Un viejo adagio cinematográfico dice que un mal actor cuando es dirigido por un buen director puede dar como resultado una buena película. Por el contrario, un buen actor dirigido por un mal director supondría un rotundo fracaso. En el caso de Conversaciones desde el odio la fórmula rompe la supuesta regla ya que deja al descubierto dos grandes actrices (Cecilia Roth y Maricel Alvarez) dirigidas por una gran directora (Vera Fogwill) pero que entre las tres no llegan a consolidar una pieza de valor y, al finalizar la historia, el espectador se queda con la sensación de que lo que vio es un proyecto de film con grandes aspiraciones antes que una obra terminada.