Luego pienso en la muerte del pájaro, porque es cierto que quien come vive, pero igualmente es cierto que quien no come no vive, y el gorrión prisionero no come, lo cual lo lleva a no vivir. Y esa fue la falla de la criatura: creyó que todos quieren vivir, que basta con que se les ponga la comida delante.
Los Suicidas, Antonio Di Benedetto
El suicidio es uno de los fenómenos de la modernidad más controvertidos que se hayan visto y que hoy, a más de un siglo de la publicación de aquel importante estudio del sociólogo Emile Durkheim, sigue buceando en un mar de incertidumbre y a la espera de que alguien desentrañe su significado. Pero además de ser una problemática social, el suicidio resultó ser una gran fuente de inspiración en la historia de la literatura, que tuvo como protagonistas no sólo a los personajes de ficción sino que, en muchos casos, se extendió también a la muerte de autores, tal como se pudo ver desde sus orígenes hasta los tiempos actuales.
Es por eso que, llevado quizás por el misterio que supone la necesidad de un individuo de poner fin a su vida, Antonio Di Benedetto lo eligió como temática central de su novela Los Suicidas, y creó con ella un cuento urbano donde los personajes todo el tiempo deambulan por las calles con el fantasma del suicidio respirándoles cerca, en algunos casos de modo directo (como es el caso de Daniel, quien sufrió el suicidio de su padre el mismo día de su cumpleaños) y en otros, de modo indirecto (como Julia o Marcela, ambas novias de Daniel que de una forma u otra terminan formando parte de la espiral suicida que rodea al personaje).
El film de Villegas arranca con la voz en off de Daniel Hendler interpretando los primeros párrafos de la novela de Di Benedetto: “Mi padre se quitó la vida un viernes por la tarde. Tenía 33 años. El cuarto viernes del mes próximo yo tendré la misma edad”. El plano se abre y lo muestra trabajando en la redacción de un diario, por lo cual se descubre que es periodista. Su jefe le encarga que investigue el suicidio de Juan Tiflis, un hombre enigmático del cual poco se sabe pero se supone que esconde una historia pesada que seguramente justifica su decisión.
En el mismo diario trabaja Marcela (Leonora Balcarce), una fotógrafa oscura que ama a Daniel en silencio y que jamás intentó comunicarle sus sentimientos debido a que conoce el compromiso que mantiene con Julia, una maestra de colegio primario que les hace escribir a sus alumnos acerca de la muerte, para después dárselos a Daniel y que éste se nutra de elementos para entender aquello que tanto lo trauma y le genera incertidumbre (una voz en off revela esa inquietud: “En mi familia hubo doce suicidios… mi padre fue el trece…¿seré yo el catorce?").
Y será en el momento en que Daniel comienza la investigación de la muerte de Tiflis que las piezas del rompecabezas comienzan a moverse. Llevado por lo anodino de la relación se separa de Julia (Camila Toker), mantiene salidas divertidas con Blanca ( la joven que le proporciona datos desde la policía científica) y coloca a Marcela en el rol de fotógrafa de su investigación, por lo cual terminan inevitablemente relacionándose de modo amoroso.
El fantasma del misterioso Tiflis lo coloca frente a la gran duda existencial que lo aqueja (¿La tendencia suicida se hereda?) y eso lo llevará a consultar con un profesional (que Villegas de modo muy acertado convocó a un asistente de una fundación real dedicada a prevenir el suicidio) quien además de compartir una escena de la trama, es un verdadero institucional encubierto dada la interesante información que despliega.
Para ese entonces Daniel comienza a conocer a Marcela en profundidad y descubre que si bien ella no tiene suicidios en su historial familiar, parece estar inmersa en una nube negra que podría presagiar aquel destino en cualquier momento. La muestra de ello es el carácter ambivalente de la joven quien en varias líneas de diálogo explica que puede parecer rara y ciclotímica ya que “Una parte de ella desea una cosa y la otra algo muy diferente”.
En el libro de Di Benedetto Daniel y Marcela acuerdan un pacto suicida que ponga fin, en el caso de él a un destino que parece inevitable y, en el de ella, para acabar con la vida negra insostenible que atraviesa pese a ser una persona muy joven. Pero Villegas cambia el final del texto y propone una vuelta de tuerca a modo de licencia creativa.
Si se tiene en cuenta el valor y la complejidad propuesta en el texto de Di Benedetto, el film demuestra no estar a la altura de las circunstancias. Si bien muchos autores argentinos tildaron al autor de lacónico y que apelaba a la economía del lenguaje para crear su estilo, en la versión de Villegas ese aspecto juega en contra y hace que el espectador se sienta hastiado, tanto como la realidad en la que parecen vivir los personajes.
El tema y la preocupación por el suicidio no aparecen reflejados en las actuaciones (que por momentos logran ponerle el cuerpo a la letra pero en otros son arrastrados hacia la nada misma al parecer que representan una novela de adolescentes perturbados que aún no encontraron el verdadero sentido de la vida). Quizás el hecho de que haya sido filmada en aquel período conocido como Nuevo cine argentino le haya impreso tales características al film, pero lo cierto es que, conociendo la interesante trama del texto es inevitable no exigir mucho más de lo que dio la versión cinematográfica de Villegas, quien deja al espectador con un sabor amargo y deslucido cuando en realidad Di Benedetto, plantea todo lo contrario.
LOS SUICIDAS (2005, Argentina), Dirección: Juan Villegas, Elenco: Daniel Hendler, Leonora Balcarce, Camila Toker, Liliana Weimer, Elvira Villarino. Basada en Los Suicidas de Antonio Di Bendetto, (90´-Color)