"Para entender al otro hay que animarse a ver el mundo a través de sus ojos"Cuando Javier Van de Couter filmó Mía ya hacía casi un año que en nuestro país había sido aprobada la Ley de Matrimonio Igualitario y con ella las cuestiones de género dejaban de ser un estigma para comenzar a ser comprendidas como una elección o, simplemente, una forma de vida aceptada y respetable.
Pero en la historia de Mía, si bien se supone contemporánea al dictado de aquella ley, esa realidad parece no haber llegado y esa diferencia es sobre la cual se basa y articula el porqué de la historia, ya que cuenta de modo intimista y empático las vicisitudes que sufre la población de la Villa Rosa, un reducto alejado de la urbe porteña y que encuentra en la historia particular de Ale la forma de visibilizar el colectivo que padece la discriminación de una sociedad que –promovida por instituciones como la Iglesia- los expulsó para no tener que convivir con ellos.
De esa forma, y con todo ese acervo por detrás, Camila SosaVillada le pone el cuerpo a Ale, una travesti que, al igual que muchos luego de la crisis del 2001, quedó en un total estado de vulnerabilidad y que por ello se vio obligada a tener que cartonear durante el día y prostituirse de noche, en algunas ocasiones, para lograr sobrevivir.
Así es como un día mientras junta cartones en un acomodado barrio de clase media, presencia una discusión entre un padre y su pequeña hija, la cual termina con el hombre zamarreando a la pequeña y expulsándola hacia el interior de la casa y tirando una caja llena de objetos. Ale, tentada por la curiosidad recoge la caja y se la lleva a su casa. Nunca imaginará que por cometer ese acto, su vida se verá modificada por un tiempo ya que tendrá la posibilidad de vivir muchas de las experiencias que jamás pensó que viviría por su triple condición estigmatizante de pobre, travesti y villera.
Como si se tratara de una verdadera lámpara de Aladino, la caja guardaba en su interior un diario íntimo de una tal Mía (que apenas comienza a leerlo se da cuenta de que es de la madre de la niña de la escena que presenció en aquella casa) y en él se esconden en forma de relato las inseguridades y el miedo de esa madre que la hacen tomar la decisión de abandonar a la pequeña, razón que ella supone la causa de la rebeldía de la niña y de las peleas con su padre.
Con esa información a cuestas Ale decide ir hasta la casa de la pequeña para dejarle el diario de su madre ya que lo cree necesario, y a partir de ese momento, y con más vaivenes que situaciones a favor, logrará entablar una relación con la niña y con el padre luego, hasta terminar siendo, sin poder creerlo, niñera y empleada doméstica.
Sin embargo, más allá de verse realizada como persona, poder relacionarse afectivamente con la pequeña y lograr un espacio de respeto (como nunca antes le habían dispensado) la vida le arroja en la cara la cruda realidad de la villa y de los miembros de la comunidad que, en todo momento de la trama, esperan el desalojo inminente y con él la necesidad de tener que reinventarse en un medio donde la exclusión y la falta de oportunidades son la única certeza que el destino les presenta.
Mía es una película más que interesante dentro del colectivo de películas nacionales ya que es la muestra representativa de una época (la del período bisagra en el cual las cuestiones de género fueron tratadas y comprendidas desde una visión moderna y que posibilitó un marco legal propicio en una sociedad que durante años discriminó, invisibilizó, castigó y hasta en algunos otros - como en el de la Iglesia- legitimó conductas que poco sabían de derechos y poco tenían de humanas)
Desde lo actoral Mía cuenta con un gran elenco y, en algunos casos, es digno realizar menciones especiales. En el caso de Camila Sosa Villada queda expuesta la gran sensibilidad que tiene como artista ya que le imprime a Alejandra una serie de emociones y sentimientos que, por momentos, son la base para que el film adquiera un tono particular que define la historia y la forma en que el espectador decodificará la trama (siendo vital a la hora de comprender cuestiones como la maternidad, las cuestiones de género, la influencia de “lo social” en la vida del hombre, las redes de convivencia entre los miembros de una comunidad, la solidaridad y otros tantos que se desprenden de la trama como puntas de un ovillo).
Las otras actuaciones que sorprenden son la de Naty Menstrual (travesti y escritora) quien, bajo la piel de Antigua, representa los cánones y los códigos de la travesti madura y que conoce –como si se tratara de los ancianos del ágora griega- las necesidades y problemáticas que sufre su grupo razón por la cual es tenida en cuenta como la voz de la conciencia grupal o la de la experiencia otorgada por los años vividos, que no fueron tantos pero sí intensos.
Luego, en este sentido, es digno hacer una mención especial a las pequeñas intervenciones que realizan diferentes mujeres trans que aparecen en pantalla (sobre todo en las escenas del documental y de la fiesta) ya que demuestran, sin ser actrices, un gran compromiso con la historia y logran diálogos cargados de gracia y que dejan entrever un cierto talento por explotar. A su vez, el personaje de Rodrigo de la Serna - complejo y con todos los elementos para caer en el cliché del que sufren buena parte de los alcohólicos en el cine nacional- está muy bien trabajado y logra gracias a su interpretación una rica paleta de matices dejándolo librado a que sufra frente al conflicto planteado una evolución más que interesante.
Por su parte, la pequeña Maite Lanata (quien luego personificara a la niña autista en El Elegido) demuestra un sólido conocimiento de la actuación ya que personifica de una forma cruda y real el drama al que está sometido la pequeña que perdió a su madre y que debe lidiar con su soledad y un padre al que debe cuidar como si fuera ella su madre, con todo lo que ello conlleva.La crítica nacional no fue benévola con Mía.
Algunos le adjudicaron el haber llevado los clichés que pesan sobre las cuestiones de género hasta el hartazgo, linealidad discursiva, subrayado de situaciones o conflictos y una serie de cuestiones técnicas que desde el academicismo cinematográfico más rancio pueden ser interesantes – también discutibles- pero que acaban siendo más que crueles con una película que es mucho más profunda que la simple historia que expone frente a la pantalla.Hasta su aparición el cine no había demostrado una apertura tal para mostrar las cuestiones de género dentro del marco de integración social (entendida en sentido amplio con todo lo que supone) y mucho menos para exponer la cuestión más humana y despojada de la mitomanía popular que pesaba sobre el colectivo de las travestis y de aquellos que, por diferentes razones, deben vivir –o sobrevivir- en una villa de emergencia.
Mía expone el costado más humano de las personas y deja en claro cuál es el capital intelectual y social de quienes discriminan y de quienes acaban siendo sujetos pasivos de la misma. Un trabajo digno de ver, interesante, emotivo, que interpelará inevitablemente al espectador a que someta a debate muchas de las estructuras que se encuentran abigarradas en nuestra sociedad y reflexione acerca de lo que cada uno de nosotros hace con ellas.Ver Making off
MIA (2011-Argentina), Dirección y Guión: Javier Van derCouten, Elenco: Camila Sosa Villada, Rodrigo de la Serna, Maite Lanata, Naty Menstrual,Música: Iván Wyszogrod, Fotografía: Miguel Abal, (106´-Color)