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18 Apr
18Apr

En la década del ochenta Michael Keaton se transformó en un “elegido” por el mainstreaim Hollywoodense cuando fue premiado con el protagónico de Beetlejuice (película fundamental de la década y ,prácticamente, del género) y con la posibilidad de interpretar nada menos que  al mismísimo Batman en una de las mejores remakes que se haya hecho del clásico de Marvel.

Desde aquella estelaridad fulgurante de fin de siglo, lejos de enamorar a divas como Kim Bassinger o tener enemigos de la talla de Jack Nicholson, Keaton realizó a razón de una película por año (como actor protagónico, en pocas, y sí cumpliendo otros roles como los de productor o locutor) aunque en ninguna de ellas logró el brillo que tuvieron esas dos interpretaciones superlativas que hizo de la mano del gran Tim Burton y que le mostraron al público del mundo entero que tenía razones de sobra para haber sido “el elegido”. 

Así pasaron los años y poco se supo de él. Muchos lo olvidaron y otros, pocos, se habrán acordado de él cuando, a modo nostálgico, repetían en sus reproductores de video algunos de los trabajos que realizó a lo largo de todos estos años.Pero aunque parezca mentira, a veces, el desagradecido y hostil mundo de las estrellas da revanchas y eso es lo que le sucedió a Michael Keaton con Birdman

Casi tres décadas después de que su cara se viera hasta el hartazgo y ocupara un lugar de privilegio en casi todas las calles del centro de Nueva York, el actor vuelve a ocupar el espacio que nunca debió abandonar y de la mano de una película que parece hecha a su medida, tanto por la temática, por el personaje (con sus características personales  y el inevitable proceso de vida que se deduce al verlo relacionarse con el resto) y por el conflicto planteado que parece haber estado inspirado en su propia vida.

Es así como en la película escrita por nuestros dos compatriotas Nicolás Giacobone y Armando Bo y dirigida por el mexicano Alejandro Iñarritu, Michael Keaton interpreta a Riggan Thomson, un actor que se encuentra promediando el ingreso a la senectud y que hace unos años interpretó a Birdman, el clásico superhéroe americano.  Desde entonces no ha vuelto a trabajar y está en Broadway preparando una versión de ¿De que hablamos cuando hablamos de amor? pieza teatral basada en un cuento de Raymond Carver y que se ha transformado en la razón de su existencia ya que, con ella, se juega el retorno al mundo del espectáculo con una pieza prestigiosa y que le dé la posibilidad de alivianar el peso que le da el haber interpretado al popular superhéroe años atrás.

Con esa presión encima y la mirada de un star-system que lo segregó por no seguir el destino que se le había vaticinado, Riggan vive la experiencia del proceso teatral con intensa pasión, y es por ello que se rodea de un par de actores más que talentosos (fantásticamente interpretados por Naomi Watts y Edward Norton) pero que tiene algunos problemas en sus vidas personales, los cuales en varias oportunidades son llevados al escenario provocando la ira y la  desazón por partes iguales del actor que se ve sensibilizado por saber que encara el proyecto más difícil de su vida y teme que el menor problema ponga en juego la posibilidad de vivir un éxito a lo grande, tanto como él cree que lo merece.

Para contar la historia del actor, Iñarritu tomó un desafió en su carrera (declaró haber tenido, como Riggan, la necesidad de emprender algo nuevo y arriesgado “para sentir que no estaba muerto”) y  se jugó por largos planos secuencia que recorren con la cámara el desplazamiento de los actores aumentando la sensación de teatralidad que contextualiza al film, ya que en su mayoría, la película transcurre dentro del teatro, entre bambalinas, dentro de camarines y entre los largos pasillos fantasmagóricos que tienen esos espacios, acompañados en casi todo momento por los diferentes ritmos de jazz de los músicos que ensayan la banda de sonido de la obra.

 Lo cierto es que, si bien esta elección fue utilizada para realizar largos planos, no sería correcto decir que  toda la película es un largo plano secuencia al estilo del que realizó Alexander Sokurov en El Arca rusa porque se estaría faltando a la verdad (A diferencia de aquella, en este caso los planos largos del director mexicano están puestos al servicio de las diferentes unidades escénicas pero que no constituyen en su totalidad un solo plano, sino situaciones filmadas bajo un mismo recorrido de cámara).

