“Es una persona la que escribe… no sólo una cabeza que piensa”
Jazmín Bazán se transforma en la testigo silenciosa del viaje en el mismo momento en que el Tren Roca parte de la estación Constitución con destino a La Plata. A medida que el tren se impone en el viento y comienza a dibujar las primeras imágenes a través de la ventanilla el espectador siente que lo que aguarda al final del viaje habrá valido la pena.
Unos planos muestran el cartel de la Estación Don Bosco y comienza a dibujarse un típico espacio de conurbano. Los perros callejeros juguetean en el asfalto, los coches desenfocados del fondo pasan como si se tratara de un croma salido de una película de Hitchcock y una pala que se incrusta en primer plano en medio de la tierra exhiben a medias las piernas de un trabajador municipal que termina de conformar el clima pintoresco y fabril que tiene el barrio. Al llegar a una típica casona con fachada provinciana, en pocos segundos, el espectador ve aparecer a una Griselda Gambaro en calidad de anfitriona, vestida de entrecasa y custodiada por unos divinos perros negros de pelo largo que la cuidan por reconocerla como el ser que más los ama y los protege.
La mirada subjetiva atraviesa el pórtico y en pocos minutos la directora se encuentra ubicada en el living de la casa, sentada frente a una de las dramaturgas más inmensa que diera el teatro argentino y a partir de allí da inicio a la ceremonia de la conversación, esa que permite conocer en profundidad a las personas y da la posibilidad de bucear en los mares de sus recuerdos. A partir de ese momento, el diálogo (a veces explícito en pantalla y otras como voz en off) realizará un recorrido por la vida y obra de la gran Gambaro quien, al finalizar el documental, habrá demostrado que el talento y la sencillez – cuando se tienen en serio- regalan personajes eternos que se quedan en el inconsciente colectivo.
A medida que la cámara se desplaza de un modo silencioso y voyeurista por la casa los elementos y espacios en los que habita la escritora van apareciendo con la misma vertiginosidad con la que, minutos antes, regalaban las ventanillas del tren. Y es a partir de esa conjunción entre imágenes y palabras que Bazán configura de una manera inequívoca aquello que Gambaro conoce como nadie y que en la jerga teatral se denomina “espacio escénico”.
En ese mismo espacio Griselda Gambaro dialoga de un modo intimista y sin mirar a cámara (la naturalidad con la que se desarrolla la conversación hace pensar que por momentos ni siquiera llega a registrar su presencia) consolidando un recorrido autobiográfico del cual no escapan sus primeras lecturas en la infancia, el esfuerzo que implica contar una historia profunda, la relación que desarrolló con el miedo (el cual declara haber vivido en carne propia cuando debió exiliarse en Barcelona desde 1977 y 1980) y de cómo escribió algunos de sus clásicas obras tales como La Malasangre, Ganarse la muerte, El Desatino, El campo, Atando cabos, Antígona furiosa, Ganarse la muerte o Los siameses, entre otras.
“La gran pasión de mi vida ha sido el miedo” confiesa Gambaro con los ojos abiertos y una expresión que esconde complicidad para rematar en un “No se me ha evitado el miedo, como al resto de los argentinos” dejando al desnudo el compromiso que signó su vida y su obra haciendo de ella una imprescindible en el mundo de las letras. Esa misma coherencia de pensamiento, palabra y comisión se verá reforzada algunos minutos después cuando le cuenta a la directora -como quien le cuenta un cuento a un niño- que se le ocurren las ideas, sencillamente, porque está viva. Lo cierto es que dicha coherencia y autenticidad de pensamiento fueron las que les permitieron al mundo de las letras y del teatro argentino hacer de ella no solo una mujer ejemplo, sino además, un ícono de la cultura de los últimos cincuenta años.
Persona encantadora (algunos de los testimonios como los de Cristina Banegas, Laura Yusem o el crítico Daniel Divinsky así lo demuestran) gran lectora de su tiempo, dueña de una enorme capacidad empática capaz de leer a los sujetos que la rodearon y encapsular con palabras sus escencias y esconderlas celosamente bajo la forma de personajes. A partir de ese descubrimiento del personaje es donde el documental de Jazmín Bazán deja de ser una mera exposición biográfica o una charla entre amigas de la cual se deja registro fílmico para transformarse en un devenir de imágenes (celosamente contruidas en una estética blanco y negro) acompañadas de palabras que se transforman en el alma de cada uno de los cuerpos que Gambaro parió en el papel y con los cuales interpeló a toda la sociedad argentina.
Al finalizar la pieza, el personaje de la dramaturga adquiere peso, densidad, color y hasta una textura animizada por el eco de sus palabras que resuenan con cada una de las imágenes que aparecen en pantalla. Los cuerpos de Gambaro que pueblan el papel temen, aman, odian, desean, exigen, critican, se rebelan, sienten, piensan, se destruyen, se deconstruyen y se vuelven a construir como si fueran un muestrario delas pasiones y conductas a las que están sometidos los seres humanos, por el solo hecho de pertenecer a dicha condición.
“Qué difícil esto de ser famosa” explica Gambaro entre ironía e ingenuidad ubicada en un sillón excesivamente cómodo de la sala en la cual brinda la entrevista y desde donde marca el territorio para dejar en claro que el oficio de la escritura y la dramaturgia la eligieron como médium para reflejar los diferentes matices que el ser humano despliega a lo largo de su existencia y que nada tuvo que ver con las luces, los premios, las vanidades o el reconocimiento popular al estilo de los “cinco minutos de fama que toda persona tiene derecho a vivir” tal como lo expresara el artista plástico norteamericano Andy Warholl a finales del siglo veinte.
Para Gambaro la literatura y el teatro aparecen como los medios más idóneos para exhibir su mirada del mundo que la rodea y para luminar la parte más oscura de los individuos que lo pueblan. La militancia por la palabra exacta y el compromiso con la veracidad de las emociones y psicologías de los personajes que crea así lo demuestran y eso, en un mundo cada vez más líquido y carente de sensibilidad, se agradece eternamente.
Calificación: *** (Buena)
GAMBARO (Argentina, 2023) Direccion: Jazmín Bazán, Particpan de las entrevistas: Griselda Gambaro, Laura Yusem, Daniel Divinsky y Cristina Banegas, Fotografía: Carla Bianchi, Música: Pía Bastourre, (Duración: 77 minutos, Color)