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22 Apr
22Apr

Fiel buscador del cine de Europa oriental, vi con mucho agrado que el BAFICI para esta edición 2011 había programado un número importante de títulos provenientes de esa región del planeta. A diferencia de otros años, éstos ocuparon casi todas las secciones dentro de la programación y me obligaron a analizar con profunda rigurosidad, cuáles serían las que no podía dejar de ver, dado que muchas de ellas jamás serán estrenadas en las salas convencionales, ni siquiera en las del maravillosamente recuperado Cine Cosmos.

Así es como siguiendo el ritual de todos los años, busqué y marqué una que me llamó la atención, dados tres motivos; el primero por que era una película de director rumano -y sé sobre la sensibilidad de los rumanos para elegir y contar historias-, la segunda, por que estaba filmada en Bucarest (ciudad que tuve la oportunidad de conocer y que me produjo una especie de amor odio que nunca llegué a descifrar) y la tercera, por que relata la historia –en formato documental- de una persona que, viviendo literalmente en la calle y en calidad de mendigo, gracias a su arte, logra dar un derechazo a su vida y demostrarle al mundo que el destino es un gran maestro que tarde o temprano termina imponiendo sus designios aunque el hombre intente alejarse de ellos.

El personaje sobre el cual la cámara hace foco es Ion Barladeanu, un hombre sexagenario que vive en condiciones de precariedad notoria en un barrio algo alejado del centro neurálgico de la soberbia y espectral Bucarest. Allí habita con una decena de vecinos que le brindan algún tipo de apoyo (mínimo, claro está, por que viviendo en Rumania bastante tienen ya para asegurarse su propia subsistencia) quienes le hacen sus días más llevaderos, ya que con su edad, y el rosario de adicciones que sufre, a veces las noches se complican sobre todo cuando el frío y las inclemencias del tiempo acucian.

Pero lo cierto es que, si bien el anciano no trabaja y pasa sus días tirado entre diarios fumando sin parar, en sus ratos de ocio tiene un pasatiempos más que interesante: con un chango desvencijado, de los contenedores de basura junta revistas de todas las épocas con las que realiza fotomontajes, muchos de ellos de una gran belleza visual aunque, en la mayoría de los casos, en ellos subyace una gran significación política y la clara materialización catártica de los efectos del comunismo como sistema imperante y determinativo de su vida.

Aunque Ion parece estar determinado a una vida que no se puede enderezar, un día su suerte cambia, en el mismo momento en el que un productor artístico y cazador de nuevos talentos ve su trabajo y no puede menos que quedar maravillado. De allí en más, lo que vendrá para el simpático anciano que parecía confinado a una muerte segura, no es más que un derrotero incansable dentro del mundo del arte, al cual él perteneció durante años mientras elaboraba sus collages pero no lo sabía, quizás por la imposibilidad de reconocerse como parte de un sistema que lo excluía y lo marginaba, por no comulgar con las bases políticas e ideológicas del dictador Ceaucescu.

El Mundo según Ion B (título que más se asemeja a una serie americana que a una producción rumana) es un híbrido que se debate entre el género documental y el docudrama, ya que en todo momento la cámara persigue al personaje en cuestión (cuando fuma, cuando se baña, cuando se cambia para asistir a la presentación de sus obras en una galería importante) y por momentos parece un extracto de cualquiera de los reality shows que abundan en las televisiones del mundo, aunque claro está, la diferencia con éstos aparece ni bien nos damos cuenta como espectadores de la riqueza que tiene la historia del Sr. B, razón por la cual mereció la pena ser contada.

 El momento más emotivo del film es sin lugar a dudas aquel en el cual él, ya convertido en un artista consagrado y reconocido por aquellos que “entienden” de arte (aunque sea del negocio del arte y no del arte en sí mismo) viaja hacia las afueras de Brasov y regresa a la aldea en la cual viven sus hermanos, reencontrándose con ellos casi veinte años después de haberse alejado (Esa parte en sí misma podría ser considerada como un documental dentro del documental, ya que con una gran inocencia y frescura, sus hermanas cuentan cómo en épocas de Ceaucescu se castigaba a aquellos que no estaban de acuerdo con su política – verdadera causa por la cual Ion B se alejó de todos ellos- y la siguiente escena lo muestra al mismísimo protagonista, en su vieja habitación,sentado en su cama, envuelto en un silencio sepulcral y frente al cuadro del dictador, el cual nunca fue quitado desde que abandonó el hogar)

El film es una propuesta más que interesante, de base documental y con cierto tono de comicidad que se suma a la serie de películas que después de la caída del Muro de Berlín se están filmando en Rumania y que tanto aportan al conocimiento y divulgación de los problemas que le acarreó a la sociedad rumana la salida del comunismo y la posterior inserción en el mundo capitalista bajo el ala protectora de la Comunidad europea (Ver La Muerte del Señor Lazarescu o 12:08 al este de Bucarest).

Al apagarse las luces en la sala descubro que el Sr. Ion B, con sus collages liberadores, con sus convicciones y su filosofía de clochard rumano, se alza como un perfecto anfitrión y que, de un modo secreto y,con sus silencios interminables, nos invita a los espectadores a inmiscuirnos dentro de una de las sociedades mas antiguas del este europeo, la cual, en las últimas dos décadas, ha demostrado tener mucho más para ofrecer que el espacio geográfico en el que un conde en festines orgiásticos se alimentó de la sangre de exóticas y pulposas doncellas.

El Mundo según Ion B (Rumania, 2009) Director y Guionista: Alexander Nanau, Edición: Mircea Olteanu, Música: Dan Parvu, Producción ejecutiva: HBO Rumania. (90 minutos, Color)

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