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12 Oct
12Oct

Si bien el cine argentino supo jugar con todos los géneros cinematográficos, el del road-movie aún continúa sin ser explorado en su totalidad. Con algunos films como El Viaje de Pino Solanas (1992), Caballos salvajes de Marcelo Piñeyro (1995), Historias mínimas de Carlos Sorín (2002) o Camino a la paz de Francisco Varone (2015) el género que tiene como característica principal a un par de protagonistas a bordo de un vehículo en busca de algún sentido, cuando aparece en pantalla, bien merece una celebración. 

Tal es el caso de Empieza el baile, el film de Marina Seresesky que se vale de la estructura de Road-movie americana para consolidar una comedia negra en la que gracias a la tríada actoral que la componen logra una pieza minimalista, preciosa y cargada de una sencillez extrema sin resignar profundidad ni emocionalidad. Para la ocasión, la directora y guionista de la historia apeló a una serie de elementos que se suponen como los indispensables para que la fórmula del éxito en cine esté asegurada y que tiene que ver con haber hecho foco en una historia sencilla pero que se vuelve enorme al ponerla en la piel de tres personajes que atraviesan el tramo final de sus vidas y que no se resignan a dejar este mundo sin saldar cuentas pendientes ni dejar secretos por confesar. 

Así es como apenas pasados los créditos iniciales, la cámara de Seresesky se posa en Madrid y presenta a Juan Carlos (Darío Grandinetti) un eximio bailarín de tangos argentino que vive en la capital española y que se encuentra en pleno rodaje de una serie de la cual es protagonista. Allí, sumido por la típica melancolía que caracteriza a quienes portan la argentinidad en sus venas y son arrojados al exilio, el personaje que vive con su hija y su esposa (interpretada por una madura Pastora Vega) un día recibe una llamada de su amigo Pichuquito (Jorge Marrale) quien le avisa que Marga (Mercedes Morán) -otrora pareja de baile y amante suya-se acaba de suicidar.

Motivado por la novedad Juan Carlos decide viajar a Buenos Aires para asistir al funeral de la olvidada bailarina con la que logró grandes éxitos en el pasado y, con esa decisión, hace tambalear la relación con su esposa quien presa de los celos, le pide que no viaje y que la recuerde tal cual como la había conocido. Pero lo cierto es que Juan Carlos siente la necesidad imperiosa de participar de la despedida a Marga y cerrar con ello un vínculo que los unió en algún momento y que se expone, de manera subrepticia, como uno de los más inolvidables en toda su existencia. 

Una vez en Buenos Aires asiste al velatorio de la bailarina y se reencuentra con Pichuquito, su gran amigo y que- en el pasado- ofició de bandoneonista en el número en el que él y Marga embelesaban a la platea con sus pasos de tango. Allí el personaje interpretado magistralmente por Jorge Marrale (una verdadera rareza en la colección de personajes a los que nos tiene acostumbrados) lo pone al tanto de cómo fueron los últimos años de Marga y hasta lo lleva a la habitación improvisada dentro de un club barrial en la cual la bailarina habría puesto fin a su vida. Pero el factor sorpresa entra en juego cuando en ese preciso momento Marga hace su aparición dejando en claro que fingió su muerte y lograr con ella una excusa para que Juan Carlos la venga a ver. 

De ese modo, aturdido y estafado por partes iguales Juan Carlos los insulta y les pide explicaciones de porqué planearon ese macabro plan y allí es donde Marga le confiesa que hace 39 años ella tuvo un hijo suyo y que sintió que había llegado el momento de hacérselo saber. Ante la negación y el desinterés del bailarín por saber absolutamente nada de ese hijo, Marga le explica que al nacer el niño – y ante la posibilidad de poder hacerse cargo de el- decidió entregárselo a una mujer que vivía en Mendoza y que acaba de morir, dejando al descubierto la idea de viajar hasta esa provincia y presentarse ante su hijo para pedirle perdón y revitalizar de algún modo el vínculo y los años perdidos. 

A partir de ese momento la historia da un verdadero giro y los coloca a los tres, a bordo de una antigua camioneta pick-up un tanto desvencijada y experimentando una serie de enojos, enconos, rencores, reproches del pasado y un altísimo nivel de ironía en cada uno de los diálogos que despliegan mientras el contador de kilómetros los va alejando de Buenos Aires y los deja al desnudo frente a sus miserias y sus recuerdos como en un verdadero circo romano. Y allí es donde la historia de Seresesky se transforma en una interesante propuesta cinematográfica ya que el derrotero que les toca vivir en el camino hasta lograr el encuentro final con el hijo abandonado se transforma en la excusa ideal para descubrir a tres personajes que, pese a las distancias y el paso de los años, demuestran haber estado unidos por una especie de hilo dorado que los hermanó y los mantuvo unidos por la existencia de un pasado en común. 

Las actuaciones magistrales de Darío Grandinetti, Mercedes Morán y Jorge Marrale demuestran no sólo una interesante simbiosis en el plano ficcional sino que, además, a partir de la enorme labor interpretativa que despliegan en la pantalla, logran una unidad conmovedora y que lleva al espectador a pensarlos, por momentos, como si se tratara de un solo personaje (algo pocas veces visto en cine –sobre todo en el nacional- y que sirve para que Seresesky se alce como una gran directora con una enorme capacidad creativa y para generar emociones) 

Pero lo cierto es que no sólo las actuaciones memorables y el excelente trabajo de dirección hacen del film una pieza para disfrutar y atesorar en la videoteca. El paisaje, enorme y desolador, también oficia como un elemento indispensable para que las atribuladas conductas y los sentimientos más profundos que experimentan los personajes logren un marco idóneo para que aquellas florezcan y exploten a la vez que los contiene y emula en el proceso de liberación.

Empieza el baile es una interesante propuesta que deja en evidencia la grandeza creativa del nuevo cine nacional y de cómo la sencillez y la vulnerabilidad del ser humano pueden dar como resultado historias que conmueven, invitan a la reflexión y que dejan en claro que mientras haya vida y voluntad de cambio el hombre puede torcer su destino, incluso aún, cuando todo parece indicar que está por experimentar su último aliento. 

Calificación: **** (Muy buena)

EMPIEZA EL BAILE, Argentina 2023, Dirección y Guión: Marina Seresesky, Elenco: Darío Grandinetti, Mercedes Morán, Jorge Marrale y Pastora Vega, Música: Nicolás Guereschev, Fotografía: Federico Rivares, Coproducción Argentina-España,  Duración: 98 minutos- Color.

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