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24 Mar
24Mar

Hitler fue el hombre para el que más he trabajado... (La Muerte)

A lo largo de la historia la literatura testimonió que el trabajo de la muerte es uno de los más indignos y que más polémicas suscitó y lo seguirá haciendo. Entre algunas de las menciones más importantes a la señora de negro se podrían recordar las de Saramago (en Las intermitencias de la muerte), la de algunos cuentos y escritos de  Alejo Carpentier, las de los griegos en diferentes piezas clásicas y hasta la que subyacen en mayor o menor cuantía en cada una de  las tragedias Shakesperianas.

Luego, la necesidad del hombre de representar aquello que no puede ver lo llevó a plasmar a través de las diferentes artes una imagen mítica de la muerte, cayendo en estereotipos relacionados con lo escabroso, el color negro, el rostro calavérico, una identificación femenina antes que masculina y una exacerbación de las cualidades que se le achacan por el sólo hecho de ser la encargada de poner fin a un proceso que los humanos, aún no han podido asumir dado que los enfrenta con sus propios límites de finitud y conocimiento.

Quizás llevado por todo este hilo conductor, la literatura y el cine (y también los espectadores o lectores que necesitan respuestas a las grandes preguntas retóricas que plantea la existencia) se debían una muerte que se hiciera cargo de su rol, que hablara en primera persona, que rindiera cuentas de la ingrata tarea que se le encomendó y que aceptara, de una vez por todas, que tanto odio de quienes la padecen no es en vano y que si algún día fuera sometida a juicio jamás podría alegar haber sido víctima de discriminación.

Así es como con esa temática el escritor australiano Markus Zusak comienza a narrar la historia de LA LADRONADE LIBROS, un film conmovedor, profundo, sentido, que da una pincelada más en el negro capítulo de la Segunda Guerra Mundial pero valiéndose para ello de una historia llena de valores y esperanza, toda  una verdadera  oda a la palabra como el medio capaz de crear belleza y armonía en medio del horror más grande al que puede estar sometido un grupo humano.

En ese sentido el film sorprende desde el inicio, ya que la voz misma de la muerte (en este caso de un hombre) explica de alguna manera cuál es su trabajo y da una pista de cuál es el método para elegir a aquellos que la van a acompañar en el paso “al otro plano”. Seguida a la voz que queda resonando en la pantalla como la conciencia de cada espectador, la cámara se introduce en el vagón de un tren repleto de pasajeros y se centra en una niña (Liesel Mehminger) que mira por la ventanilla el blanco paisaje de la estepa alemana. La pequeña advierte una presencia extraña y al darse vuelta le avisa a su madre que su hermanito – que dormía en los brazos de aquella- acaba de morir. Y a partir de allí la debacle.

Presionada por una situación social y personal límite la madre decide dar a Liesel en adopción a los Hubermann, un matrimonio alemán que no tiene hijos y que ve en la joven la posibilidad de saberse padres aunque sea del corazón. De esa forma Liesel es llevada por una institutriz que la deja con ellos y, a partir de ese momento, tendrá que aprender a convivir con dos personas muy diferentes (ya que el padre es la representación de la bondad y la comprensión y la madre, aparentemente, es todo lo contrario). 

Y es en con esa situación compleja y con un medio y un contexto desquiciado que deberá encontrar alguna razón que la estimule para justificar las ganas de comenzar cada mañana un nuevo día. Mientras los días pasan y la vida parece no haber cambiado de color para Liesel, Hans le pinta en el sótano de la casa algunas letras del abecedario para que ella aprenda a leer y coloque allí las palabras que no sabe el significado o que le cuestan por su fonética. 

Y así es como sin haberlo pensado, la pequeña descubre su amor por los libros y la literatura y se convierte en una bibliófila irremediable que, para saciar su sed de conocimiento (y también como plan de evasión a medio hostil) no tiene reparos en sustraer libros de cualquier lugar o incluso de rescatarlos de las famosas quemas de los nazis, poniendo su vida en riesgo.

La adaptación del libro de Zusak fue hecha con la minuciosidad que requiere este tipo de piezas. No sólo en lo que hace a la historia (que es tal cual como aparece en el libro) sino también en la complejidad que se requiere para reconstruir fielmente los hechos  históricos  y algunas situaciones (sobre todo en lo que respecta a las ciudades arrasadas o la recreación de los bombardeos y las diferentes contiendas bélicas) que suceden.

Para contar esta interesante y conmovedora historia varios fueron los elementos que tuvieron que confluir en el producto final. La impecable dirección de Brian Percival superó ampliamente las expectativas que se requerían para poner el texto en imágenes y las actuaciones (sublimes en su gran mayoría aunque hay que destacar la de Sophie Nelisse en el papel de Liesel, quien le otorga al personaje una entidad y un color tan propio que es imposible imaginar otra actriz en su lugar). 

El otro acierto del film fue la banda de sonido compuesta especialmente por John Williams y que remite a los años en que genios como Ennio Morricone o Nino Rotta ponían su orquesta al servicio de los grandes directores de la cinematografía mundial.Entre los elementos técnicos los que más sobresalen son la dirección de arte, la fotografía y los efectos especiales (sin los cuales no se podría haber logrado ni el espíritu ni la entidad que la historia requerían). 

Además el vestuario y la fotografía merecen una mención aparte ya que ambos son dos de los elementos más importantes que permiten que la estética de aquellos años se luzca de la manera más real y fidedigna posible.  Los duros años de la Segunda Guerra Mundial (y en especial aquellos en los que el nazismo borró una generación fundada en el odio racial) dieron mucha tela para cortar y está más que claro que aún no se ha contado todo. 

Por ello,  LA LADRONA DE LIBROS es un film para ver, reflexionar, debatir y también para atesorar en la memoria y en la videoteca como esas grandes películas a las que, inevitablemente, en un futuro, habrá que volver.


LA LADRONA DE LIBROS (2013, Australia-EEUU), Dirección: Brian Percival, Elenco: Sophie Nelisse, Emily Wattson, Jeffrey Rush, Nico Liersch, Ben Schnetzer. Música: John Williams, Fotografía: Florian Ballhaus, (131´-Color).

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