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07 Feb
07Feb

En 1961, mientras Julio Cortázar y Gabriel García Márquez se transformaban en las caras visibles del boom latinoamericano, el escritor y científico Ernesto Sábato publicaba en Argentina Sobre Héroes y Tumbas, una obra compleja, simbólica, con una visión del mundo terriblemente surrealista, apocalíptica y que anticipaba ya desde su prólogo, que quien decidiera adentrarse en su lectura, debería hacer un esfuerzo para poder entenderla.

La novela, mezcla de proceso psicológico con elementos de relato histórico y metafísica, transcurre en Buenos Aires y expone la historia de Alejandra Vidal, una joven de clase alta venida a menos, quien misteriosamente una noche, mata a su padre (Fernando Vidal Olmos) con una pistola calibre 32, luego rocía el cuerpo con nafta y se suicida junto a él quemándose viva en la misma habitación.

La prensa local de la época no tarda en calificar al hecho como la consecuencia de una alteración mental sufrida por la adolescente, pero ante la aparición de un extraño Informe sobre ciegos grabado en una cinta magnetofónica con la misma voz de su padre, se abre un abanico de posibilidades y especulaciones acerca del verdadero móvil de la tragedia.

El contenido de ese revelador informe (pieza clave y fundamental para desentrañar el misterio que esconde la historia)integra un capítulo completo dentro de la novela, y tal fue su importancia y trascendencia para el ámbito de las letras, que han llegado a considerarlo como la parte más importante del libro, independientemente del resto de la trama.

Es por eso que, veinte años después de su aparición en el mundo literario, el director Mario Sábato (hijo del escritor) se decidió a filmarlo, haciéndole algunas modificaciones, para las cuales contó con la ayuda de su padre a la hora de adaptar el texto al lenguaje cinematográfico. Así es como luego de un arduo trabajo de adaptación y de rodaje,en 1979, el Informe sobre ciegos fue llevado al celuloide y se estrenó en los cines porteños bajo el título de El poder de las tinieblas.

El film cuenta los últimos días en la vida de Fernando Vidal Olmos (interpretado por Sergio Renán)y arranca en la tarde en que se cruza con un misterioso hombre (al que reconoce como un viejo amigo de la infancia con quien compartía el pasatiempo de arrancarles los ojos a los pájaros) quien regresa para advertirle que la “confabulación de los ciegos” está en marcha y que vienen por ellos para cobrarles las crueldades que cometieron cuando eran niños.

Vidal Olmos - quizás movilizado por algún proceso inconciente- decide no darle crédito al desesperado discurso de su amigo, pero con el correr de los días, irá cayendo poco a poco en un estado de paranoia y persecución al sentir que los ciegos comienzan a perseguirlo por todos los rincones de la ciudad, en especial por aquellos donde la luz parece no llegar (caminos subterráneos, edificios abandonados, estaciones de metro, túneles ocultos, pasadizos).

A partir de ese momento, toma conciencia de que las palabras de su amigo eran verdaderas y que tal como le anticipó, existe un plan macabro para hundirlo definitivamente en el horroroso mundo de las tinieblas. En poco tiempo, una sucesión de hechos inexplicables lo obligarán a relacionarse cada vez más con personas no videntes: su amigo (a consecuencia de un accidente con unos tubos de ensayo) queda en estado de ceguera absoluta, su vecino (un violinista sexagenario y alcohólico) le presenta a una amante ciega que lo visita en forma clandestina, y el compañero de la infancia que le advirtió de la conjura, se arroja desde la terraza de un edificio y es encontrado en el suelo, sin sus globos oculares. (Sin contar el extraño placer que experimenta su hija cuando camina por la casa con la cara tapada por una máscara de yeso).

Así es como acorralado por las circunstancias, intentará cortar todo nexo con la realidad y para ello se esconderá en la azotea de un edificio abandonado, el mismo en el que habitó su amigo. Allí, comenzará a registrar con el magnetófono, sus impresiones y sospechas acerca de quienes son los encargados de haberlo puesto en el callejón sin salida en el cual se cree inmerso.

Desde ese lugar aguardará el momento final, aquel en el que los ciegos lo llevarán hasta ellos y lo someterán a un riguroso proceso, el cual acabará - según sus propias suposiciones - con la pena capital para él y para quienes forman parte de sus afectos.

Quien ve el film sin conocer el contexto que lo rodea, seguramente dirá que se está en presencia de una película de suspenso, con algunos elementos policiales y que por momentos parece guardar cierta similitud estética con algunas piezas del film noir francés. Pero lo cierto es que el planteo del texto es bien distinto. En la trama pergeniada por Sábato, el suspenso no fue puesto adrede para identificarla con algún género, sino que la expectación constante en la que vive el personaje de Olmos, proviene de un proceso psicológico desestabilizador que él mismo no puede manejar (un típico elemento surrealista) como si el mal, más que estar en los ciegos que lo persiguen se encontrara en lo más hondo de su propia existencia.

Las actuaciones (teniendo en cuenta el excelente nivel actoral que compone el elenco) son de un gran nivel interpretativo. El personaje de Vidal Olmos encarnado en la piel de Sergio Renán, parece haber sido creado para él y le calza a la perfección. La de Osvaldo Terranova, interpretando el papel del sádico violinista que disfruta con que los demás pensionistas lo vean manteniendo relaciones sexuales con la ciega, es realmente digna de la talla de su presencia. 

Pero la que más sorprende (quizás por su ingenuidad) es la de Carlos Moreno, el actor que le pone el cuerpo al íntimo amigo de Vidal, quien desde el principio de la historia, deja entrever que en algún momento dejará de ser el personaje contemplativo que es para transformarse en una especie de Judas encargado de entregar a su amigo a la “Secta de los ciegos”.

Dos de los aspectos técnicos que juegan un papel fundamental en la obra, y que permiten recrear la atmósfera tenebrosa ideada por Ernesto Sábato, son la Iluminación y la fotografía. La luz en el relato juega un rol de vital importancia, ya que la mayoría de las escenas que componen la obra, están filmadas en espacios reducidos, interiores, con muy poca luz (en algunos casos la mínima y necesaria como para identificar a los personajes) y sirven para dar la sensación de sosiego y debilidad en la que vive el personaje. 

En cambio, las escasas escenas en las que hay un uso normal de la luz, fueron celosamente seleccionadas para ejemplificar los pocos momentos de felicidad que Vidal presenta en el relato (aquellos en los que aparece junto a su hija en los bosques de Palermo o en la visita al Zoo).

Un dato curioso es que al ver los créditos finales, se informa que la escenografía (formada por los geniales decorados que emulan la vida subterránea) estuvo a cargo de un joven Eugenio Zanetti, aquel que años después se radicara en Estados Unidos y en 1996 obtuviera el Oscar por su trabajo en el film “Restauración”.

El poder de las tinieblas es un film esencial dentro de la cinematografía argentina. Una pieza novedosa e interesante, que propone un profundo viaje hacia uno de los aspectos más enjambrados y misteriosos de la psiquis humana: el del inconciente y sus variaciones.

EL PODER DE LAS TINIEBLAS (Argentina, 1979) Dirección: Mario Sábato, Guión: basada en “Informe sobre ciegos” de Ernesto Sábato, Elenco: Sergio Renán, Carlos Moreno, Leonor Benedetto, Graciela Dufau y Franklin Caicedo. Escenografía: Eugenio Zanetti, Duración: 90 minutos (Color) 

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