Con el advenimiento de la democracia en 1983, en los primeros años se filmó una gran cantidad de películas, en su mayoría con historias que durante los años de la dictadura no se podían contar. Así es como además de La historia oficial (Luis Puenzo), Esperando la carroza y Darse cuenta (ambas de Alejandro Doria) o Camila (María Luisa Bemberg) una de las primeras cuestiones que el nuevo cine llevó a la pantalla fue la de la homosexualidad, abriendo con ello el debate acerca de un tema que había sido tabú en la sociedad argentina y que, a partir de ese momento, sirvió para visibilizar los grupos y organizaciones de homosexuales y lesbianas que buscaban un espacio en el nuevo concierto democrático que les permitiera hacer pública la igualdad de derechos y el reconocimiento de la condición ya no cómo una patología psiquiátrica, sino, como una elección válida y que merecía toda la aceptación y el respeto.