Más allá de lo que cualquier previsión pueda hacer, a veces, la excesiva publicidad mediática hace que un film llegue a la pantalla con un extremado nivel de saturación que acaba jugándole en contra. Así parece ser el caso de la recientemente estrenada Cuando acecha la maldad, último trabajo del director argentino Demían Rugna y que lejos de representar de manera fiel todos los elogios que de ella se hicieron, como espectador deja un sabor amargo y una enorme decepción.
Cuando en 2017 Rugna presentó Aterrados muchos amantes del género pensaron que el cine de terror nacional había alcanzado su punto máximo. Con producciones de enorme nivel tales como Resurrección, Los Inocentes o La plegaria del vidente, el cine nacional dejaba en claro que había superado el trauma y el tabú que el género supuso durante años y que una buena cosecha de cineastas había forjado un interesante camino en ese sentido.
Así es como a partir de entonces, cada estreno de cine de terror se celebró enormemente y cada festival de cine de ese género fue tenido en cuenta como un enorme avance en la evolución de la cinematografía nacional. Pero en el caso del último trabajo de Rugna, lamentablemente, sucede todo lo contrario. Luego de ver el film (y de intentar atribuirle las cataratas de elogios vernáculos e internacionales que cosechó) es imposible no mirar hacia atrás y recordar los grandes logros alcanzados en Aterrados, donde dejó en claro su enorme potencial como cineasta de género y que en esta nueva propuesta desaparecen por completo como si se tratara del famoso juego de la oca en el que, si toca una mala jugada del azar, se retroceden varias casillas y hasta incluso, se puede correr el riesgo de tener que comenzar de cero el juego.
Según declaraciones a diferentes medios de prensa, Rugna explicó que luego de la experiencia de su anterior film (en el cual la trama transcurre en un ámbito urbano bonaerense) decidió que su nueva historia debía materializarse en un ámbito rural, alejado del mundanal ruido de las grandes urbes y mucho más propicio para albergar creencias, supersticiones y elementos esotéricos que tan bien le vienen al género. De esa forma, se nutrió de un amplio universo que se devanea entre lo literario y antropológico para pergeñar la historia que lo llevó a ganar el Premio a la Mejor película en el prestigioso Festival de Sitges en España.
Es por ello que la trama de Cuando acecha la maldad tiene un planteo que podría considerarse “clásico” dentro del cine de género y que está relacionado con la aparición de un ser endemoniado (el “embichado”) en una humilde casa de un pueblo de la provincia de Buenos Aires y la serie de desavenencias que suceden como consecuencia lógica y causal de aquella aparición. A partir de dicho planteo dos hermanos de la zona que son portadores de un pasado turbio y vidas atribuladas prevén la tragedia que se avecina sobre el pueblo con dicha presencia y ponen en marcha una cadena de episodios desafortunados en los que lo sobrenatural y lo fatídico determinarán el ritmo del film.
Así planteada la historia resulta interesante, pero lo cierto es que con el discurrir de la trama, aparecen algunas inconsistencias (personajes que no alcanzan el peso suficiente para el rol que se los pensó, falta de información para que el espectador pueda reconstruir algunas de las microhistorias que se desprenden de la principal y, por sobre todo, una cierta inconexión entre el texto y las actuaciones que suponen uno de los errores más notorios de la pieza) que alejan al film de poder considerarlo una pieza memorable dentro del universo de los films de terror.
Como aspecto positivo el film cuenta con algunas escenas que portan en sí mismas una serie de elementos que las vuelven verdaderos oxímoros dentro de la estructura de la trama (tales como las de la niña y el perro poseído – convertida en clásico por la difusión mediática que se hizo de ella- las de los niños en estado de zombificación que habitan en una escuela abandonada o las que hacen alusión a objetos y fetiches como salvataje del mundo demoníaco y fuerzas provenientes del bajo astral) Con esos elementos Rugna logra una historia que, al despojarla del aparato publicitario y someterla de manera aséptica a la crítica, decepciona y deja al espectador con la sensación de no haber visto lo que pensaba que iba a ver. Quizás la clave esté en que desde 2018 con el enorme logro alcanzado con Aterrados, la vara del género quedó muy alta para el director y seis años después la audiencia esperaba una pieza no sólo superadora de aquella sino, también, con cierta evolución estética dado el derrotero vivido y las posibilidades de fomentos superiores a la anteriormente citada.
Algunas de las preguntas que sobrevienen luego de ver el film son ¿Qué historia quiso contar Rugna? (porque no queda del todo clara) y ¿hacia donde quería llegar? Ya que, sobre final de la trama, luego de una serie de alteraciones mentales, posesiones y fluídos corporales en exceso dejan la sensación de que la misma concluye con un objeto que difiere diametralmente del planteo inicial. Y allí es donde algunos buenos intentos de actuación (como el de Luis Ziembrowski) también acaban expulsados del paraíso sin aportar al menos un elemento de nivel digno de rescatar.
Por todo ello, Cuando acecha la maldad es una película que da la sensación de haber sido sobrevalorada en exceso y que el hecho de haber obtenido algunos premios interesantes no llegan a considerarla una pieza de calidad o claramente memorable dentro del género. Si se analizan de manera objetiva los logros alcanzados - y reconocidos- parecen obedecer más a fines comerciales que a logros artísticos o estéticos (está más que claro el premio de Sitges le da a Rugna una pantalla interesante a nivel internacional y la inclusión de la pieza dentro de la programación de Netflix le otorga cierta pertenencia al panteón pop que de otra forma hubiera tardado en llegar)
Quizás sea esa la explicación por la cual buena parte de la audiencia nacional se haya sentido decepcionada o experimentado la sensación de vacío ante el resultado final no refleja lo que se espera de un director del tamaño de Rugna ni mucho menos del nivel alcanzado en películas del mismo género. Al parecer, nada más que una buena excusa para reflotar una de las grandes y eternas discusiones que plantea el mundo del cine: ¿Qué cine queremos o preferimos ver? ¿Un cine como arte o un cine como industria?
Calificación: ** (Regular)
CUANDO ACECHA LA MALDAD (2023) Argentina, Dirección y guión: Demían Rugna, Elenco: Ezequiel Rodríguez, Demián Salomón, Luis Zimebrowski, Silvina Sabater, Federico Liss y Emilio Vodanovich, Música: Pablo Fuu, Fotografía: Mariano Suarez, Duración 99 minutos- Color