Lejos de las marchas del orgullo gay o de los matrimonios igualitarios, en la década del 90, la mayoría de los países occidentales seguían contando a la homosexualidad dentro del listado de conductas inapropiadas o tabúes. Si bien Francia con su espíritu de vanguardia, apertura y tolerancia protegía de algún modo a sus celebridades que la ejercían libre y públicamente (tales como el caso de diseñadores, aristas plásticos o actores) en el ámbito del hombre común o fuera del Star-System la realidad era bien distinta, desde una mirada de otredad y pontificatoria tal como sucedía en el resto de países que se suponían por debajo del pensamiento francés.
Así no es difícil imaginar que por aquellos años no era lo mismo ser gay en París que en el resto del país o proviniendo de estratos sociales medios en oposición a aquellos que provenían de la burguesía y que, amparados bajo roles de prestigio socialmente aceptados, la ejercían de manera liberal sin tener que esperar del otro lado una respuesta discriminatoria.
Ahora bien, cuando se llega a la conclusión de que ser homosexual de clase media en aquellas épocas se tornaba insostenible, el drama podría considerarse una verdadera tragedia cuando dicha sexualidad se manifestaba en cuerpos adolescentes, vulnerados naturalmente por el proceso lógico que implica el pasaje de la niñez a la adultez y que terminaban siendo carne de cañón para dar paso a todo tipo de traumas y experiencias nefastas.
Anthony Doncque (novel cineasta y ex productor de Incendies de Dennis Villeneuve) toma la cuestión del despertar homosexual y la pone en imágenes en algún pueblo de Francia y bajo el universo existencial de Martin. En el corto, el protagonista es un adolescente atormentado por sus sentimientos, aislado del grupo etario al que pertence y que encuentra en la cámara de Super8 el refugio ideal para registrar el mundo desde su punto de vista, el cual claramente difiere un tanto del que tiene el resto de la sociedad.
Sin embargo, el universo masculino en el que Martin se mueve (el de su padre con quien vive o el de los jóvenes que filma de incógnito para luego evocarlos en experiencias sexuales típicas de la adolescencia) un buen día se ve alterado ante la presencia de Dominique, un asistente y futuro profesor de Historia que logra sacar al joven del letargo en el que se encuentra y lo apela – de modo inconsciente- a que defina su situación sexual y logre hacerla pública, previa iniciación que venía postergando a consecuencia de los traumas que le generaba su situación.
Pero la presencia de Dominique irá mucho más allá de la relación que se supone debe establecerse entre un docente y un alumno y, lejos de acotar el vínculo al ámbito educativo, ambos lo terminan extendiendo fuera del colegio y dando rienda suelta a una experiencia que resultará inciática para los dos y que definitivamente les cambiará el modo de entender sus vidas de allí en adelante.
1992 podría entenderse como la reivindicación de aquellas historias de amor que no se podían contar por aquellos años y que sólo alcanzaban pantalla cuando respondían a los requisitos del género que podían resumirse a chico se enamora de chica, superan historia difícil y sobreviene el final feliz. Sin embargo ese no es el único mérito que se le puede reconocer ya que cierto velo autobiográfico se advierte en la trama y deja flotando la idea de cuanto de aquello influyó en la elección del tema, en el final o bien en el universo filosófico sobre el cual se desarrolla la trama.