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22 Jul
22Jul

El éxito de las comedias de los años ochenta no fue para nada casual. Cuando hoy a la distancia se analiza un considerable número de títulos de la época se advierte la presencia de una fórmula que se repite en varios de ellos y que estaría formada por elencos talentosos (con pocos actores pero de muy buen nivel), una buena estructura de trama que incluya enredos (el estilo del vaudeville teatral es más elegido), bandas de sonido que quedaron en la memoria colectiva y un sinfín de iconos pop de la época con  los que los espectadores se sentían identificados –por entonces- y que hoy se traduce en la clara melancolía que produce el volver a verlas.

Así es como bajo está fórmula se podrían mencionar cientos de films que se filmaron en aquella prodigiosa década y que cumplen con esta característica, pero para la ocasión decidí tomar A fish called Wanda (conocida en nuestro país como Los enredos de Wanda) ya que tiene buena parte (sino todos) de los elementos que en los dorados ochenta hacían de una película un verdadero éxito de taquilla. Y eso es lo que fue.

La película cuenta una historia sencilla a simple vista pero que a medida que se desarrolla la trama se complejiza cada vez más ya que los personajes comienzan a mostrar sus verdaderos intereses, que nada tiene que ver con los que exhiben al principio de la historia. Un ecléctico grupo formado por tres hombres y una estafadora profesional (la Wanda en cuestión) planean un robo millonario a la caja de seguridad de un banco londinense en el cual se encuentra unas valiosísimas alhajas que ellos pretenden sacar del país.

Para ello montan un plan pensado hasta el último detalle pero ninguno tiene en cuenta que el resto tiene sus propios intereses sobre las alhajas y además cuentan, cada uno, con un contra plan para eliminar al resto y alzarse solos con el botín. Pero como en toda comedia de enredos el amor siempre aparece parea complicar las cosas y eso es lo que sucede cuando Wanda da rienda suelta al plan para enamorar al abogado defensor del único detenido por el robo (que es el jefe de la banda) y, lejos de lograr una defensa gratuita y compartida con sus intereses, acaba enamorándose de verdad de aquel  poniendo en riesgo la integridad del grupo.

Los enredos de Wanda es una comedia deliciosa, más que recomendable y muy del estilo de la época (como no se hicieron más desde entonces). El carácter de comedia blanca con toques de romanticismo y ambiente pop hacen de la pieza una de las más recordadas de aquellos años y una de las más taquilleras (eso fue tanto en el estreno en salas como también cuando se editó en VHS, ya que se posicionó en pocos días dentro del ránking de las más alquiladas).

Respecto a los aspectos más sobresalientes pueden mencionarse las  actuaciones (todas son muy buenas y en el caso de Jamie Lee Curtis fue la que la catapultó al mundo de la fama) las cuales funcionan muy bien tanto en lo particular como en su aspecto coral  gracias al adecuado trabajo de dirección llevado a cabo por Charles Crichton (el que, casualmente, fue el último de su carrera como realizador).

El otro aspecto para tener en cuenta es el montaje y la edición, puesto que sin él sería imposible alcanzar el aspecto de entradas y salidas de escena como sí se puede lograr en el mundo del teatro.

Por todo ello, Los enredos de Wanda es un film muy recomendable, divertido, muy entretenido y con una historia atrapante hasta el final. La adecuada dosis de diversión y suspenso la vuelven una pieza típica del cine de los ochenta y demuestra, no sólo que el director era un hombre más que experimentado para entonces (de hecho en su carrera filmó más de cuarenta películas y otras tantas como guionista y ayudante), sino que además, el elenco en su totalidad estaba dotado de un gran talento, el cual pudo verse en posteriores trabajos  que realizaron.  

LOS ENREDOS DE WANDA (EEUU-Inglaterra,1988), Dirección: Charles Crichton, Elenco: John Cleese, Jamie Lee Curtis. Kevin Kline, Música: John Du Prez. (108´- Color)

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