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14 Apr
14Apr

Nadie puede negar que los años sesenta fueran de gran importancia en la historia de la humanidad. Por aquellos años, en París, los estudiantes proponían la imaginación al poder, el hombre llegaba a la luna, los Beatles hacían bailar a la juventud desenfrenada, y el Che Guevara se internaba en la selva boliviana sin saber que ésa sería su última morada. Y es en esa convulsionada década en la que se planta Alejandro Agresti para contar la historia de Valentín.

Con esta película, el director logra demostrarle al público la evolución que ha experimentado a lo largo de su carrera. Quizás por que los años lo han hecho crecer, pero lo cierto es que las historias que cuenta en la actualidad difieren bastante de las que contaba hace unos años. Así es como, la temática de Valentín, poco tiene que ver con las de guiones como “La Cruz”, “Buenos Aires viceversa” o “Una noche con Sabrina Love”.

La historia transcurre en el Buenos Aires de la década del sesenta. Valentín es un niño de ocho años, con una estética y un discurso muy particular, que vive con su abuela española (encarnada excelentemente por Carmen Maura) que a simple vista parece algo cascarrabias, pero a lo largo del film demuestra tener un gran corazón y querer mucho a su desvalido nieto. La vida de Valentín no es nada fácil. A los cuatro años fue abandonado por su madre, y su padre (personificado por el mismo Agresti) en vez de llenar el vacío que dejó esta ausencia, aparece esporádicamente y acompañado de distintas mujeres, a las que Valentín desaprueba en todo momento haciendo uso de su “derecho de admisión”.

Pero todo cambiará para el niño el día que su padre le presenta a una de ellas (Julieta Cardinali) y descubre que ésa es la que mas se asemeja al modelo de madre con la que él siempre soñó. Así, en un mundo formado netamente por adultos , el pequeño deberá construir un espacio para desarrollar su complicada infancia e intentar ser un niño, aunque haya crecido de golpe y le hayan robado la inocencia empeñándose en demostrarle que la vida nada tiene que ver con lo que muchos imaginan.

En medio de ese universo, Agresti logra darle a cada personaje una identidad particular que incidirá directamente en el crecimiento prematuro de Valentín. De esa forma y a lo largo del filme desfilan: el vecino bohemio (representado por Mex Urtizberea) quien intenta enseñarle a tocar el piano y con quien filosofa acerca de la amistad, o el tío compinche (Jean Pierre Noher) con el que comparte el amor por el fútbol y quien le habla por primera vez de la redondez de los senos de aquellas que en pleno verano porteño los insinúan bajo sus ropas.

Respecto a las actuaciones, si bien todos los actores desarrollan muy bien sus papeles, es indiscutible que la gran estrella de la película es Rodrigo Noya -el niño bizco que cautivó al público argentino en su aparición en “Agrandaditos”(programa argentino en el cual un conductor entrevistaba a niños con diferentes aptitudes y gracias)ya que logra darle a Valentín un aire de frescura, pocas veces visto en la cinematografía nacional. 

Con ésta, su primera actuación, el simpático Noya ha escrito una línea más en la lista de los niños prodigio de la historia del cine. La otra actuación que por sí sola merece un paréntesis, es la de Carmen Maura , quien personifica a la abuela insegura y enferma del pequeño, alcanzando un grado de genialidad interpretativa realmente sorprendente. Logra emocionar, enternecer e invita al espectador a que experimente sensaciones de amor y odio a medida que desarrolla su discurso y va dejando al descubierto su relación con Valentín.

Pero en este film, Agresti no sólo cuenta las desavenencias de Valentín, sino que se vale de la vida de este niño para pasar revista a los hechos más emblemáticos que forjaron la ecléctica etapa de los sesenta. Se entromete en temas como la política, las mujeres y hasta con la religión, de la cual hace una crítica sobre el binomio catolicismo-judaísmo. 

El padre de Valentín, como buen hijo de españoles, obviamente es católico, y existen grandes posibilidades de que su novia (Julieta Cardinali) sea judía, y a partir de allí el niño tendrá su primer experiencia con la religión al preguntarse ¿Los judíos son malos y los católicos son buenos? ¿O viceversa?. Muchos aseguran que éste es el trabajo más autobiográfico de Alejandro Agresti, y que el personaje de Valentín bien puede ser el niño que él mismo fue hace tiempo.

Si esto fuera así, el film, pese a ser la catarsis de una convulsionada y traumática infancia, logra contar la historia desde la pureza de un niño, sin caer en el sentimentalismo barato o la lágrima fácil.

Calificación: *** (Buena)

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