Daniel Tinayre fue uno de los grades directores de la cinematografía nacional pero, su matrimonio con la mujer más famosa del ambiente artístico vernáculo, lo catapultaron a un segundo plano y lo mantuvieron eclipsado hasta el momento de su muerte en 1994. Nacido en Francia y radicado en Argentina (como consecuencia de la labor diplomática que desplegó en nuestro pais su padre) se transformó no sólo en un móvil para filmar en el país muchas de las tendencias cinematográficas europeas de entonces sino que, además, se transformó en uno de los primeros cineastas en determinar un estilo y desplegar un universo cargado de misterio, sordidez, psicologismo capaces de demostrar que el cine bien podía ser una ventana que permitiera observar hacia el interior del psiquismo humano y lograr, con ello, una identificación con la audiencia. A lo largo de su carrera supo realizar importantes proyectos y, tras su desaparición, demostró haber dejado un legado de incalculable valor el cual debería ser reivindicado y promovido para que las nuevas generaciones lo descubran y lo valoren en toda su grandeza.