Entre tantas otras cosas la posmodernidad trajo aparejada la disolución de las líneas de género que, desde los inicios del cine, le otorgaba a los diferentes films una identidad que equivalía al nombre en las personas. Así, cuando el espectador se decidía a ver una película tenía bien diferenciadas las comedias de los dramas, el terror del suspenso, los documentales de las ficciones o las infantiles y aquellas destinadas al mundo de los adultos.
Pero lo cierto es que la inevitable (y cada vez más acelerada globalización) provocó una opalescencia en los géneros al permitir que se mezclaran dando orígen a verdaderos híbridos que, en muchas ocasiones, ni siquiera se los puede clasificar y producen en los espectadores no sólo un dejo de desconfianza sino también cierto rechazo hacia el resultado final que esas piezas producen.
El género de terror, sin dudas, fue uno de los que más se vió modificado por esta nueva tendencia de hibridación y dio, desde la aparición de El Proyecto Blair-Witch, una centena de films a los que hay que examinar como si fueran una pieza de laboratorio ya que tienen tantas contradicciones como mensajes engañosos en su interior. Así es como, desde entonces, se pudo ver la saga de Actividad Paranormal (en sus tres versiones) y otras tantas de posesiones, exorcismos y casas embrujadas que utilizaron la “mentira” de venderse como documentales filmados de puño de quienes lo protagonizan, culpando generalmente a la iglesia de no permitirles la difusión (mensaje nefasto y que atenta contra la propia integridad de la institución) para luego, en el final aclarar en pantalla que los hechos y personajes son ficticios y que cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia.
Y eso es lo que sucede con Devil inside, una nueva historia de posesión demoníaca que intenta abrirse un espacio digno dentro de la historia del cine pero que, como en otras que corrieron la misma suerte, acaba a medio camino entre actuaciones muy poco memorables y plagada de los tópicos de un género que está tan agotado como la creatividad de quienes intentan alzarse como iconoclastas y salvadores del mismo.
En dicho film, la historia se traslada de Estados Unidos a Roma y muestra la historia de una joven que viaja hasta esa ciudad para asistir a una escuela de demonología en el mismo Vaticano (algo que ya suena a cuento infantil) dado que necesita saber de qué forma ayudar a María Rossi, su madre, quien permanece internada en una clínica psiquiátrica luego de que asesinara a dos sacerdotes y una monja, la noche misma en la que le practicaban un exorcismo.
Al llegar allí la joven conoce a dos sacerdotes y cual jóvenes intrépidos de Spielberg asisten al hospicio donde se encuentra la mujer. A partir de ese momento y casi de manera ininterrumpida comienzan a aparecer uno a uno los tópicos y clichés de las películas de demonios: la mujer mira fijo el techo, habla en varias voces y lenguas, tiene los brazos lastimados y sus heridas presentan cruces invertidas (incluso las tiene en la parte interior de sus labios) y hasta presenta síntomas de histeria, muestras de contorsionismo y repetidas levitaciones.
Con tanta obviedad no es para nada extraño imaginar el final ni la forma en que se desencadenarán los hechos, aunque hay que mencionar que, salvo por la novedosa forma de mostrar las imágenes de aquello que sucede (que es tomado desde varias cámaras que filman en todo momento el desplazamiento de la joven por la ciudad y los diferentes espacios cerrados a los que asiste, siempre acompañada de los dos sacerdotes) Devil inside no presenta un gran atractivo y se vuelve monótona, previsible y saturada de escenas sangrientas las cuales no son necesarias en films de ese género (si se toma como parámetro El Exorcista de William Friedkin y se buscan cuantas escenas verdaderamente sangrientas hay se darán cuenta del desfasaje genérico que presenta esta pieza).
Cuando la historia llega al final sorprenden dos cuestiones: la primera es la aparición de un cartel que indica que los hechos y personajes son ficticios (lo cual es una falacia respecto de la leyenda del principio que pone “Basada en hechos reales”) y la segunda, es la leyenda que invita a ingresar en un sitio para seguir descubriendo los secretos de María Rossi y su megaposesión ya que según información del guión en ella habitaban al menos cuatro presencias diferentes.
La hibridación de un género puede llegar a ser interesante si está bien hecha o si logra de antemano mantener el contrato de creencia entre el espectador y aquel que cuenta la historia, pero en este caso (a diferencia que como sucede en El Proyecto Blair-witch o la saga de Actividad Paranormal), lamentablemente, no sucede.
Es evidente que si la historia hubiese estado planteada de manera manifiesta como una ficción no hubieran hecho falta las aclaraciones del principio y del final y hasta, incluso, la poco memorable resolución de la trama habría estado aceptada dado que tendría que ver con el producto final de un proceso creativo que en nada se haya nutrido de imágenes ni situaciones reales, al menos no de manera explícita como se quiere hacer creer.
DEVIL INSIDE (EEUU, 2012), Dirección: William Brent Bell, Elenco: Fernanda Andrade, Simon Quarterman, Evan Helmuth, Ionut Grama, Suzan Crowley, Bonnie Morgan, Brian Johnson, Preston James Hillier, D.T. Carney, Música: Brett Detar, Ben Romans (83´-Color).