Alguien dijo alguna vez que "lo siniestro" se materializa cuando lo cotidiano se vuelve desconocido. Basándose en esa premisa el cine de terror nunca deja de sorprender y, con tal de generar historias que se transformen en productos capaces de venderse como una lata de gaseosa, no tiene reparos en volver desconocido a los objetos más banales y cotidianos que cualquier imaginación pueda dar.
Desde los orígenes mismos del cine el mundo de los muñecos fue un tópico que nunca deja a un productor "de a pie" y si se les añaden buenos efectos y actuaciones respetables el paquete parece cerrar a la perfección y con un moño ( y si no, vale recordar casos como los del muñeco de porcelana asesino que Darío Argento incorporó en Profondo Rosso, el muñeco parlante de Magia, la prolífica saga de Chucky, el demoníaco muñeco a cuerda de Saw o la irresistible Annabelle, que se hizo conocida en pantalla grande como personaje secundario de El Conjuro y supo tener su protagónico a modo de precuela al transformarse en el fetiche de los Warren, pareja de psíquicos que en la vida real tuvieron que lidiar con sus caprichos y amistades que provenían del más allá).
Teniendo en cuenta aquel historial no resultó nada extraña la aparición de The Boy, film de William Brent Bell quien, lejos de mostrar a un humano en el afiche de presentación, lo hizo con el rostro en primer plano de un diabólico muñeco. Para esta oportunidad el director eligió seguir indagando en el oscuro mundo del terror y lo fantástico (en los que experimentó con films como la polémica Devil Inside o Wer) pero esta vez con una mirada abiertamente “siniestra” si es que se puede calificar de esa forma a la conducta de los protagonistas de la historia, quienes suponen un giro interesante en los relatos que día tras día engrosan los anales del género.
The Boy cuenta la historia de Greta, una americana que llega a Londres escapando de un pasado tormentoso y que cree haber encontrado en la propuesta de trabajo de cuidar a un niño la posibilidad de evadirse de sus fantasmas anteriores. Al llegar a la casa (la cual tiene la estética y las características artísticas, decorativas y tenebrosas que el género requiere) la joven es recibida por un matrimonio de ancianos que la llevan hasta un salón y allí, para su sorpresa, le presentan a un muñeco en tamaño real de un púber para que ella se ocupe de él, como si se tratara de un ser humano de carne y hueso.
La joven al principio se encontrará algo contrariada con la bizarra situación pero, con el correr de los días, gracias al relato del proveedor de alimentos ( único autorizado para ingresar en la mansión) y una sucesión de hechos paranormales que justificarían la visita urgente con el mejor de los psiquiatras, llega a la conclusión de que su misión es cuidar de Brahms (tal es el nombre del muñeco animado) ya que tiene la corazonada de que el muñeco no sería un objeto inerte sino que, por el contrario, funcionaría como el cofre en el que habita el alma del que fuera antes un niño y que, por algún hecho que se debe esperar casi hasta el final de la historia, abandonó este mundo en un confuso episodio.
De esa forma, la trama alcanza el punto máximo de tensión cuando alguien que es el portador del pasado de Greta llega a la casa enfrentándose, sin saberlo, con el muñeco (que para esa altura ya hizo de las suyas brindándole al público emoción, suspenso y escalofrío en dosis estratégicamente puestas tal como lo indica el abc de las películas de terror) y hará lo imposible para que la muchacha siga a su lado ya que fue la que, luego de una infructuosa búsqueda, logró sobrevivir al infarto y al espanto.
Si bien la historia a lo largo de la trama demuestra cierta originalidad en la forma de contar el cuento -que se supone trillado hasta el cansancio- , es sobre el final cuando termina de diluirse en un mar de desilusiones. La solución que el director pone en pantalla para resolver el conflicto planteado resulta tan inverosímil que deja al espectador más lleno de dudas que de certezas y que lo eyecta de la sala con una importante insatisfacción a cuestas producto de lo que pudo haber sido y en realidad no fue.
The Boy pese a los errores es una película recomendable. La estética de la casa, la elección de un extraño muñeco como el protagonista de la historia, las reminiscencias del cine de Argento y cierto guiño ético hacia la psicología del Giallo italiano, la historia paralela de amor "interrupto" entre Gretta y el repartidor de alimentos y el pasado que vuelve constantemente sobre el apesadumbrado Brahms y la traumada niñera justifican las inconsistencias de un final que parece borrar de manera sistemática todo lo que construyó en imágenes y sensaciones a lo largo del film. Pero aún así y todo, vale la pena verla.
THE BOY (EEUU-2016) Dirección: William Brent Bell, Guión: Stacey Menear, Elenco: Lauren Cohan, Rupert Evans, Ben Robson, Diana Hardcastle, Jim Norton, James Russell, Jett Klyne, Fotografía: Daniel Pearl, Música: Bear McCreary, (97´- Color)