A principios de la década del noventa, el semiólogo italiano Umberto Eco habló de algunas mutaciones que venía advirtiendo desde hacía casi diez años en la literatura, el periodismo y hasta en el cine, como producto de una necesidad, promovida desde la televisión, de dar mayor espectacularidad a la imagen y que de esa forma impactara de manera más potente en el receptor.
Así es como, una de las características que él identifica dentro de esa neocultura mediática (término que surgió como contraposición al anterior, al que denominó paleocultura) es la hibridación de géneros, la cual se visualiza en la mixtura de varios elementos que dan como resultantes nuevas formas de contar y que, si bien a veces generan productos de relevancia, en otros, lo único que hacen es empañar el cristal a través del cual intentan comunicar, y acaban confundiendo a quien desde su hogar o desde la butaca de una sala, terminan sin poder distinguir si lo que acaban de ver es realidad o ficción.
Este análisis sirve de base para entender algunas de las nuevas producciones que se han venido realizando en materia cinematográfica y que han dejado al público con una cierta sensación de desconcierto a la hora de poder clasificarlas o bien encuadrarlas dentro de un género (recordemos filmes como Tarnation, La Marcha de los pingüinos o en el caso de nuestro país, aquella poco memorable Fucklands, en la que un supuesto realizador de cine argentino logra ingresar al territorio de las Islas Malvinas con una cámara que no declara y con ella intenta registrar la vida de los ingleses en las islas).
Y también, dada la ambivalencia que produce en el espectador, dentro de estas podemos incluir La Historia del camello que llora, la nueva obra de los realizadores Luigi Falorni y Byamabsuren Bavaa. Este film, cuenta la historia de una familia de nómadas que habita en el inhóspito desierto de Gobi (Mongolia) y que un día, ante un problema inesperado con unos camellos de su manada, ven alterada la aparente normalidad en la que están acostumbrados a vivir.
El conflicto surge cuando una de las camellas tiene un alumbramiento traumático (a la última cría tarda dos días en parirla) y quizás molesta por el dolor que le produjo, decide no amamantar a uno de ellos, a diferencia de lo que sí hace con el resto. Así es como todos los familiares se unen para velar por la alimentación del pequeño e intentan las más variadas prácticas para volver a unir a la madre con su vástago.
Con este híbrido entre documental y drama, no hay dudas de que los directores han querido ocultar más de lo que muestran y que la verdadera y gran historia del film, lejos de ser la ruptura filial entre dos camellos, no es otra que la de la familia nómade, a la cual, someten al conflicto para exhibirlos ante el espectador y mostrarle a éste, de que manera sobrevive un puñado de seres que fueron arrojados en medio del desierto y que deben permanecer allí por que una tradición ancestral así lo determina.
Respecto a lo técnico, pese a no contar con un guión ni actuaciones que sorprendan (salvo la de los niños, que con la escena en la que llegan a la ciudad, interpretan una de los momentos más potentes de la película) en lo referente a la realización, hay que reconocerles un gran mérito, ya que no es nada fácil hacer de uno de los lugares más inhóspitos e inclementes del planeta, un set de filmación.
Una película interesante y muy valiosa desde el punto de vista formativo, sobre todo por que en el cine no abundan las historias de pueblos minoritarios, como lo son en este caso esta familia de mongoles nómades de Gobi (aunque esta tendencia está revirtiéndose poco a poco luego de la caída de las Torres Gemelas, ya que hay una gran necesidad de conocer otras culturas, quizás por temor a que puedan convertirse en un futuro en potenciales enemigos)
Muy recomendable para quienes disfruten de las propuestas cinematográficas no convencionales y que se conmuevan con las cosas más sencillas y originarias del ser humano.
LA HISTORIA DEL CAMELLO QUE LLORA (2002, Alemania – Italia) Dirección: Luigi Falorni y Byambasuren Davaa, Elenco: Jauchiv Ayurzana, Chimed Ohin, Amgaabazar Gonson, Zeveljamz Nyam, Odgerel Ayusch, Uugaanbatar Ikhbayar. Fotografía: Luigi Faroni. Música: Marcel Lewitz. (90 minutos, Color).