Sin embargo, más allá de estar rodada bajo esta forma novedosa y contar con un guion fuera de lo común Birdman es una película que enternece y emociona pero por otros elementos que no son precisamente los técnicos. Uno de los que más vale la pena analizar  –quizás porque llama la atención viniendo de un cineasta- es la utilización del teatro como un medio eficaz para legitimar el “arte serio” en contraposición al cine que hiciera Riggan en sus versiones de Birdman y que parecerían ser la consecuencia de un arte más pop o puesto al servicio del consumo, tal como lo definiera Andy Warhol en su factoría ideológica de aquellos dorados años. 

Con dicha elección Iñarritu parece sentar u opinión al respecto y sorprende que, en vez de teatro, no haya elegido la figura del cine de autor para oponer al cine comercial.Así es como más allá de lo cuestionable de la elección, por momentos, Birdman evoca inevitablemente a otros dos grandes homenajes que le hiciera el cine al teatro: uno de ellos es aquel ensayo (y la posterior puesta en escena) de Un tranvía llamado deseo que incorpora Pedro Almodóvar en Todo sobre mi madre, donde los personajes llevan al escenario sus pasiones y miserias rasgando la delgada línea entre realidad y ficción y, el otro, más reciente, es el que hizo Roman Polanski en La Venus de las pieles, donde en un escenario cerrado, claustrofóbico y de luces artificiales  recrea el texto de Chejov  a través de los personajes del director y de la extraña actriz que se presenta al casting fuera de hora exigiendo una audición.

Otro elemento que hace profundo el planteo de la historia (y humaniza al personaje encarnado por Keaton) es  el desfasaje temporal que sufre el personaje al no poder adaptarse a las nuevas tecnologías del siglo veintiuno, donde las redes sociales y la experiencia multimedial definen las necesidades del público y proponen nuevas formas de comunicación y feedback entre quienes proponen y llevan  a cabo el hecho artístico y aquellos que los reciben como sujetos pasivos (“Querés ser famoso y ni siquiera tenés Facebook ni Twitter” le arroja su hija en medio de una discusión cuando éste le plantea la poca repercusión que siente que va a tener la obra).

Y todos estos cuestionamientos internos y el temor al fracaso más rotundo acaban eclosionando en el mismo momento en que Riggan comienza a sentir la voz de Birdman que desde un cuadro le pide que le preste el cuerpo para revivir la exitosa dupla que otrora hicieron y que abandone la idea de hacer teatro serio, porque ambos están predestinados a vivir en comunión. 

Pero esa voz ¿Es realmente la de Birdman? ¿O es la voz de la conciencia del mismo Riggan que intenta salir para permitirse volver a la zona de confort, esa en la que el superhéroe le garantiza el dinero, la fama y la popularidad que tanto busca?Por todas esas razones,la de Alejandro Iñarritu es una gran película. Una puesta extraordinaria que justifica cada uno de los Oscar que ganó en la entrega de este año. El hecho de haber elegido a Michael Keaton para ponerlo bajo la piel de Riggan Thomson hace tambalear cualquier teoría sobre  géneros cinematográficos ya que Birdman se sabe que es una ficción pero, con un protagonista con esas características, uno, como espectador, no puede menos que borrar las fronteras entre ficción y realidad e identificar como producto final una Biopic, aun cuando se sabe que no lo es. 

Y ese, por sí solo, es un elemento para agradecer. Pese a lo que muchos piensen Birdman no es una película de superhéroes ni mucho menos un film de acción. Es una historia de seres humanos arrojados al vacío existencial, presos de sus deseos, sus pasiones e inseguridades y con un planteo filosófico (y psicológico) de un alto y hondo nivel. Luego de verla - y de asistir a uno de los finales más bellos de los últimos tiempos- queda latente la idea de que el film funciona como una especie de panóptico desde el cual se espían las miserias del mundo del espectáculo para luego hacer justicia por mano propia (bajo la forma de guión) y reivindicar con ella no sólo la verdadera función del cine sino, también, la esencia misma del arte.

BIRDMAN (2014-EEUU), Dirección: Alejandro Iñarritu, Guión: Alejandro Iñarritu, Nicolás Giacobone y Armando Bo,  Elenco: Michael Keaton, Emma Stone, Edward Norton, Zach Galifianakis, Naomi Watts,Amy Ryan, Andrea Riseborough, Lindsay Duncan, Merritt Wever, Joel Garland,Natalie Gold, Clark Middleton, Bill Camp, Teena Byrd, Anna Hardwick, Stefano Villabona, Música: Antonio Sánchez, Fotografía: Emanuel Lubetzky, (118´- Color).

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