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24 Apr
24Apr

Por estos días en los que se inicia en Buenos Aires la edición Nº24 del BAFICI la ecléctica e inolvidable Beatriz Guido estaría cumpliendo sus primeros cien años. Y decir primeros no debe entenderse como un juego de palabras ni como una ironía porque, como suele pasar con los grandes, los genios o los incomprendidos de su época, el caso de esta autora no fue la excepción a la regla y, desde su desaparición física, el mundo de la cultura no sólo dimensionó su obra, sino que, además, inició un proceso reivindicatorio resaltando su cualidad de mujer para hacerse un espacio en un universo, por entonces, sólo relegado al hombre. 

Desde siempre Beatriz Guido habitó en una generación de mujeres que integró el listado de “autoras burguesas” a las que se atacó políticamente sin hacer el menor esfuerzo por separar la vida privada de la obra. Así es como, en ese se extraño panteón literario supo compartir espacio con mujeres de la talla de Victoria y Silvina Ocampo, Martha Lynch, Silvina Bullrich y otras tantas a las que el haber nacido en cuna de oro les hizo doblemente difícil el reconocimiento y el respeto del mundo académico. 

Su matrimonio con Leopoldo Torre Nilsson también operó de manera contraria para que pudiera alcanzar un reconocimiento genuino. Mientras duró el amor (al cual sólo la muerte se atrevió a ponerle fin) vivió bajo su sombra y fue injustamente invisibilizada por un mundo de cine hecho por hombres que no tuvo reparo en preguntar públicamente si su escritura había resultado perjudicial o benéfica para el desarrollo de la cinematografía del director, como si fuera factible pensar al uno sin el otro. 

El otro estigma que pesó sobre su obra –y sobre el que también se echa mano cada vez que se intenta denigrarla como artista o como emergente de la alta burguesía argentina- fue el de haber sido una mitómana, fabuladora y hasta incluso “tilinga” según quedara asentada en una de las tantas biografías que su rica, intensa y colorida vida inspiró a otros a que la contaran. Sin embargo, más allá de toda la fantasía y el halo de misterio que Beatriz representó para el mundo del cine nacional, gracias a la labor de varios autores e investigadores que trabajaron su vida y obra se pudo comenzar un proceso de reivindicación de sus escritos lo cual posibilitó que comenzara a ser tenida en cuenta como el artífice de buena parte del cine de Leopoldo Torre Nilsson, el cual hubiera sido bien distinto de no haber mediado su presencia.

 Cuando tomé conocimiento de que una de las propuestas de BAFICI 2023 suponía conmemorar a Beatriz Guido me hizo pensar automáticamente en cuán justo era ese homenaje y cuánto serviría para que las nuevas generaciones de cineastas y profesionales del mundo de las letras descubran, redescubran o dimensionen su figura y cuanto significó su obra para la cinematografía nacional. 

El panel seleccionado por la organización del festival tuvo como protagonistas a cinco mujeres que no solo conocen muy bien su obra sino que, además, supieron forjar con la autora una relación personal y hasta incluso, algunas de ellas, fueron protagonistas de las miles de anécdotas que vuelven a Guido un personaje inconmensurable, ese que pasaba los tiempos muertos de la escritura rodeada de estatuas de ángeles, magníficas obras de arte y chismes familiares que, alguna vez, llegaron a la pantalla bajo otros nombres y otras pieles.

 LOS CINCO ROSTROS DE BEATRIZ GUIDO 

Castelló Jaubert, Visconti, Díaz-Ridgeway, Osorio y Muchnik: las cinco mujeres elegidas para evocar a la escritora y su obra 

