Desde que Julio Cortázar escribió el cuento Casa tomada, para los argentinos, las casas nunca más volvieron a ser solo casas en la literatura nacional. Así como aquel cuento determinó para buena parte de Latinoamérica una resignificación metafórica de la vivienda como representación de un país, en el caso rumano sucede algo similar ya que, cuando se conoce la traumática historia de los últimos cuarenta años de historia que atravesó Rumania y que terminó con el fusilamiento en vivo y en directo de Nicolae y Elena Ceaucescu, una casa puesta en pantalla adquiere una dimensión simbólica que trasciende cualquier interpretación banal que se pueda hacer de ella.