Hubo un tiempo en que el terror fue un género de escasos recursos y los directores, con lo poco que contaban, algunas veces llegaban a lograr maravillas. Si se analiza aquellos films de las décadas del setenta u ochenta con el cristal multimedia de hoy en día, es más que evidente que la balanza se inclinará hasta hacerlas caer en la clasificación de películas de clase B, bizarras o, en el peor de los casos, de tipo “gore”, pero lo cierto es que, cuando se las ubica bajo el manto de la nostalgia por lo novedosas y queribles que fueron, no se les puede menos que rendir un homenaje, aunque sea en agradecimiento por lo que generaron en el público joven y adolescente que por entonces las consumía como si se tratara de la famosa bebida cola que aparecía en la mayoría de ellas.
El caso de Witchboard, la Ouija asesina es uno de esos que rozan el mote de emblemáticos del cine pop dado que fue una de las primeras en utilizar el tópico de la tabla con la que se puede establecer una comunicación con seres del más allá, el cual luego fue utilizado hasta el hartazgo y hasta se podría decir que ya a, esta altura, se consolidó como un subgénero dentro de las películas de terror.
En aquella puesta cinematográfica de Kevin Tenney (quien hiciera a lo largo de su carrera películas poco trascendentales para el mundo del cine) la ouija aparece en medio de una fiesta en la que Linda, una veinteañera muy seductora agasaja a su novio Jim y a la que asiste Brandon, amigo de ambos que, desde hace tiempo, la ama en secreto y detesta la relación de ellos dos. Así es como en medio de música new wave, botellones de Pepsi estratégicamente ubicados en la escena y personajes subidos a la última ola del punk americano, Brandon desenfunda la tabla y propone bajar algún espíritu para divertirse un rato hablando con alguien en el otro mundo.
Como necesita la ayuda de una mujer, Linda será la elegida y así entre ambos logran establecer contacto con David, un niño que aparentemente había muerto hacía unos días y que aún continuaba en este plano pululando por el éter. A medida que ambos comienzan a hacerle diferentes preguntas el clima de la fiesta va cambiando hasta convertirse en una burla insostenible por parte de Jim, quien enoja al espíritu del niño debiendo interrumpir la sesión de espiritismo luego de que se pincharan, inexplicablemente, las ruedas del auto de Brandon.
Al otro día, el médium se da cuenta de que la noche anterior olvidó su tabla de ouija en la casa de Linda y se comunica con ella para advertirla de que no intente establecer una comunicación con el niño debido a que de no estar presente una persona capacitada para tal práctica, hay grandes riesgos de que quien se ponga en ese lugar sea tentado por algún espíritu maligno y caiga víctima de una posesión demoníaca. Sin embargo, la llamada llega tarde porque para ese entonces Linda ya estableció contacto con David experimentando un cambio rotundo en su conducta y personalidad.
Jim comienza a notar esos cambios y, pese al orgullo y a viejos resabios del pasado, decide ver a Brandon, luego de que comenzaran a suceder algunos hechos inexplicables en su vida (entre los cuales sobresale la muerte de un compañero de trabajo) y que éste les atribuye ser la consecuencia directa de la práctica esotérica llevada a cabo con la tabla. A partir de ese momento ambos hombres deciden poner en marcha un plan para averiguar quién es el que domina el cuerpo de Linda quien para entonces presenta todos los signos de ser víctima de una posesión demoníaca y se comporta de una manera inusual, blasfema y peligrosa.
Si bien el film está construido sobre la base de los clichés típicos del género (presencia demoníaca-espiritismo-exorcismo y la necesidad de trabajos espirituales) y parece un muestrario de los elementos que durante los ochenta configuraron la cultura de masas no deja de tener cierta frescura e ingenuidad que en producciones posteriores ya no se vieron.
Cuando se lo analiza como un film de terror cabe decir que desde la puesta es bastante pobre y que no llega a alcanzar los momentos de clímax requeridos por el género pero cuando se lo ve como una pieza que forjó al género tanto en lo estético como en lo conceptual, se alza como una película para tener en cuenta.
Por todo ello Witchboard, la uoija asesina es un film clásico de los ochenta y cumple la función para la cual fue pensado de manera digna y acorde a los cánones que el espectador espera en puestas de ese estilo. Luego de ella vinieron muchas más pero no caben dudas de que con esos actores tan icónicos por entonces (Tod Allen, Tawny Kittaen y Clare Bristol) la trama entretenida y un manejo adecuado del suspenso y la sorpresa es una pieza imprescindible a la hora de hacer el listado de películas representativas de su tiempo.
WITCHBOARD (EEUU, 1986), Dirección: Kevin Tenney, Guión: Kevin Tenney, Elenco: Todd Allen, Tawny Kitaen, Clare Bristol, Burke Byrnes, Gloria Hayes, Kathleen Wilhoite, Música: Dennis Michael Tenney, Fotografía: Roy H. Wagner (98´- Color)