Las cinco mujeres que el BAFICI eligió para que expusieran la vida y obra de la autora estuvieron ligadas a ella de diferentes maneras. La moderadora del panel, Gwendolin Díaz-Ridgeway, trabajó una tesis doctoral sobre su obra, Ana María Muchnik (periodista y directora de la sección La Mujer y el cine del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata) no solo la conoció, sino que además es su más ferviente reivindicadora desde una visión feminista, la escritora Elsa Osorio (quien trabajó con ella una serie de entrevistas cuando realizó su tesis de grado en París al promediar los años setenta) y dos mujeres que la abordaron desde el mundo del cine: Valeria Castelló Jaubert (Doctora en letras por la U.B.A.) y Marcela Visconti (Doctora en Teoría e Historia de las Artes y Magíster en Comunicación y Cultura por la Universidad de Buenos Aires (UBA)

Así es como, a través de la hora y media que duró la charla, las panelistas rescataron la figura de Beatriz Guido como la de una mujer comprometida políticamente con los tiempos en los que produjo su obra (de hecho alguna de ellas menciona el carácter “contestatario” que se puede ver en algunas de sus historias) y también echaron luz sobre la discriminación y el ninguneo que sufrió durante años por ser la esposa de uno de los hombres más importantes que diera el mundo de la cultura en la República Argentina (caso análogo al de María Kodama con Jorge Luis Borges, según palabras de Díaz-Ridgeway). 

La ponencia de Elsa Osorio fue la que, a partir de su prolífica obra, reconstruyó la parte más humana y la acercó a esa mujer con cualidades míticas y con tendencia a la fabulación y el cuento, la que, en palabras de la misma Guido, muchas veces la utilizaba porque sabía que sus relatos “entretenían al lector y lo hacían feliz” (en esta línea contó que al entrevistarla en su casa descubrió una decena de historias fantásticas supuestamente acaecidas en su familia tales como la de una tía que intentó suicidarse arrojándose por una ventana provocando un rosario de desgracias a su alrededor sin lograr finalmente su cometido)

Las dos especialistas en letras de la U.B.A. expusieron la Beatriz cinematográfica, esa que seleccionaba las historias, escribía los guiones, corregía diálogos de manera compulsiva, presenciaba los sets de filmación, se entrometía en el vestuario y hasta realizaba marcaciones actorales a muchas de las criaturas que creaba en su imaginación y que allí, bajo la piel de los actores, encarnaban aquellos seres atormentados, excéntricos y atribulados que vieron la luz a través de su pluma. “Antes de ella no hubo figuras femeninas en el cine” asegura Marcela Visconti y con ello, la reivindicación alcanza el punto más alto del encuentro. 

Ana María Muchnik (Directora de La mujer y el Cine del Festival Internacional de Cine de MDQ) y la escritora Elsa Osorio, biógrafa de Beatriz Guido. 

Por último, la presencia de Ana María Muchnik en el panel le otorgó al encuentro la posibilidad de acercar a Beatriz al plano político, ligado al de una mujer que demostró tener el talento suficiente para ser considerada no solo un partenaire sino un elemento fundamental en la materialización de la obra cinematográfica de su esposo, el gran Babsy. A través de una hermosa semblanza, Ana María pudo correrla del cono de sombra que pesa sobre sus espaldas y, desde la admiración por su obra y como modelo femenino, la iluminó y la colocó en el panteón- ya no de las aristócratas con ínfulas de artista- sino en el de las grandes mujeres de la cinematografía nacional.

El reconocimiento a cien años de su natalicio cumplió con la finalidad conmemorativa propuesta por el festival. El diálogo compartido entre estas cinco mujeres, a partir de la admiración por su obra pero también de un gran trabajo sostenido académicamente, logró que el público que asistió a la charla-debate conociera no sólo algunos aspectos interesantes de la autora sino que, además, dimensionara la importancia de su obra en uno de los períodos más fructíferos de nuestra cinematografía nacional.   

El CCGSM expone una serie de afiches y objetos relacionados con la vida y obra de Beatriz Guido

La muestra de afiches y objetos de la autora se pueden ver en el subsuelo del complejo del Centro Cultural San Martín hasta el 01/05/2023 (dia de clausura del BAFICI 2023)

Todos los días a partir de las 11.00 hs

Entrada libre y gratuita

Paraná esquina Sarmiento, CABA

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