso en aquel claustrofóbico y horroroso teatro de alguna ciudad europea.

AQUARIUS (1987, Francia-Italia), Dirección: Michele Soavi, Elenco: David Brandom, Bárbara Cupiste, Doménico Fiore, Clain Parker, Simon Sadon, Frank Senica, Guión: Sheila Golberg, Música:Guido Anelli, Stefano Mainetti, Fotografía: Renato Tafuri, Maquillaje: Paola Bianchini, Pietro Tenoglio. (90´, Color) 

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